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"...Te llevaré con el viento." |
El sol se coló por la ventana, atravesando las ligeras cortinas blancas hasta impactar cálidamente sobre los párpados de Hineko. Abrió los ojos pestañeando un par de veces y se incorporó despacio, sentándose al borde de la cama mientras se frotaba el ojo derecho con el dorso de la mano. Sobre la mesa junto a la ventana descansaba una bandeja plateada con un desayuno de té y galletas de arroz. La butaca se mecía lenta y rítmicamente, y sobre ella Kaku leía el periódico del día hacíendo que se balanceara con el pie. Al levantarse de la cama el sonido siseante de su ropa al rozar las sábanas hizo que él se girara y la contemplara por un momento. Esbozó una gran sonrisa y pasó la página del periódico.
-Buenos dias Hineko-sama...¿habéis dormido bien?- Ella le devolvió la mirada y asintió al tiempo que se levantaba para acercarse a la mesa. Estiró la mano y agarró una galleta de arroz entre los dedos, que luego se llevo a los labios y mordió partiéndola en dos mitades.- Oh, disculpadme...-El muchacho dobló el periódico a la mitad y se levantó de la butaca para sentarse sobre el alféizar de la ventana- sentáos por favor...-
La chica pasó una mano por su larga melena pelirroja, colocandola a un lado y haciendo que se desparramara sobre su hombro derecho y su pecho, y se sentó en la butaca que Kaku le cedía. Le dirigió una larga mirada mientras masticaba el último pedazo de la galleta y murmuró.
-Cuidado no te vayas a caer de la ventana...-
Kaku profirió una amplia y divertida risa al escucharla. Guiñó un ojo y negó ante su advertencia.
-Aunque me empujárais no me ocurriría nada...- La navegante torció el gesto.
-Lástima.-
Kaku volvió a sonreir, esta vez mas suavemente, al oirla.
-¿Qué más puedo hacer para que dejéis de odiarme, Hineko-sama?-
-Lo tienes muy dificil...- Hineko le observaba aún con un punto de aversión y desconfianza, aunque parecía notablemente mas tranquila que el dia anterior. El muchacho asintió y alzó el dedo índice con una sonrisa.
-Creo que tengo una idea que podría funcionar...- Apoyó la mano sobre el marco de la ventana y dió media vuelta, dándole la espalda para mirar la ciudad, acuclillado sobre el alféizar. La chica frunció el ceño en un gesto de extrañeza al verle ahí posado. Él giró la cabeza tras el cuello de su chaqueta y se adivinó el extremo de su sonrisa, guiñandola.- Acércate...- murmuró.
Hineko se levantó de la butaca y avanzó unos pasos hasta estar tras él y mirar por encima de su hombro.
-¿Que ocurre?...-
A penas hubo acabado la frase, las manos de Kaku sujetaron las suyas rápida y firmemente, haciendo que le rodeara el cuello con los brazos. Ella dio un leve grito, revolviéndose para que la soltara, y él rio un poco mas.
-Confía en mí...- Diciendo ésto la alzó sujetandola sobre su espalda por los muslos y con un suave movimiento se dejó caer desde la ventana. De la garganta de la pirata se escapó un leve grito cortado al ver como los edificios pasaban a tan alta velocidad mientras descendían. Se aferró con fuerza al cuello de Kaku y entornó los ojos, apretando las piernas a su cadera y tratando por todos los medios de no caerse. El aterrizaje fue, contra todo pronósico, suave y delicado. Cuando volvió a abrir los ojos, estaba en lo alto de un edificio residencial del barrio de Enies Lobby, y Kaku la miraba de reojo.
-Cuando el aire revuelve vuestro cabello es aún mas bonito...-
Hineko abrió los ojos del todo, tociendo el gesto con un rubor leve.
-Hazlo de nuevo...- Murmuró la chica, acomodándose sobre su espalda. Oirla le arrancó al miembro del CP9 una sonrisa complacida.
-Por supuesto chica de fuego...te llevaré con el viento-
***
El cuerpo de Noe se adivinaba entre las sombras de la celda, descansando sobre el suelo de lado, maltrecho y cubierto de pies a cabeza por moratones, magulladuras y heridas. Su ropa había quedado reducida a un par de harapos y prácticamente la cubría solo la ropa interior. Había pasado la noche en vela, y su llanto había comenzado en cuando Lucci había abandonado la celda algunas horas atrás. El día ya se adivinaba por entre los barrotes que cubrían el pequeño hueco que hacía las veces de ventana. Cuando más entrada la mañana escuchó los pasos acercarse desde el pasillo de las mazmorras, se arrastró hasta una esquina y se hizo un obillo, encogida sobre sí misma y temblando suavemente. Las pisadas pararon frente a su celda y la figura ensombrecida de Lucci sonrió, mostrando una dentadura perfecta en una media sonrisa.
-Esa es una preciosa reacción, Noe-chan....no tiene precio...- Sacó las llaves de su pantalón y abrió la celda con un chasquido metálico, entrando en ella para cerrar de nuevo tras él. Colocó frente a ella, en el suelo, una bandeja de madera redonda con un plato de leche y una hogaza de pan. El estómago de la chica rugía con fuerza ya que no había probado bocado desde hacía muchas horas, y tragó despacio al ver la comida delante. Lucci la observaba manteniendo la sonrisa, acuclillado ante ella.
-Adelante...puedes comer...es tu desayuno...- Noe le dirigió una mirada asustadiza y bajó la vista de nuevo a la bandeja. Cuando fué a estirar la mano para coger la cuchara plateada que descansaba junto al plato, recordó los grilletes que aprisionaban sus muñecas.- Si no puedes comer entonces me lo llevaré de nuevo...- murmuró él en un siseo.
-No...n-no por favor...tengo mucha hambre...- La chica le dirigió una mirada implorando un poco de piedad. Sus ojos lucían brillantes y enrojecidos del llanto y las lágrimas hacían surcos sobre sus mejillas.
-De acuerdo, no me lo llevaré...entonces come...-
Noe-moe asintió con un gesto tembloroso y se arrodilló frente a la bandeja. Despacio se inclinó sobre el plato hasta hundir los labios en éste para beber directamente de él. La sonrisa de Lucci crecía y crecía a medida que la observaba.
-¿Vas a querer contarme los planes de tu capitán hoy?...- murmuró, acercando la mano a su cabeza, que acarició suave y lentamente mientras la chica bebía. Sus dedos se deslizaban gentiles entre su pelo castaño. Ella alzó la vista lentamente, apartandose del plato al sentir sus caricias. La leche resbalaba por su barbilla, goteando sobre el suelo. Se mordió el labio ahogando las lágrimas y negó lentamente.
-N-no señor...- La sonrisa de Lucci se desdibujó en seguida y aferró su cabello con fuerza, tirando de ella para levantarla del suelo junto a él. De un rápido movimiento la lanzó contra la pared y la chica impactó contra ésta con el hombro y la mejilla por no poder parar el golpe con sus manos.
-Así que aun no, ¿eh?...- Noe resbalaba lentamente por la pared, sollozando suavemente. Alzó la mano y la aferró del rostro para que no cayera al suelo, dejándola arrodillada frente a el-...Voy a tener que enseñarte que tu...-Su mano libre desabrochaba despacio el botón de su pantalón y bajaba suavemente la cremallera frente a ella- abres la boca cuando yo te lo mando...-
Noe cerró los ojos con fuerza y dejó escapar un sonidito asustado. Los labios de Lucci volvieron a sonreir al oirla y murmuró.
-Abre la boca...-
***
La maziza puerta de madera de la sala de interrogatorios permanecía firmemente cerrada. Los gritos provenientes del interior mantenían a todos alejados de aquel lugar.
El latigo cortaba el aire estrellándose una y otra vez contra la espalda de Zoro. Sus músculos brillaban bañados por su sangre y él mantenía los dientes fuertemente apretados sin emitir sonido de dolor alguno. El brazo de Blueno descargaba el látigo una y otra vez sobre él, incansable. Frente a él, Califa daba vueltas en la estancia, repitiendo a media voz;
-¿Cuáles son los planes de Mugiwara no Luffy, y por qué necesitaba llegar al Oráculo del Destino?-
Pero el espadachín no daba su brazo a torcer. Ni una sola palabra había salido de entre sus labios en todas las horas de interrogatorio entre torturas, al igual que tampoco había salido de Sanji que, al fondo de la estancia, permanecía tirado en una esquina. Su pelo rubio cubría la mitad de sus facciones y su camisa, rota y deshilachada en la espalda, había sufrido como su espalda los estragos del látigo. No se movía, y a penas respiraba. Su pierna derecha parecía torcida en un ángulo antinatural dentro de la pernera de su pantalón negro. Estaba rota. Califa parecía molesta por la nula información que obtenía. Se acercó al capitán Mugiwara, que se mantenía arrodillado y esposado de manos y pies, en mitad de la estancia, frente a un balde de agua de mar, y aferró su cabeza por el cabello negro.
-Vamos, habla Mugiwara...¿Para qué os dirigíais allí?- El tono de la mujer se volvía mas y mas autoritario a medida que sumergía una y otra vez sin descanso la cabeza de Luffy dentro del agua, provocando que éste jadeara y tosiera atragantadamente.
-¡Déjale ya! ¡Le vas a ahogar vieja bruja!- Los gritos desesperados de Usopp, colgado del techo por las muñecas tras la espalda rompieron el silencio de la estancia y Califa le dirigió una mirada rabiosa. Sus dedos finos y delicados soltaron el cabello de Luffy y avanzó haciendo resonar las pisadas de sus tacones hasta estar bajo Usopp. Las lágrimas de dolor se resbalaban por su larga nariz al sentir la presión del peso de todo su cuerpo en sus hombros.
-Eres el más debil y a la vez el más impertinente de los Mugiwara...- Tirando del cabo lo hizo bajar a su altura, hasta que los pies del artillero quedaron a un metro aproximado del suelo- Una mala combinación... - A medida que Califa pronunciaba estas palabras Jabra ataba un peso de piedra a los pies de Usopp, con una correa de cuero que crujió suavemente al apretarla en sus tobillos. La mujer tiró del cabo de nuevo haciendo que el pirata se alzara en el aire, soportando ahora el peso extra que le arrancó un fuerte grito de dolor.
-¡Y-Ya basta por favor!- Sollozaba entre quejidos, oyendo crujir sus hombros bajo el peso.
Califa le dirigió una mirada impía bajo el cristal reluciente de sus gafas y con un movimiento rapido tiró del cabo, alzándole y dejándole caer a gran velocidad. Un último crujido desgarrado resonó en toda la sala cuando los hombros de Usopp cedieron y se dislocaron por el peso y éste perdió la consciencia en seguida. Ella soltó el cabó y le dejó caer al suelo con un golpe sordo, sacudiendose las manos.
-Patético...- murmuró.