miércoles, 26 de diciembre de 2012

Una prisión sin barrotes.




El rumor de que una tripulación pirata de altas recompensas había llegado a Pluralia Tanctum se extendió por la ciudad a una velocidad vertiginosa. Eso eran terribles noticias para los Muguiwara, en un pueblo de cazarecompensas. Noe-moe sollozaba consternada entre los brazos de un desconsolado Sanji, que compartía sus lágrimas. Habían pasado toda la noche en vela tras el repentino secuestro de su navegante. Mientras los piratas guardaban silencio, rumiando la noticia, Ox mantenía una acalorada discusión con Bounty.
-¡Seguro que le has guiado hasta aquí al transportar ese enorme navío por todo el desierto!-
-Ese barco parecía abandonado, no es culpa mía. Ya he dicho que les compensaré de alguna forma...-Bounty, que se acariciaba la barbilla pensativo, se levantó de su trono y avanzó hacia el muchacho.
-Si...se me ocurre una gran forma...-Ox entornó los ojos con aire amenazador y su aura se volvió algo mas oscura. La noticia no le había sentado nada bien tampoco y estaba mas arisco de lo normal.- Vas a llevarnos hasta él...y así podré rescatar a la dama de cabellos de fuego...-Bounty alzó una ceja y suspiró con ademán resignado.
-No tengo otra opción...pero el navío se quedará aquí. Os sacaré de la ciudad sin ser vistos, para que no linchen a los piratas. Una vez lleguemos a Arabasta, me desentiendo de vosotros. - Le tendió la mano para cerrar el pacto y el muchacho demonio la estrechó.
-Trato hecho...- Habiendo aceptado las condiciones abandonó la sala para reunirse con la tripulación, a la que se habían unido recientemente Brook y Franky.
Luffy, que se paseaba de un lado a otro de muy mal humor, mascullando y balbuceando maldiciones, lo observó sentándose de pronto en el suelo de brazos cruzados.
-¿Qué ha dicho?-
-Creemos saber quién se la ha llevado...y el jefe accede a llevarnos hasta él. Yo os acompañaré también...-Ox asintió con aire heróico- no puedo quedarme de brazos cruzados ante semejante crimen atroz.- Sanji saltó de pronto, soltando a Noe, y se acercó al chico agitando el puño.
-¡Serás aprovechado! Tu solo quieres ser el primero en salvarla para que se enamore de ti porque le has echado el ojo. ¡Te voy a dar...! - Luffy alzó la voz por encima de los gritos del muchacho rubio.
-¡Alto, Sanji!...Nos acompañará, porque quiero un demonio en la tripulación y no se hable más. ¡Ya está decidido!- Ox esbozó una sonrisita de suficiencia y el cocinero volvió a sentarse, encendiéndose un cigarro con frustración. Bounty irrumpió en la sala y todas las miradas se posaron en él. Llevaba su trabuco enfundado a la cintura y una mochila en la espalda.
-¿Estáis listos?...He abierto la puerta trasera para salir.- Todos se levantaron asintiendo. Le siguieron entre un silencio pesado que se había apoderado de la tripulación debido a la preocupación, y que era únicamente roto por los sollozos de Noe-moe. - Hacedla callar de una vez demonios, lleva llorando toda la noche...- Reprobó el jefe de los bandidos, con gesto molesto. De pronto, Zoro saltó frunciendo el ceño.
-Perdónala, lleva unos días muy difíciles.-
Todos se observaron y Noe guardó silencio, bajando la vista con desconcierto y conteniendo las lágrimas. Una vez en la puerta trasera un camello y un par de caballos esperaban a la tropa.
-He trazado la mejor ruta pasando por el gran oasis hasta Arabasta. Si vamos a buen paso, habremos llegado allí en un par de días.-
Asimilaron la información mientras subían a Chopper y Noe en el camello y uno de los caballos respectivamente. Bounty monto en el corcel restante, blanco y parcheado de motas color caoba.
Emprendieron su marcha bien temprano en la mañana, con Bounty y Sal-Ox a la cabeza.

                                                                 ***

Había perdido la consciencia durante el viaje y no sabía como había llegado a aquella oscura celda. Hacía frío, pero el ambiente era seco. Unas esposas sujetaban sus muñecas a la espalda y una correa mantenía su cuello apresado a una cadena en la pared. A penas recordaba nada de la contienda que había mantenido con su secuestrador en Pluralia Tanctum, tan solo recordaba una enorme mano cubriendo sus labios y la arena deslizándose por su piel. Fuera como fuese, decidió que no quería quedarse allí un solo segundo mas. Inspiró hondo, haciendo acopio de fuerzas, y comenzó a tirar de las esposas. El metal empezaba a crujir y ceder bajo su enorme fuerza cuando unos fuertes pasos la sobresaltaron y alzó la vista para observar la enorme figura que la escudriñaba desde fuera. La puerta se abrió y el individuo se aproximó a ella. La luz que desprendía el puro entre sus labios iluminaba parcialmente el rostro cruzado por una larga cicatriz de su captor. Tomó el puro entre los dedos y dio un suave toque sobre él, dejando caer las cenizas al suelo. Cuando abrió los labios para hablar su voz grave y profunda inundó los calabozos.
-Tendrás que perdonar a mis sirvientes...cuando les dije que te buscaran un lugar apropiado debieron entender mal. Lamento que te hayan metido aquí...-A medid que hablaba, iba desencadenando a la confusa Hineko, que le observaba de reojo intimidada por su estatura. No parecía un bandido de mala muerte. Vestía buenas ropas, con un gran abrigo de piel que descansaba sobre sus hombros. Además la única mano que le alcanzaba a ver, lucía repleta de anillos dorados. Alzó a la chica y cuando su gran mano rodeó de sobra su brazo pudo confirmar que definitivamente aquél tipo debía medir unos 2'50 metros aproximadamente.
-Permíteme que te muestre unos aposentos mas adecuados para ti.- Continuó, sacándola de aquella celda. Subieron unas largas escaleras hasta llegar a un pasillo repleto de habitaciones. Abrió una y la invitó a pasar. Ésta era amplia y lujosa, adornada con hermosos muebles, una cama con dosel y un amplio ventanal. Hineko se dio cuenta entonces de que llevaba mucho sin pronunciar palabra.
-Que...¿Qué está pasando aquí?- murmuró la joven, desconcertada en extremo.- Me has secuestrado...pero me ofreces una estancia en una hermosa habitación, sin esposas ni barrotes...-entornó los ojos con aire de sospecha.- ¿Qué es todo ésto?.-
El hombre profirió una breve risa gutural.
-¿Secuestrar?...Querrás decir mas bien rescatar...-
-¿Cómo dices?.- La chica avanzó un par de pasos hacia él, encarándole.
-Por favor, deja que me explique...-tomando aire pausadamente comenzó a relatar.- Eras una pirata en la ciudad de cazarrecompensas mas famosa del mundo...Si no te hubiera sacado de allí aquel tipo infame, Bounty Sandwalker, te hubiera degollado en mitad de la noche y cobrado la recompensa por tu cabeza. A quién se le ocurre meterse en la sede de Singularia...-aspiró el humo de su puro dejándolo salir poco a poco después.- Continuaré diciendo que no creo que tus amigos te tengan en verdadera estima, ni vayan a enfrentarse al desierto solo por ti. Pasamos toda la noche viajando y no ví un solo indicio de que trataran si quiera de seguirnos. Por último añadiré que sé que no escaparás y por ello no necesito encerrarte entre barrotes. Mis razones son muy simples. La primera es que lo mas probable es que los hayan matado a todos durante la noche, por eso no nos rastrearon. Aun así, suponiendo que haya una remota posibilidad de que hubieran sobrevivido, sé que tu misma preferirás no volver junto a ellos por razones personales...-Fijó su mirada en la chica, carente de palabras, y añadió- Que tienen que ver con Enies Lobbie...-
Hineko estaba sin habla. Había escuchado todo el discurso con labios entreabiertos en un gesto estupefacto. Su corazón se esforzaba en negar la realidad que aquél tipo le exponía, pero su cerebro racional había atado cabos, y su esperanza se derrumbaba por momentos.
-A...qué te refieres?...- aventuró ella, en un hilo de voz.
-Ha llegado a mis oídos tu historia en Enies Lobbie...Se que no eres una chica corta de entendederas y que no quieres que llegue el momento en que eso se desvele en tu tripulación y seas despreciada por haber defraudado a las personas que quieres. - Concluyó con semblante inalterable.- Yo, en mi condición de pirata, y habiendo sabido de ti, decidí apiadárme, pues te considero interesante. Se que tienes algo que te diferencia del resto de tu tripulación, por eso me fijé en ti, y te traje aquí, porque aquí estás segura. Aquí estas lejos de todo aquello que puede dañarte, de aquello de lo que tratas de huir.-
Hine se dejó caer sentada sobre la cama, abatida ante la irrevocable verdad de éstas palabra. Fijó la vista en el suelo, tratando de asimilarlo.
-No obstante si a pesar de todo decides rechazar mi amabilidad y marcharte, eres libre de irte, pero si allá donde vas no te quieren, no te permitiré volver. - Apagó el puro y esbozó una leve sonrisa.- Tienes ropa en el armario y la cena se sirve a las 10 en el comedor...dejaré que lo pienses.-
Dicho ésto se marchó por donde había entrado, dejándola a solas con sus pensamientos.

                                                      ***

La noche se estaba cerrando cuando los Mugiwara llegaron al gran oasis del que había hablado Bounty, y que se encontraba a mitad de camino entre Pluralia y Arabasta, la ciudad a la que pretendían llegar. El gran lago de agua reflejaba la luna y un cielo estrellado en la superficie cristalina, rodeado de altas palmeras que exibían grandes cocos. Algunos ya habían caído de puro maduros y Usopp, Franky y Zoro se afanaban en abrirlos para repartir el blanco corazón del fruto entre toda la tripulación. Noe-moe y Sanji comían en silencio, ligeramente apartados y considerablemente mas decaídos que los demás. Zoro, al acabar la faena, fue a sentarse al pie de una palmera, y de allí no se volvió a mover. Una atmósfera densa pesaba sobre el grupo y ni siquiera Luffy o el dicharachero diablo Sal-Ox estaban de humor para hacer bromas. Cuando hubo acabado de comer, Usopp tuvo la idea de darse un baño en el claro oasis para tratar de despejarse. La tripulación no estaba demasiado contenta con él, por lo que al principio nadie le acompañó. Al cabo de un rato, Chopper se levantó también y le pidió que le ayudara a bañarse con él puesto que no llegaba a hacer pie en la balsa de agua. El tirador y el pequeño reno siempre habían estado unidos como grandes amigos, y no tardaron en pasarlo bien y disfrutar del baño, salpicándo agua entre risas. El observarlos fue aligerando poco a poco la tensión y pronto el capitán, el esqueleto Brook y Franky los acompañaban. Puesto que no era agua de mar no tenían que preocuparse por hundirse debido a sus Akuma-no-mi. Poco a poco la tripulación al completo, a excepción de Zoro y Bounty, estaba disfrutando de un baño tranquilamente en el agua recalentada por el sol durante el día. Cuando el clima comenzó a enfriarse todos salieron y se afanaron en encender una hoguera para mantenerse cálidos durante la noche. Bounty sacó de su mochila algunas mantas para dormir sobre la arena y todos se fueron acomodando junto al fuego. Noe trataba de conciliar el sueño, pero el llevar poca ropa y su cabello mojado empapando su espalda no se lo permitían. No conseguía entrar en calor a pesar del fuego. Cuando comenzó a estornudar cada poco tiempo, echó una mirada fugaz a Zoro. Le hubiera gustado que la abrazara y mitigara así su frío. El muchacho le devolvió la mirada un instante al escucharla estornudar, pero volvió a cerrar los ojos, ignorando el gesto. La chica se acurrucaba más cuando Bounty se levantó lentamente y alzó la manta sobre la que dormía de la arena, sacudiéndola y arropando con ella a Noe, cediéndosela para que no pasara frío. Tras ésto, en silencio, volvió a tumbarse. Ella lo observó algo sorprendida, y murmuró un cohibido "gracias", realmente conmovidaa ante el gesto. Bounty dibujó una amplia sonrisa, manteniendo los ojos cerrados y las manos tras la cabeza a modo de almohada. La muchacha concilió el sueño en seguida, pacíficamente dormida entre las mantas.
Aun apoyado sobre la palmera, Zoro observaba la escena con un ojo entreabierto, que lentamente volvió a cerrar sin decir una sola palabra.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Pluralia Tanctum y Singularia Tanctum




La noche se había cernido inexorable sobre el desierto cuando Hineko avistó la silueta de una formación rocosa en el horizonte. Una vez se hubieron acercado, pudieron comprobar para su alivio que algunas de las grandes rocas formaban una especie de cueva natural . No era especialmente espaciosa, pero podía cerrarse bien si se deseaba para guarecerse en ella del frío que irradiaba el desierto al mostrarse la luna. Ambos se adentraron cuando el frío ya les entumecía los dedos de las manos y los pies. La muchacha se sentó sobre la piedra, parcialmente parcheada con arena  aquí y allá. Zoro se sentó junto a ella, apoyando sus katanas sobre la piedra, junto a el. Ambos estaban hambrientos y sedientos pero no lo suficiente para olvidar el acuciante frío, que les causaba en ese momento una molestia mucho mayor. El aire de sus pulmones salía en forma de vapor entre sus labios. El muchacho extendió un brazo y acercó a la navegante a él, para protegerla del frío y compartir el calor.
-¿No podrías crear una llama?...- Ella lo miró, sus dientes castañeteaban levemente.
-No estoy segura...tengo mucho frío...y el aire esta congelado. A demás no estoy precisamente llena de energía después de la travesía de esta tarde.-
-Y si entras en calor...¿podrías hacer fuego?- Repuso él. Ella dio una respuesta afirmativa con la cabeza y Zoro tomó las manos de la chica entre las suyas, acercándoselas a los labios para poco a poco calentarlas con su respiración.
-Zoro...- susurró Hineko, observándole en silencio.- Me gustaría hablar contigo...de Noe.- sintió que el aire caliente dejaba de inundar sus manos un instante, pero luego se reanudó, y ella lo interpretó como una señal para que continuara hablando.- Lo que ocurrió en Enies Lobbie no es culpa suya, y ya quedó atrás.-
-Pero eso no significa que no haya ocurrido.- contestó él, con un tono hosco y monocorde.
-Si ocurrió ella no tiene responsabilidad alguna sobre ello...- Hine frunció el ceño y Zoro alzó la vista para mirarla fijamente a los ojos.
-¿Qué ocurrió entonces en Enies Lobbie, Hineko?...Dímelo tú...- la chica guardó silencio de golpe devolviéndole una mirada compleja.
-Yo no lo se, no lo vi. Solo puedo imaginarlo, como tú. Interpretar las señales.-
-Pues eso mismo hago yo...- El muchacho bajó la vista de nuevo y se quitó la camiseta, colocándosela a ella.- Interpretar las señales.-
Hineko se rodeó con los brazos, sintiendo un alivio instantáneo al notar la calidez de la tela sobre la piel. No dijo nada mas, solo comenzó a frotar las manos durante un momento hasta que en uno de los roces, una chispa saltó entre sus dedos, y luego otra. Hizo acopio de esfuerzo y con un chasquido sus manos se envolvieron en llamas que desprendían un calor intenso y reconfortante. Bajó las manos lentamente y el fuego titilante resbaló por ellas hasta el suelo, y se quedó allí, flotando a pocos centímetros de la superficie pulida de la roca. Zoro extendió las manos para calentarlas frente al fuego y ambos dejaron que la calidez de las llamas calara en sus huesos y reavivara su cuerpo y su espíritu. Cuando el sueño empezó a apoderarse de ellos, sobre todo del espadachín, ambos se tumbaron junto a la lumbre. Cerraron los ojos y tan solo quedó el crepitar del fuego. Antes de sumirse en un sueño intranquilo, Hine susurró.
-Tu la quieres, y ella también a ti...y al final eso es lo único que importa.-
No obtuvo ninguna respuesta.

A la mañana siguiente, el calor asfixiante que se había acumulado en la cueva unido al sol que recalentaba la piedra bajo sus cuerpos, les obligaó a abandonar su refugio para encontrar comida y agua. Tardaron un largo trecho en adentrarse en tierras menos yermas y comenzar a otear algunos cactus en el camino. De vez en cuando, Hineko paraba frente a uno de ellos, si era un cactus de tipo estrella, ya que ésta clase acumula agua del subsuelo en su interior. Con unos cuantos golpecitos sabía donde se encontraba el líquido, y hundiendo con facilidad el dedo en su corteza creaba una abertura por la que comenzaba a manar el preciado elemento. Ambos se repartían el agua hasta saciar su sed, y luego seguían su travesía. Una de tantas veces que pararon para comprobar si podían conseguir algo mas de agua, Zoro divisó algunos salientes en mitad de las dunas, y se apresuraron a investigar de qué se trataba. Era una cueva, pero no como la que habían encontrado previamente, ésta había quedado ya enterrada bajo el suelo, y tan solo algunas rocas que indicaban la entrada se podían ver desde la superficie. Era algo parecido a un búnker natural. La navegante se inclinó un poco, y tomando aire alzó la voz.
-¿Hola?...¿Hay alguien ahí?- Tan solo su propio eco le dio respuesta.
-Alguien...o algo. - Murmuró Zoro, expectante. De pronto, un leve sonido, como un pequeño quejido, llegó desde el interior y Hineko agudizó el oído. Con un cabeceo, le indicó a su acompañante que iba a entrar para ver que se cocía en aquel lugar. El espadachín se cruzó de brazos, dispuesto a cubrir la retaguardia en la entrada. Cuando la chica hubo dado el primer paso en la cueva, se dio cuenta de que ésta estaba completamente a oscuras. La luz que se filtraba tenuemente por la entrada a penas iluminaba el lugar. Sin previo aviso una mano se aferró a su tobillo y ella dio un respingo, alarmada, desasiéndose. Una voz débil susurró desde el suelo.
-H-Hine...¿eres tu?...- La navegante reconoció la voz de Usopp en seguida, aunque parecía débil y cansado.
-¿Usopp? ¿Eres tu?- Preguntó tanteando la pared hasta llegar al suelo y localizar al muchacho tendido en él. Chasqueó los dedos y una pequeña llama bailó sobre su índice, iluminando el rostro de Usopp lleno de moratones y alguna que otra herida- ¿Que ha ocurrido?...-susurró, y el tirador señaló una esquina de la cueva, sumida en penumbra. Hine silbó y Zoro se apresuró a entrar junto a ella. La chica le dio un par de instrucciones rápidas y el espadachín sacó a Usopp afuera mientras ella se acercaba al lugar que el muchacho había señalado. En aquella esquina, un bulto oscuro y agazapado profería sonidos lastimeros con una respiración entrecortada. Se arrodilló junto a él, e iluminó el rostro desesperado de Sanji, que la miró suplicado ayuda. Tomó el rostro del cocinero suavemente entre las manos, dejando que la llama titilara ahora en el aire junto a sus rostros, y mirándolo de hito en hito susurró.
-¿Qué ocurre cielo?...- El tono reconfortante de la muchacha calmó levemente al cocinero que con un hilo de voz le respondió.
-Tengo...hambre...mucha hambre...- Hineko comprendió al instante que Sanji no probó la carne del Rey Marino, por tanto llevaba mas de 24 horas sin comer. Casi pudo ver las imágenes de un amargo pasado recorriendo sus ojos azules y le abrazó lentamente.
-Tranquilo...Hine te encontrará algo de comer, ¿está bien?...no vas a morir de hambre. -murmuró en su oído, acariciando su espalda. El muchacho devolvió su abrazo con manos temblorosas y ella lo ayudó a levantarse del suelo, sacándolo al exterior junto a sus otros dos compañeros.
-Tenemos que continuar...hay que encontrar un lugar donde podamos encontrar algo con que llenar nuestros estómagos.- Apuntó Zoro, sujetando al demacrado Usopp en su espalda. La navegante le dio la razón e iban a emprender de nuevo la marcha cuando un grito rompió la calma mortal del desierto.
-¡OOOOOOOOOIIIIIIIIIIIIIII!¡BAKA MARIMO!-
Luffy los alcanzó a la carrera, y sin poder frenar bien propinó un fuerte empujón a Zoro que cayó al suelo junto a Usopp y ambos se levantaron escupiendo arena y maldiciones.
-¡Luffy!- La chica lo miró sin acabar de creer que estuviera allí.- ¿Cómo nos habéis encontrado?- El capitán esbozó una característica sonrisa.
-Creímos que Zoro era una planta que podríamos comer, pero no...-el espadachín esbozó un gesto molesto ante el tono de decepción que Luffy adoptó al decir esto.
-¿Creímos?...- Hine miró tras el muchacho para confirmar que le seguía una silueta más. Era Noe-moe, que cargaba a su espalda al pequeño Chopper. Ambos tenían un gesto disgustado y parecían cansados y deshidratados. Una nueva emoción inundó de pronto los ojos de la navegante que corrió a abrazar a su amiga, y ésta le respondió, aliviada de que estuviesen a salvo.- Gracias a dios no sabía si estaríais bien...íbamos a continuar andando. ¿Franky y Brook no están con vosotros?- Los tres negaron al unísono y Luffy se recolocó su sombrero de paja.
-Bien, entonces debemos buscarlos. Solo faltan ellos. ¡Vamos tropa!- Señalando al horizonte emprendió una marcha aleatoria que los demás siguieron, en vista de que no cabía otra opción. Zoro tenía que cargar a Usopp a su espalda al igual que Noe-moe con Chopper, y Sanji no se separaba de Hineko para nada.
Cuando el sol estuvo mas alto en el cielo, la navegante vislumbró algo en la arena que la hizo reaccionar. Una flor de pétalos blancos y violetas crecía junto a la base de un gran cactus.
-Mira Sanji...- dijo, señalándola.- Eso es una fiora del desierto, una planta muy escasa. Si te la comes, saciará tu estómago por varias horas. -El cocinero recibió la información con una sonrisa llena de emoción y la chica se separó un segundo del grupo para recogerla.- La cogeré para ti, solo debes comer sus pétalos y...-
Su atención se desvió cuando uno de sus pies pisó algo de extraña naturaleza bajo la ardiente arena del desierto. Apartó el pie muy lentamente y frunció el ceño cuando sus ojos captaron la forma de un extraño bulto que sobresalía en la superficie parda. Del extraño montículo salía una especie de cable de color negro azabache.
-¿Qué demonios?...- susurró, sujetando con prudencia el extraño cabo negro. El resto de la tripulación se congregó en un círculo junto a ella, observando con curiosidad. La muchacha se levantó entonces, dando un fuerte tirón y aquella cosa rebozada en arena salió a la superficie. Aunque mas que una cosa, parecía una persona, concrétamente un muchacho de pelo negro que ahora caía lacio boca abajo. Aquél cable era en realidad una larga cola acabada en punta que empezaba donde acababa su espalda. De su cabeza sobresalían un par de pequeños cuernos y en su boca se adivinaban dos largos colmillos, y presentaba unas extrañas marcas oscuras en la piel de su rostro. Parecía inconsciente, se dijo a sí misma la navegante, hasta que el susodicho dio un sonoro ronquido y éste cayó al suelo golpeándose la cabeza y despertando aparatosamente.
-¡E-EH! ¿Q-que?...- Se rascó la coronilla mirando enderredor con gesto adormilado hasta posar la vista sobre la exuberante muchacha pelirroja que lo observaba con las manos en la cadera.- Vaya vaya...-sonrió con gesto pícaro- mira quien me ha ido a despertar...-bajó la vista y arrancó la flor de la arena para tendérsela a Hineko.- Aquí tienes preciosa.-
La chica tomó la flor con un gesto agradecido y se la entregó a Sanji. El muchacho dejó caer la cola con gesto alicaído.
-Que era para ti...-
-¿Quién eres tu? No paramos de encontrar gente en un maldito desierto.- Profirió Zoro, observando desde atrás.
-Yo soy Sal-Ox, Ox-sama para ti, tipejo. Y soy un demonio..-entornó los ojos con gesto amenazador- así que cuidadito conmigo.-Fijó la vista un segundo sobre la navegante y sonrió de nuevo- Tu puedes llamarme Ox a secas encanto.-
Los ojos de Luffy centelleaban de admiración.
-¡Un demonio de verdad! ¡Únete a mi tripulación Salox!- Dijo, tironeando de la muñeca del chico demonio.
-¡Suelta hombre! Y es Sal-Ox, separado.-
-Pues eso, Salox.- Repitió el capitán, sin remedio.
-¿Qué es lo que os trae por aquí? No es un buen destino turístico...- Ox se afanaba en sacudirse su fino y brillante pelo oscuro para quitar la arena que pudiera haberse colado en él. Noe-moe alzó la voz desde detrás.
-Estamos buscando nuestro barco, y a nuestros amigos...-
-¿Un barco?...- él alzó una ceja y asintió, comprendiendo.- Si un barco ha desaparecido sin explicación en este desierto, yo se quién se lo ha llevado.-
-¡¿Qué alguien se ha llevado nuestro barco?!- dijo Luffy a voz en grito- ¿Quien ha sido? ¡Le patearé el trasero!-
-Cálmate muchacho...yo puedo llevaros si queréis. Seguro que está en Pluralia Tanctum.- Asintió Sal-Ox, con suficiencia. El resto pareció no comprender y éste suspiró exasperado.- No sabéis nada ¿eh?...Pluralia Tanctum es la ciudad de caza recompensas, ladrones y demás rufianes por excelencia. Seguro que vuestro barco se encuentra allí. Y quizá vuestros amigos también, si no les han sacado ya los órganos para venderlos de contrabando.-
-Pues pocos órganos van a sacar de esos dos...-rió levemente Hineko.- Está bien chico con cuernos...llévanos hasta allí, si eres tan amable.-
-Por ti princesa, soy lo que sea.- Ox le dedicó un guiño descarado y les indicó con la mano que lo siguieran, pero se paró en seco.- ¡Oh! casi lo olvido, mi gorro...-se inclinó en el montón de arena aún removida del que acababa de salir y hundió la mano, sacando un acolchado sombrero rosa, con una cruz blanca. La tripulación al completo se quedó de piedra, y Chopper saltó al suelo corriendo hacia él.
-¡Mi gorro! ¡Ladrón, devuélvemelo!- dijo, dando golpes casi insignificantes con sus pequeñas patitas. Ox rió un poco, señalándolo.
-Oh, ¿es tuyo? Lo encontré en la arena y pensé que me favorecía...pero si es tuyo puedes quedártelo. - Se inclinó a devolver al pequeño reno su gorro y éste lo recibió entre lágrimas de alegría colocándolo de nuevo sobre su cabeza.- Vamos...ahora sí. Nos queda mucho camino por hacer. Vuestro navío, ¿era muy grande?-preguntó, comenzando a caminar en cabeza de la tropa pirata.
-¡El más grande!- Sonrió Luffy, asintiendo.
-Entonces solo conozco una persona que pueda habérselo llevado...-esbozó una sonrisa misteriosa y dijo- Bounty Sandwalker, el líder de los Singularia Tanctum. Son el grupo mas poderoso de bandidos de toda la ciudad. Trabajan como cazarecompensas a tiempo parcial. Pero yo le conozco, quizá acceda a devolveros vuestro barco.-
Todos parecieron acoger la noticia con agrado. Después de unas horas tan duras en el impío desierto, haber encontrado a alguien que pudiera guiarlos hasta su destino eran muy buenas noticias. Y con algo de suerte, hasta tendrían un lugar donde pasar la noche, y comer algo para reponer fuerzas. Mientras avanzaban, el sol fue bajado poco a poco en el ocaso, dando tregua a los Mugiwara y amainando el calor que emanaban sus rayos.

                                                                            ***


Había llegado ya la noche al oscuro desierto cuando las grandes puertas de Pluralia Tanctum se abrieron para dejar pasar a la tripulación Mugiwara. Para sorpresa de los piratas, la ciudad no presentaba un aspecto sucio o desconfiable, en realidad era una ciudad construida casi enteramente en madera y metal. Con trozos de chatarra y piezas sueltas que parecían sacadas de algún desguace, pero cuidadosamente colocadas para crear edificios y casas. Allí donde miraras había mercados, o grupos de personas intercambiando diversos objetos. A su vez, tablones enteros de carteles de "se busca" adornaban las calles. Afortunadamente ninguno pudo reconocer su rostro en ellos de camino al refugio de los Singularia Tanctum. El lugar era muy grande, con aspecto destartalado, y una gran puerta de chapa que lo protegía del exterior.
-Dejadme hablar a mi con él.- Dijo Ox, cuando hubieron estado frente la entrada- Trataré de convencerlo.-
El muchacho golpeó la chapa con los nudillos un número concreto de veces y la puerta se abrió ante ellos. Al entrar se podrían apreciar a algunos tipos, sentados aleatoriamente, o caminando de aquí para allá. Al fondo de la estancia, sobre un gran sillón con cierto aspecto steampunk, descansaba un muchacho de pelo negro y engominado hacia atrás, del cual un largo mechón se escapaba y cruzaba su frente y sus ojos. Una cicatriz atravesaba su ojo derecho en diagonal, casi llegando a su nariz. Bebía de una jarra metálica y en la mano libre sostenía un trabuco que parecía haber sido modificado.
-Bounty...- inquirió Sal-Ox, haciendo un cabeceo. El susodicho devolvió su saludo de igual forma.
-¿Qué haces aquí pequeño diablo?- Rió el líder de los Singularia.
-Menos cachondeo...he venido a pedirte un favor.- Bounty alzó una ceja y Ox continuó.- ¿Has encontrado un navío descarriado en el desierto en los últimos dos días?-
-Así es...-asintió el líder.- Uno con un mascarón de girasol y velas a rayas blancas y rojas. Una Jolly Roger de calavera con sombrero de paja ondeaba en la vela mayor. ¿Por?...-
-Lo sabía.- Apuntó el demonio.- Es de éstos muchachos, y van a tener muchos problemas si no se lo devuelves...además ¿había alguien a bordo? ¿No le habrás sacado las tripas no?.-
-Pues lo hemos intentado...-admitió, bebiendo de su jarra- Pero uno era un esqueleto y el otro un ciborg, no quedaba nada que sacar. Los dejaré libres si quieres, no me interesan. Pero no me desharé tan fácilmente del barco.-
La tripulación suspiró aliviada de que sus compañeros se encontraran en buen estado, pero aún debían resolver el problema de su navío perdido. Tras un rato de deliberación, Bounty apartó su copa y los señaló.-
-Está bien, hagamos un trato...- Todos devolvieron su mirada expectantes.- Yo os devuelvo vuestro barco...si vosotros me conseguís las ganancias que éste me pudiera haber proporcionado.-
-¿De cuanto dinero estamos hablando?- intervino Hineko, cruzándose de brazos.
-Que tal...¿200 millones de berries?- esbozó una sonrisa elocuente y los piratas perdieron el aliento.
-¡Eso es demasiado dinero! No lo conseguiremos...-la chica se mordió el labio-...la mitad. 100 millones y nos das nuestro barco.-
Bounty deliberó unos instantes y finalmente accedió de mala gana.
-Está bien, pero vuestro plazo para conseguirlo es de dos días, sin contar con ésta noche. ¿Trato hecho?-
Los piratas asintieron conformes, y el pacto fue cerrado. Ox les ofreció pasar la noche en la guarida de los Singularia Tanctum. Había habitaciones de sobra en aquel lugar, y se pasaba bien la noche. Cualquier sitio era ya mejor que el desierto así que todos aceptaron su gesto agradecidos de poder dormir en una cama caliente aquella noche.

                                                                             ***

Noe-moe se acurrucó plácidamente entre las gruesas mantas de su lecho. Debían rondar las 3 de la madrugada y por fin había conseguido conciliar el sueño cuando súbitamente un ruido de cristales rotos y golpes sordos la hizo despertar de golpe. Saltó de la cama como impulsada por un resorte y corrió a lo largo del pasillo, siguiendo la fuente del sonido. Escucho entonces un forcejeo y frenó frente a la puerta de Hineko. Su mano temblaba sobre el picaporte. Hizo de tripas corazón y abrió de golpe, paseando la mirada desesperada por la habitación. Allí no había nada. Ni nadie. Solo unos cristales rotos frente a la ventana abierta de par en par. Las cortinas silbaban al viento. Lo último que escuchó fue una risa grave y penetrante, y su vista descendió hasta fijarse en los brillantes granos de arena dorada que adornaban un camino desde la cama de la navegante, hasta la ventana.




viernes, 14 de diciembre de 2012

Caminos separados; ¡Que le corten la nariz!

"Espero que estés orgulloso..."

Tan pronto como los rayos de sol de la mañana comenzaron a penetrar tibios por la ventana del camarote de Hineko, ésta se revolvió entre las sabanas, rezongando ligeramente antes de salir de la cama y desperezarse. Puesto que en los días transcurridos había hecho bastante calor, se había acostumbrado ya a vestirse únicamente con un bikini durante la mayor parte del día. Cuando se lo hubo colocado, junto con sus sandalias, observó el log pose en su muñeca y sonrió al observar la aguja titilando en su lugar. Seguían con buen rumbo. Abrió la escotilla y sacó la cabeza para otear el horizonte. El clima era espléndido y el viento soplaba en su favor. Las cosas no podían ir mejor. Abandonó la sección de camarotes saliendo a cubierta y de inmediato un suculento olor inundó sus fosas nasales. En cubierta, sobre una parrilla, Sanji cocinaba un gran trozo de pescado. Su carne era blanca como la nieve y brillaba por su frescura. Esparcía por toda la cubierta un aroma que hacía la boca agua. Mas allá, descansaba sobre el césped el cadáver de una enorme cría de Rey Marino. El cocinero se mantenía silencioso y serio, únicamente afanado en su obligatoria tarea de dar de comer a la tripulación. Por otro lado, junto al enorme monstruo brincaban Luffy, Chopper y Usopp. Este último repetía todo el rato una retaíla sobre como un bravo pirata de nombre "Usopp el Fiero" se había enfrentado contra el más grande de los Reyes Marinos y lo había matado para dar de comer a sus compañeros. Hineko alzo una ceja, riendo levemente. Desde luego no era el mas grande ni por asomo, pero si era un Rey Marino, y tenía un tamaño considerable. En cuanto la vieron entrar, el pequeño Chopper corrió hacia ella y se paró dando saltitos frente a la navegante.
-¡Sugoi! ¡Sugoi nee! ¡Es increíble Hineko-sama! ¡Usopp-san ha pescado un rey marino!- Ella le sonrió y asintió despacio.
-Si, ya lo estoy viendo con mis propios ojos..- Se acercó lentamente a la criatura muerta y la observó mas detenidamente. Luego, su mirada se posó sobre el tirador.- Así que...Has sido capaz después de todo.-
-Sí, así es, y sin ayuda de nadie. - Contestó el muchacho, alzando la barbilla con orgullo. Hineko dio una palmada.
-Bien, te felicito...- Giró la cabeza y le dedicó una gran sonrisa al cocinero, que ahora servía porciones de pescado en platos individuales- ¡Sanji-kun! Tengo hambre aún no he desayunado...-
El chico rubio le devolvió la que debía ser su primera sonrisa de la mañana y se aproximó para ofrecerle un plato, pero Usopp tiró de la muñeca de la chica, reclamando su atención.
-He cumplido mi parte del trato...-dijo, esbozando una sonrisa que no escondía un rubor nervioso.- Ahora tienes que cumplir tu la tuya...-
Hine le miró un instante y sintió la sonrisa de Sanji crisparse a su espalda y sus uñas arañar suavemente el plato que sostenía. No obstante, rodó los ojos y asintió de buen talante.
-Tienes razón...he de cumplir.- Dicho ésto sujetó la larga nariz de Usopp y tiró de ella, atrayéndole hacia sí y dando un beso fugar sobre sus labios- Ya está.
-¿Eeeeeeh?- Se quejó él- ¿Y-ya está? Que corto...eso no ha sido...- Iba a continuar quejándose cuando la mirada asesina de Sanji se clavó en sus ojos con una intensidad demoníaca y ésto le provocó una risa nerviosa, limitándose a asentir y dar las gracias. El cocinero se colocó entre ambos empujando con el hombro al tirador para que se hiciera a un lado y entregar su plato a la chica. Usopp fue a quejarse de nuevo por el golpe pero Sanji se giró de inmediato, alzando la voz.
-Cierra el pico y ve a quemar los restos del cadáver del pescado, nagappana...-
-Quemarlos...que tonto eres Sanji-kun...baaaka Sanji-kun, eso nos lleva tiempo y combustible. Es mas fácil lanzárlos por la borda. - Le replicó el chico, rodeando lo que quedaba del Rey Marino en la red de  pesca, para alzarlo de cubierta y colocarlo pendiendo sobre la superficie del mar.
-No, no es buena idea.- Insistió Sanji, con tono tajante y rencoroso.- Te he dicho que los quemes y...-
Usopp no le dio tiempo a acabar, soltó la palanca y dejó caer el resto de la carne del Rey Marino a la mar.
-¡Ya está! ¿Ves que fácil? - El tirador alzó las cejas con suficiencia y Sanji enrojeció de rabia. Hineko colocó una mano tranquilizadora sobre su hombro y finalmente el cocinero volvió a su lugar de trabajo refunfuñando en voz baja.
Noe-moe salió de los camarotes justo cuando la navegante ya estaba acabando su desayuno y Usopp y sus dos fieles compañeros se dedicaban ahora a cantar tonadillas sobre el "Fiero Usopp". Se sentó junto a su amiga, acompañándola sobre la baranda de cubierta, e intercambiaron miradas un instante.
-¿Qué tal va?...- Murmuró Hineko, con tono preocupado y frunciendo el ceño. Por toda respuesta, Noe negó con pesadumbre.
-Nada...aún no me habla...a penas ni me mira...y ya ni recuerdo como es dormir acompañada.- Alzó de nuevo la vista de sus ojos, que se tornaban cada vez mas húmedos, buscando comprensión.- ¿Tu sabes lo que es eso, verdad?...- Hine asintió.
-Las noches son siempre frías para mi...- Noe-moe rompió en un llanto sordo y contenido, y su amiga la abrazó despacio y con fuerza, profiriendo un suspiro.- No te preocupes... - La tranquilizó- No tardará en arreglarse.-
Zoro fue el último en salir a cubierta con un sonoro bostezo, rascándose la nuca aún adormilado. Sanji lo observó apoyado en el marco de la puerta de la cocina, secándose las manos con un trapo.
-¿Donde están Franky y Brook?- Preguntó, sacando de su camisa un paquete de tabaco y una cerilla, dispuesto a encenderse un cigarro.
-Siguen durmiendo...Es increíble, son los menos humanos de aquí y aún así los que mas duermen, que vagos...-
-Permíteme discrepar...- Murmuró Sanji, alzando su ceja en espiral.- Tu tienes el récord de todos los tiempos en lo que a horas de sueño por día se refiere. -
El espadachín hizo caso omiso a la apuntación de Sanji y se sentó tranquilamente sobre el césped, observando el vaivén del navío sobre las olas.
-El mar está extraño hoy...- Murmuró, y Hineko le dirigió una mirada curiosa.
-¿Extraño? Yo lo he visto perfectamente normal...-
-No...- Repuso Zoro- El agua está mas oscura de lo normal...- Señaló la superficie del gran azul y la chica siguió la dirección de su dedo. Abrió los ojos poco a poco al ver que, en efecto, una enorme sombra oscura se agrandaba poco a poco bajo el casco del Thousand Sunny.
-Eso no es la mar...eso...es...- murmuró, un instante antes de que un brutal impacto sacudiera enteramente el barco. Todos perdieron el equilibrio y Sanji se apresuró a agarrar a Hineko antes de que impactara contra el suelo.
-¡Te lo dije!- Gritó, escupiendo el cigarro que sostenía entre los labios.- ¡No debiste tirarlo por la borda! ¡Les has servido la cena en bandeja y somos nosotros, imbécil!- La acusación llegó directa a los oídos de Usopp que, agarrado de un cabo, temblaba como una pluma en mitad de una ráfaga de aire.- ¡Nos vas a matar a todos!-
Las últimas palabras quedaron ensordecidas cuando un segundo golpe impactó sobre el Sunny Go, y éste voló por los aires como un barco de juguete en la bañera de un niño pequeño. Todos los tripulantes se agarraron a cuanto pudieron, algunos salieron despedidos, otros rodaron por cubierta, o impactaron contra diversos objetos.
Lo último que vieron antes de desmayarse, fue una espiral de cielo azul y arena parda.

                                                                           ***

Un calor asfixiante penetró en los pulmones de Hineko haciéndola despertar de golpe entre jadeos, buscando bocanadas de aire fresco. Abrió lentamente los ojos pero la intensidad de la luz la obligó a mantenerlos abiertos en una fina rendija para que sus pestañas filtraran parte de la fuerte claridad. Se encontraba mareada y desubicada, y miró a su alrededor, pero tan solo vio luz. Cuando poco a poco sus sentidos se fueron despejando y sus ojos acostumbrándose al clima, sintió la sensación suave pero ardiente de la arena bajo su cuerpo. Sin duda debía seguir viva porque aquella arena de color parduzco había amortiguado su caída. Se incorporó hasta sentarse y distinguió a lo lejos una serie de siluetas alargadas, que titilaban como líquidas debido al calor del aíre. Se colocó la mano sobre la frente, haciendo de visera contra el sol, y pudo comprobar que se trataba de tres katanas, clavadas sobre la arena de forma aleatoria, y más allá un cuerpo tendido sobre ésta, completamente inmóvil. Haciendo acopio de fuerzas se levantó del todo, y agradeció llevar puestas aún sus sandalias, ya que la superficie de aquel desierto ardía como una sartén al fuego. Se aproximó a las espadas y fue sacándolas una a una, sosteniéndolas bajo el brazo. Como había pensado, aquella silueta tendida en el suelo era la de Zoro. Se inclinó junto a el y le sacudió el hombro. El espadachín se despertó con un quejido molesto, llevándose la mano a la cabeza.
-¿Donde demonios...?- Murmuró, aún desconcertado.
-Parece que hemos ido a parar al desierto de una isla de verano...- cuando el muchacho se incorporó, ella le tendió sus katanas, que Zoro fue metiendo en su cinto. - No veo nada alrededor...es una tierra yerma...-
Él la miró y luego alzó la vista al cielo, mascullando maldiciones. Se quitó el pañuelo negro, anudado en su antebrazo, y se lo tendió a la chica.
-Póntelo sobre la cabeza, te protegerá de la insolación.- La navegante le dirigió una mirada extrañada y el samurai le insistió- Cógelo demonios...- Ella obedeció y se colocó el pañuelo sobre la cabeza. Zoro profirió una risa divertida al mirarla. - Ahora pareces una pirata clásica de verdad...-
-Deberíamos caminar...quizá encontremos algún lugar donde pasar la noche. En el desierto las temperaturas descienden de forma alarmante al caer la noche, y no deberíamos pasarla a la intemperie...- Murmuró Hineko, mirando alrededor. Sin decir nada, Zoro comenzó a caminar y la navegante lo siguió, esperando encontrar un lugar donde refugiarse durante su travesía sin rumbo.

                                                                            ***

Noe-moe hundió la mano en la arena ardiente y tiró de la camisa de Luffy, sacándolo a la superficie entre toses y suspiros.
-¡Aaaaaah. menos mal! Creí que me ahogaba...- dijo recolocándose su sombrero de paja sobre la cabeza. Al no reconocer el paisaje a su alrededor, se levantó rascándose la nuca. Tras él, Noe le contemplaba con gesto abatido. De la mano de la chica, caminaba Chopper, que le miraba entre lágrimas. Sobre su cabeza exhibía sus cuernos y orejitas de reno, totalmente desnudos.
-He perdido mi gorro...- Sollozó en voz baja.
-Debe haber sido durante la caída...- Apuntó Noe-moe. El capitán los observo con gesto de circunstancias y se inclinó a acariciar la cabeza del pequeño reno.
-Entonces tenemos que encontrarlo cuanto antes...- Esbozó una enorme sonrisa, y el sol arrancó destellos de sus dientes perfectamente blancos. Chopper asintió entre lamentaciones y Noe se agachó para cogerlo en brazos sobre su espalda, y así evitar que caminase con las patitas desnudas sobre la arena hirviente del desierto.
-Deberíamos caminar en dirección contraria a donde estamos. Quizá así lleguemos hasta donde el Thousand Sunny se estrelló. No podemos haber caído muy lejos de él, hasta me extraña no verlo alrededor...- Comentó la chica, y Luffy asintió con ánimo.
-¡Yosh! ¡Vamos! Cuanto antes comencemos antes llegaremos.-
Cuando comenzaron a caminar, el sol comenzó a esconderse tras las dunas.

                                                                            ***

Sanji descargó un fuerte puñetazo sobre la mejilla de Usopp, y el golpe seco resonó en eco de la oscura cueva. Lo alzó con fuerza del suelo y sus ojos brillaron con rabia en las sombras.
-Espero que estés orgulloso...- masculló entre dientes- nos has condenado a todos a morir de hambre y sed en el desierto por tu estupidez de pretender ser mas listo que nadie.- Volvió a lanzárlo contra el suelo rocoso y le dedicó una desdeñosa mirada desde su posición. Usopp le devolvió un gesto de miedo y arrepentimiento entre leves quejidos.- Escúchame bien...si llega a pasárles algo a las chicas por tu culpa...si Hineko llega a morir en este desierto...-su voz se volvió mas grave y amenazante a medida que continuaba.- Yo mismo te cortaré esa estúpida nariz...Y serás pasto de los Reyes Marinos...



miércoles, 12 de diciembre de 2012

Segunda saga: Nuevo viaje, antiguos recuerdos.





La tripulación Mugiwara había recorrido la mar durante dos semanas ya, tras abandonar Enies Lobbie. El clima había sido favorable la mayor parte del tiempo, con temperaturas tropicales, y vientos suaves y cálidos. Hineko, en su conocimiento como navegante, había dictaminado que debían estar aproximándose a una isla de verano.
Sanji paseó la vista por las alacenas vacías de la cocina y las cerró con un suspiro. La nevera estaba a menos de la mitad de su capacidad ya, y se estaban quedando sin provisiones. Se arremangó la camisa y se afanó en hacer un refrescante zumo de frutas, cuidadosamente adornado, para reavivar el paladar de la tripulación. Una vez vertido en vasos de tubo salió a cubierta manteniéndolos en una bandeja plateada sobre su mano derecha. Las chicas, Hineko y Noe-moe, se relajaban recostadas sobre unas preciosas tumbonas que compraron hacía ya muchos meses en una isla de primavera llamada Tyrel. Lo recordaba a la perfección pues él mismo había ayudado a elegir las mas cómodas y dignas de las, a sus ojos, tan hermosas muchachas de la tripulación. Colocó una mano sobre el respaldo del asiento de Hine, y se inclinó ofreciéndole uno de los vasos que ella aceptó con gusto, agradeciendo el gesto. Había preparado tres zumos, dos para las señoritas, y uno para Chopper, pero éste no quiso aceptarlo ya que parecía ensimismado en dar buena cuenta de un algodón de azúcar que se había agenciado. Seguidamente se acercó a Noe, que le devolvió una mirada un tanto alicaída a través de los oscuros cristales de sus gafas de sol. No obstante aceptó el gesto por su parte y tomó el refresco, hundiendo la mirada en él. Sanji estaba seguro de que todos, y no solo él, se habían percatado del decaído estado de ánimo de la muchacha, que duraba ya por dos semanas. De alguna forma eso había afectado al resto de tripulantes. Noe-moe, que acostumbraba a ser una chica vivaz y alocada, llena de vida y entusiasmo, enérgica como una chispa revoloteando en el viento, a penas salía ahora de su cuarto y siempre mostraba profundas ojeras y ojos cristalinos. Era muy consciente de que si Hineko no la hubiera arrancado a la fuerza de su camarote aquella tarde, la chica no habría accedido a colocarse su bikini y dejarse tocar un poco por el sol. Mientras el cocinero permanecía sumergido en sus cavilaciones una cabeza cadavérica, precedida por una risa perversa, emergió por el lado derecho de la tumbona de la chica pelirroja. Ésta la miró un instante, y Brook, el esqueleto, le devolvió una enorme sonrisa.
-¿Sería tan amable de mostrarme qué se esconde bajo ese bikini, navegante-chan?...- Murmuró el músico. Hineko abrió los ojos y enrojeció de vergüenza. Los labios de Sanji se crisparon de ira y propinó una patada descendente sobre la cabeza del esqueleto, sin derramar si quiera una gota de los vasos sobre la bandeja.
-¡Idiota pervertido! ¡Hineko-san no va a enseñarte nada mientras yo viva!-
La risa de Brook se volvió mas estridente mientras se frotaba la frente debido al golpe y se marchaba animado, como si nada hubiera pasado.
-Nunca aprende...- Gruñó Franky, observando la escena desde detrás, de brazos cruzados. La visión de la alacena vacía volvió a la cabeza del cocinero y alzó la mano para pedir atención.
-Tengo que deciros algo, antes de que lo olvide. Estamos rozando el límite de provisiones en el barco, y debemos parar en alguna isla para repostar.-
Luffy, tumbado sobre el mascarón de proa como de costumbre, abrió un ojo para mirar a Sanji.
-¿Me estas diciendo que no queda comida?- Sanji dio respuesta afirmativa a su pregunta y Luffy observó las esponjosas nubes que surcaban el cielo- ¿Y entonces...no queda carne?...-
-No, no queda nada de carne- Sentenció el muchacho rubio - Tan solo algo de arroz, pescado y algas.-
El capitán saltó como un resorte y se colocó junto a él, tironeando de la manga de su camisa.
-¡Sanji! ¡Es una desgracia! ¡Vamos a morir de hambre! ¡Kamisama, no queda carne!- Se lamentaba a voz en grito. Usopp, sentado sobre la baranda, suspiró torciendo el gesto.
-¡Que escandaloso eres Luffy! No vamos a morir de hambre...- Sanji le dedicó una sonrisa fatídica. Por mala que fuera la noticia, le gustaba preocupar al asustadizo tirador.
-No estés tan seguro...a penas queda nada.- Usopp tragó saliva sonoramente, pero como de costumbre no quiso que su inquietud saliera a relucir frente a sus compañeros, así que forzó una gran sonrisa y se señaló con el pulgar.
-Entonces no temas, Sanji-kun...Yo, el capitán Usopp, temido en todos los mares, conseguiré comida suficiente para toda la tripulación.-
Los ojos de Chopper centellearon, y el pequeño reno se giró para mirarle, acongojado por sus aires de grandeza.
-¿De veras? ¿Tu puedes hacer eso? Es increíble...- Murmuró, arrancando un trozo de azúcar rosada de su algodón, para luego llevárselo a la boca.
-Por supuesto que puedo hacerlo pequeño Chopper, aún no conocéis mi auténtico potencial. -Amplió una sonrisa orgullosa y de fondo se escuchó un ruido de sorbido a través de una pajita. Hineko dejó el vaso sobre la bandeja en manos de Sanji al tiempo que se volvía hacia Usopp y se colocaba las gafas de sol sobre la cabeza, con una sonrisita poco convencida.
-¿Y como piensas hacerlo?...- murmuró, y todos guardaron silencio. Porque cuando Hineko lanzaba un desafío, Usopp era capaz de perder una pierna en el intento con tal de demostrar su valía frente a la navegante.
-¿C-como dices?- el artillero la miró un segundo, pero luego sus ojos fueron de un lado a otro con nerviosismo.
-Que..¿como vas a conseguir tanta cantidad de comida en medio del mar?-
-Pescando.- Sonó la voz de Zoro. Todos hubieran jurado que había estado durmiendo hasta entonces, pero ahora observaba la escena con un ojo abierto, sentado sobre el césped de cubierta y apoyado contra el mástil de la vela mayor.
-¡E-eso!- Clamó Usopp, triunfal.- Pescaré algo de comer.-
-Tendrías que pescar cientos de peces.- Dijo Sanji, rodando los ojos- Imposible...-
-A menos que pescaras un Rey Marino.- Junto a Hine, Noe-moe se deshizo de sus gafas mostrando sus ojos húmedos y cansados, pero sonreía divertida.
-Un Rey Marino...-murmuró la navegante, acariciándose la barbilla- Interesante azaña...-
Al escucharla, Usopp bajó de la baranda, donde estaba pescando, y recogió su caña.
-Eso no es nada, yo puedo hacerlo.- Ella aun no parecía convencida así que el muchacho tomo aire y sonrió.- ¿Qué apuestas a que mañana por la mañana cuando despiertes ya lo he pescado?-
Hineko profirió una risa divertida y cantarina y le tendió la mano.
-Si no lo consigues te cortaré la nariz. Pero no hay problema, ¿no?, porque pareces convencido de hacerlo.- Le guiñó un ojo y Usopp palideció un poco, pero tomó su mano y sonrió levemente.
-Está bien pero si gano yo, tendrás que darme algo...-
La atención creció ahora por parte de la tripulación y la muchacha ladeó la cabeza, sonriendo a la par que enarcaba una ceja.
-¿Qué tengo yo que puedas querer tú?-
El tirador le dirigió una larga mirada y se cruzó de brazos, manteniendo la sonrisa.
-Un beso.-
La bandeja plateada cayó al suelo desde la mano de Sanji con un estruendo de cristal y metal, y los refrescos se derramaron sobre las hebras de hierva.
-Serás miserable, embustero...- Masculló entre dientes, sus ojos azules ardían de rabia. Cuando dio un paso adelante con toda la intención de atizarle, Zoro sujetó su tobillo.
-Cálmate, cocinero. Todos sabemos que un humano enclenque no puede hacer lo que él se propone.-
Sanji sostuvo la mirada de los ojos del espadachín y volvió a su sitio, tomando aire y alzando la barbilla para guardar un digno silencio. El pacto estaba sellado, y Hine nunca faltaba a una promesa, ni una apuesta. La muchacha se retiró a su camarote, y Usopp siguió el balanceo suave de sus caderas al caminar frente a ellos, pero su vista se desvió rápidamente hasta mirar de soslayo el gesto homicida que se leía en los ojos de Sanji, por lo que subió al puesto de vigía a prepararse de inmediato. El cocinero recogió con parsimonia lo que había dejado caer, y entró en la cocina, de la cual comenzó a fluir un sonido de lavar de platos.
-Lo que hay que ver...- bufó Franky, tras el timón, en su puesto.
Se hizo un silencio en el cual Zoro y Noe intercambiaron una mirada, pero él cerró los ojos y volvió a sumirse en su interminable sueño, y ella se cubrió los suyos con las gafas, recostándose sobre la tumbona con un suspiro entristecido. La calma fue rota por la voz de Luffy que, parpadeando perplejo sentado en el césped dijo;
-Tengo hambre...-
A lo que Noe contestó;
-No eres el único al parecer...-
Y lanzó una rápida mirada a través de sus gafas al cubículo del vigía que se alzaba sobre su cabeza, en lo alto de la vela mayor.



lunes, 3 de diciembre de 2012

Cuando la mar reclama.

El viento siseó con fuerza en los oídos de Hineko cuando Kaku se precipitó al vacío desde la ventana de su habitación. Ella cerró los ojos un segundo esperando el impacto pero como siempre Kaku frenó con suavidad para comenzar a correr a toda velocidad a través de los edificios de la ciudad, de camino a la costa. Giró la cabeza y los largos mechones de su pelo rojo se revolvían al viento frente a sus ojos junto a la visión de un lejano punto negro que los perseguía en la lejanía, saltando en el aire con insultante facilidad. Se inclinó apoyándose en los hombros de Kaku y alzo la voz para hacerse oír.
-A éste paso nos tomará ventaja.- El muchacho asintió, consciente de ello- Para cuando lleguemos a la costa ya nos habrá alcanzado.-
-¿Qué sugieres?- Le preguntó él, apremiándola, y la chica puso en funcionamiento su cerebro. Se inclinó y susurró un par de cosas a su oído.- De acuerdo.- Contestó- Agárrate fuerte.
Hineko obedeció y Kaku descendió para aterrizar con facilidad. Al tiempo que la dejaba suavemente sobre el amplio borde de la muralla una sombra veloz como un rayo se abalanzó sobre él arrastrándolo varios metros y abriendo un surco en la superficie de piedra. La pirata contuvo un grito de sorpresa mientras su vista se posaba en el Thousand Sunny, que flotaba a apenas un salto de ella, y luego sobre los dos muchachos que peleaban a riesgo de caer al agua. Y Lucci iba ganando claramente. Escuchó el grito de Luffy a su espalda que le insistía en que subiera a bordo, pero sus ojos no se despegaban de la escena. Los puños de Lucci se descargaban sin ninguna piedad sobre el rostro y las costillas de Kaku, que no tenía tiempo siquiera de gemir a causa del dolor, y a duras penas podía defenderse. El estado de cólera de Lucci respecto a la traición de su compañero del CP9 era tal que se había olvidado de que ella estaba alli. Hineko tomó aire y se concentró al máximo. Cogiendo carrerilla echó a correr hacia ellos justo cuando Lucci alzaba a Kaku de la chaqueta para propinarle otro brutal golpe en la cara. Cuando los alcanzó, Lucci alzó la vista a tiempo para ver como la chica atravesaba a Kaku por completo como si éste estuviera echo de humo y embestía con una fuerza brutal contra él, haciéndolo caer con ella al mar. En cuanto el cuerpo de Rob Lucci atravesó la superficie cristalina Hineko lo sintió volverse pesado de inmediato y dejó de moverse al instante. A través de una visión borrosa por el agua pudo observar el gesto, confundido y abrumado de él, que la observaba con los labios entreabiertos, por los que se escapaban perladas burbujas del aire que lo mantenía vivo. La chica se apartó de él y pataleó con fuerza hacia la superficie, tomando una gran bocanada de aire al alcanzarla. Sintió como algo se enrollaba alrededor de su cintura y la alzaba con fuerza fuera del mar, haciéndola caer sobre la cubierta del barco. Hineko se levantó a trompicones tosiendo por la falta de aire.
-¡No! ¡Esperad! ¡Si no lo sacamos se ahogará!- Zoro, que miraba el agua con gesto crítico frunció el ceño.
-Déjalo...que así sera...-
-¡No! ¡Por favor!- Gritó la voz de Noe-moe desde el castillo de popa, que observaba también con gesto preocupado. Rápidamente alzó una larga soga enrollada y, no sin esfuerzo, se la lanzó a su compañera, que la cogió al vuelo y la desenrolló para lanzar un extremo al agua. La cuerda se hundió lentamente en el mar y todos esperaron en tensión unos segundos. Cuando Hine sintió el leve tirón bajo el agua, alzó el cabo con fuerza hasta que la cabeza de Lucci asomó en la superficie, solo consciente a medias, pero agarrado de la soga con la mano derecha. Luffy arrancó la cuerda de las manos de Hineko que le observó sin comprender, y acto seguido le lanzó el cabo a Kaku que lo agarró con el ápice de fuerzas que quedaban en su cuerpo, y arrastró a Lucci hasta ponerlo en tierra firme. La muchacha comprendió entonces el gesto de su capitán. Así ambos estaban en deuda, y Lucci no podría dañarle mas.
Zoro levó anclas con prontitud y el barco de los Mugiwara zarpó con un traqueteo. Sobre la muralla, un magullado Kaku le dedicaba la última sonrisa a la pirata pelirroja, que leyó en sus labios un "te quiero" y esta vez, ella se lo devolvió. Con suaves pasos Noe-moe se colocó junto a ella en la popa, y ambas observaron como las dos siluetas, completamente vestidas en negro, desaparecían en el horizonte, junto con la ciudad de Enies Lobbie. Hineko se llevó una mano al pecho sabiendo que sin haberlo querido se había dejado en aquel lugar una parte de si misma, y las pérdidas siempre eran dolorosas. Los ojos de Noe derramaron un par de lágrimas que ella misma no comprendió, y que se apresuró a secar de sus mejillas.
-Somos...libres...- Susurró, girando el rostro para mirar a su amiga, aún con ojos húmedos.
-Te equivocas...- Contestó la otra.- Una pequeña parte de nosotras ya nunca lo será...-
El sol se alzaba sobre el océano, haciendo centellear la superficie del agua, y desparramando los rayos del amanecer por la cubierta del Thousand Sunny. Cuando la calidez impactó sobre el rostro de las muchachas, ambas sonrieron suavemente, sintiéndose reconfortadas. Habían escapado de una muerte segura. Algo tironeó de la muñeca de Hine, y ésta se giró despacio. Frente a ella un maltrecho Sanji la observaba con una radiante sonrisa y una brillante mirada. Ella no dijo nada, tan solo le devolvió la sonrisa con un gesto dulce y lo abrazó en silencio ahora que podía hacerlo de nuevo. Sobre cubierta, toda la tripulación observaba con una sonrisa, a excepción de Usopp y Brook que permanecían tumbados sobre un par de camillas mientras Chopper los reconocía y curaba. Noe-moe se acercó a Zoro, que en silencio se mantenía apoyado sobre la baranda en el castillo de popa.
-Me alegra estar libres de nuevo...no soportaba pensar que pudieran hacerte daño- susurró la chica, rodeando la amplia espalda del espadachín. Éste se giró lentamente para mirar a sus ojos sin decir una palabra y ella se separó poco a poco al notar un toque extraño en su gesto. Zoro pasó despacio el pulgar por la mejilla derecha de la chica y la encontró húmeda aún. Volvió a mirarla.
-¿Y lloras la pérdida?- Dijo solamente, antes de separarse de entre sus brazos y bajar a cubierta, internándose en los camarotes.

                                                                          ***
El atardecer arrancaba destellos anaranjados de las olas. Los párpados de Luffy pesaban cada vez mas, entrecerrando sus ojos mientras permanecía tumbado boca abajo sobre el mascarón de proa del navío. El Thousand Sunny avanzaba a buen ritmo, impulsado por una cálida brisa que indicaba que debían estar cerca de una isla de verano. El muchacho sonrió para sí.
-Me pregunto cuanto habrán subido el precio de nuestras cabezas...- Murmuró adormecido, balanceando el pie con parsimonia.- Ha sido una buena aventura...- Alzó la vista al cielo y luego la depositó de nuevo sobre la mar.- Pero ya estamos de vuelta...y pronto listos para una nueva aventura...-amplió su sonrisa y lentamente se colocó su apreciado sombrero de paja sobre los ojos, cubriendo su cabeza y su rostro- porque la mar nos reclama.

FIN

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Ahora o nunca; Con uñas y dientes



Desde que regresó a su cuarto, al alba, no había tenido noticias de nadie. Ni de Noe, ni de Zoro, ni de Lucci...
Ni de Kaku.
Apretó las manos, con los dedos entrelazados sobre el regazo. Su mirada se perdía en el horizonte de Enies Lobbie. La tripulación Mugiwara tenía las horas contadas, y el fin estaba cada vez mas cerca. Se levantó de su butaca y rodeó uno de los barrotes de la ventana con la mano. Podría escapar. Podría saltar. Y recuperar su libertad. Sintió como la sangre hervía en sus venas y la barra de acero se deshizo incandescente entre sus dedos. No, jamás los dejaría atrás. Pero ya no tenía la llave. Tan pronto como éste pensamiento cruzó su cabeza, la puerta se abrió tras ella y Kaku dio un par de pasos dentro antes de desplomarse sobre el suelo de madera. Hineko corrió a arrodillarse junto a el. Tenía un aspecto horrible, y heridas con mala pinta por todo el cuerpo. No obstante se notaba que aquel que se las había infringido no pretendía que fueran heridas mortales. Sus miradas se encontraron y Kaku negó despacio, un hilo de sangre se escapó de sus labios cuando susurró.
-La llave...se la ha llevado...- No esperaba otra cosa. Hineko dejó caer la cabeza. Su corazón palpitaba reclamando venganza por todos sus compañeros...y por él.
-Ya has hecho suficiente, debes quedarte aquí.-
-Quiero ayudarte...te...te lo prometí...- La respiración del muchacho era entrecortada y le costaba un esfuerzo hablar. Ella negó, alzándolo para apoyarlo sentado contra la cama.
-No...ya basta. Escúchame Kaku debes olvidarte de mi. -Él alzó la cabeza, parecía entre confuso y temeroso- Tienes demasiado que perder si me ayudas y yo...-La pirata se mordió el labio inferior. Al final la araña se había enredado en su propia tela y se maldijo a sí misma por su debilidad.- ...no quiero que te haga mas daño. Yo recuperaré la llave. Y saldremos de aquí, todos.
-Imposible, ¡Te matará!- Kaku la sujetó de la muñeca, reteniéndola.
-Entonces moriré en el intento...- Ella se desembarazó y se levantó, avanzando hasta abrir la puerta.- Deséame suerte..-murmuró, dedicándole una última mirada.
-Te quiero.- Le contestó el, guardando silencio.
Hineko atravesó la puerta sintiendo como dejaba una dolorosa parte de sí misma detrás, pero eso no la retuvo. Había demasiado en juego. Estaba oscureciendo de nuevo. Esta vez la noche sería su mejor aliada. Y la paciencia su mejor virtud. Llegó a la entrada de las mazmorras del sector Norte y se apoyó en una esquina junto a la puerta, en silencio. Cerró los ojos, y simplemente aguardó a la luna.

                                                                     ***

Luccí acabó de limpiarse la sangre aun fresca de los nudillos, bajo el chorro de agua fría que vertía el grifo. Recogió su melena rizada de color negro azabache en una coleta y se arregló el nudo de la corbata. Aquella chiquilla pelirroja le estaba dando demasiados problemas. Se remangó la chaqueta y salió del baño hacia el calabozo donde mantenía cautiva a su prisionera. Esta vez iba a asegurarse de poner en su sitio a Hineko, y que aprendiera dónde estaba su lugar. Recorrió con paso firme todas las celdas hasta llegar a la última, y allí estaba. Todo en orden. La puerta seguía firmemente cerrada y Noe recostada contra la pared, con las manos a la espalda, la cabeza gacha y el pelo tapándole el rostro. Debía estar moralmente agotada, ya se acercaba el día de la ejecución. Abrió la puerta de barrotes y entró en su interior, acercándose despacio a ella. 
-¿Cómo está hoy mi querida cautiva?- Siseó con una sonrisa. Noe alzó levemente la cabeza, mirándole con un deje de miedo- ¿Has oído la última noticia?...Tu amiguita pretendía escapar...sin ti...-negó despacio, con falsa compasión- Iba a abandonaros a todos a una muerte segura. Supongo que no te sorprende al fin y al cabo sois piratas. Robáis y engañáis sin remordimientos. Pero no te preocupes, me encargaré de que se haga justicia. - Hatori, la paloma de Lucci la observaba con oscuros ojos vacíos desde su hombro- Voy a adelantar la ejecución de tu amiga 24 horas...al alba llegará su fin. Y ese será su merecido por haberos traicionado pequeña. ¿Estas de acuerdo?-
Lucci esbozó una sonrisa malévola pero un crujir de pisadas a su espalda activó todos sus sentidos. Al tiempo que se giraba a mirar toda su piel se había cubierto ya de un suave pelaje moteado de leopardo. Los ojos verdes de Hineko le observaban llameantes de furia.
-¿Cómo has...?- Antes de que él pudiera acabar la frase los puños de la chica se envolvieron en llamas y descargó un puñetazo que Lucci esquivó con facilidad. Rió con sorna ante el pobre intento de la pirata y le devolvió un zarpazo mortal directo al vientre, pero antes de darse cuenta su mano la había atravesado como si fuera aire. La observó confundido y no tuvo tiempo de parpadear si quiera cuando Hineko le devolvió la sonrisa y le asestó una potente patada desde atrás, por encima de la cabeza, inclinándose con elasticidad felina. El golpe lo alcanzó justo en el rostro y Lucci retrocedió a penas un par de pasos. Escuchó un chasquido metálico a su espalda y sacudió la cabeza despejándose. De pronto sintió todas sus fuerzas debilitarse de golpe. Sus garras, colmillos y pelaje de leopardo habían desaparecido y sus manos se encontraban fírmemente atadas a su espalda. Se giró despacio, con mirada homicida, y observó a Noe alejarse de él lentamente. Esposas de Kairouseki. En su cabeza todo comenzaba a encajar, pero demasiado tarde. Hineko giró sobre sí misma para darle una última patada en el vientre que lo lanzó contra el suelo. Rebuscó en sus bolsillos hasta que dio con la reluciente llave maestra y ambas salieron rápidamente de la celda, cerrando tras de si. Dedicaron una última mirada a Rob Lucci, que se levantaba poco a poco del frío suelo de piedra y luego se miraron un segundo antes de echar a correr hacia la salida sin tiempo que perder.
-Y ahora...¿que hacemos?- alzó la voz Noe-moe, observando a su amiga, con la adrenalina aún palpitando en su interior.
-Vamos abajo, a las celdas, tenemos que sacar a los otros. - Sentenció Hineko, tomando el desvío para descender- Saldremos hacia los astilleros y recuperaremos nuestro barco, debe estar incautado pero ya sin vigilancia a tan pocos días de nuestra ejecución. - Noe asintió asimilando toda la información con rapidez. Atravesaron sin miramientos la puerta de los calabozos de la planta inferior, paseando la vista con nerviosismo por todas las celdas. Uno por uno fueron localizando a todos los miembros de la tripulación. A las chicas se les saltaban las lágrimas de felicidad ante el encuentro. Aún con la prisa de la situación la emoción era palpable. Estaban maltrechos y heridos, pero incrédulos de estar libres. Luffy se frotó las muñecas con una enorme sonrisa mientras Hineko relataba el plan al resto de sus compañeros, y se afanaba en abrir la celda de Sanji. El cocinero alzó la vista y esbozó una gran sonrisa brillante al verla, sus ojos centellearon un segundo y ella en seguida se inclinó a darle un fuerte abrazo y un sonoro beso en la mejilla.
-Estaba preocupada...- Susurró, tan suave que nadie mas que él podría haberlo escuchado.
-Te he echado de menos...- Le contestó él. Se miraron un segundo, y dejaron las palabras para luego. Ayudándose unos a otros salieron por la puerta trasera de la estancia, escabulléndose en la noche y siguiendo los edificios de Enies Lobbie, hasta llegar a la gran muralla que daba a la costa. Entonces, todos pararon en silencio, abatidos. El enorme portón estaba cerrado, sellando la altísima muralla. Se miraron sin saber que hacer, y el capitán dio un paso al frente.
-Yo me encargo.- Se recolocó su sombrero de paja y haciendo girar el brazo, lo estiró hasta alcanzar el borde y salir disparado para cruzarla. Una vez arriba sonrió, y bajando la voz habló a su leal tripulación.- Uno por uno, os iré subiendo.-
Franky fue el primero en subir. Toda la operación debía ser llevada a cabo en absoluto silencio. Tras él fue Zoro, cargando con el sombrero lleno de huesos de Brook, seguido de Noe, que se agarraba a los brazos de Luffy con miedo a caer. Sanji dirigió una mirada a Hineko y posó un beso fugaz en sus labios, cogiendo en brazos a un desmayado Usopp.
-Te veré arri...-
Su frase fue cortada por un estruendo ensordecedor. Tras ellos, una enorme sombra se acercaba. La respiración acelerada y ronca del depredador en seguida paralizó a Chopper, y un fuerte escalofrío recorrió el cuerpo de Hine. 
-¡Vamos rápido!- Apremió Luffy, bajando los brazos de nuevo. Pero Chopper no se movía.
-¡No, no hay tiempo!- la chica alzó al pequeño reno en brazos cuando la luna ya bañaba el rostro transfigurado de Lucci a pocos pasos de ella. Era tremendamente rápido.- Es a mi a quien busca...-alzó al pequeño animal y Luffy solo tuvo tiempo de alzarlo por poco cuando el zarpazo de Lucci resquebrajó la piedra haciendo saltar humo y trozos de granito. Hineko se apartó de un salto, acompañado de un pequeño grito que se escapó de su garganta. No tenía tiempo de pararse a pensar. Ella era la presa. Él el cazador. Tenía que correr. Se levantó y avanzó tan rápido como pudo. Pero sus cortas pisadas no eran rival para la carrera de la fiera que se acercaba mas y mas. Sintió las afiladas garras de Lucci cortar el aire tras ella y su cabello siseó. Algunos centímetros de pelo rojo se alzaron en el viento, cortados. La muchacha tomó aire y alzó la voz.
-¡Lava Skate!- En seguida el suelo se fundió bajo sus pies, dejando un reguero incandescente por donde pasaba. Su velocidad aumentó considerablemente y patinó sobre la piedra como si de hielo se tratara. Lucci le cortaba el paso de vuelta a la muralla. La estaba alejando, justo como él quería. La obligó a atravesar la ciudad, pisándole los talones, y volver a adentrarse en el edificio principal de Enies Lobbie. Subió las primeras plantas y cuando llegó al ala Norte, atravesando el corredor bañado de luz por las cristaleras, de un salto se abalanzó sobre ella. El peso del enorme leopardo la dejó sin aliento al chocar contra el suelo de boca. La había vuelto a atrapar, exactamente en el mismo lugar. Forcejeó y dificilmente consiguió ponerse boca arriba y parar las dentelladas del depredador. Lucci parecía mas salvaje que nunca. Entregado a los instintos asesinos de su parte animal. Ella tenía una increíble fuerza y conseguía mantener las mandíbulas abiertas, pero él era todo músculo y sed de sangre y de una sacudida consiguió que sus dedos resbalasen. Los largos colmillos de Lucci fueron a hundirse en el antebrazo de Hineko que soltó un alarido de dolor. Instintivamente su cuerpo se sobrecalentó a una temperatura increíble como forma de protección y el leopardo apartó de inmediato las fauces, con un gemido dolorido. La chica se levantó a trompicones, con todo su cuerpo llameante de flamante fuego. Si no aprovechaba la oportunidad, quizá no tuviera otra. Alzó la mano y extendió los dedos, pegando la palma de un golpe al suelo, que en seguida se levantó levemente desprendiendo humo y llamas.
-Hi no Ryuu...- Recitó Hineko, y un gran dragón se formó de las llamas que se alzaban desde el suelo. Lucci lo observó, bufando, y lanzó un rugido, que el dragón le devolvió justo antes de abalanzarse contra él, con las fauces abiertas. La chica lo observó cubrirse simplemente con los brazos y recibir de lleno el impacto de las llamas. Abrió los ojos impresionada, pues ese ataque hubiera matado a cualquiera, en cambio cuando el fuego se disipó él seguía ahí de pié. Su forma de leopardo se había desvanecido y su traje estaba algo chamuscado en algunas secciones, pero cuando apartó los brazos pudo ver que estaba entero, y en perfecto estado. Su primer impulso fue correr, y él no dudó en seguirla. De pronto, ante ella apreció una puerta conocida. La puerta de madera maciza de su cuarto. Rápidamente la abrió y cerró tras ella. Miró a su alrededor, ansiosa por encontrar una salida de escape y para su sorpresa encontró a Kaku, observándola de pie con aspecto preocupado. Una mirada fue suficiente para entender la situación. Él observó sus heridas y su gesto, y un fuerte golpe llegó desde la puerta. 
-Tengo que salir de aquí...- balbuceó ella, acercándose a la ventana y arrancando lo barrotes como si fueran de papel. Miró abajo, pero la caída era demasiado grande. Se había equivocado al pensar que podría saltar. Se mataría. Antes de que pudiera hacer nada mas, Kaku la alzó en brazos y se subió al alféizar de la ventana al tiempo que la puerta estallaba en mil pedazos y Lucci aparecía en el umbral. Kaku giró la cabeza, y las miradas de ambos se encontraron. 
-Ni se te ocurra...- Masculló Rob Lucci entre dientes, apuñalando al chico con la mirada, pero éste guardo silencio y la sostuvo- Si te atrapo te mataré...-
-No puedes atrapar el viento...- Replicó Kaku, y un segundo después se dejó caer desde la ventana, con la chica fírmemente sujeta entre sus brazos. 

martes, 27 de noviembre de 2012

Un moratón en cada corazón; Los colmillos del leopardo.

"Despacio observó de soslayo y sintió una amplia sonrisa depredadora en su nuca..."



Los susurros de ambos no se escuchaban mas allá de las sábanas de la cama. Hineko sabía que lo que le estaba haciendo a Kaku era una petición exigente, pero también sabía que lo haría por ella. No cabía lugar para una negativa. El muchacho escrutó los ojos de la chica, hallando en ellos una verdadera necesidad. Se irguió sobre la cama y alcanzando su chaqueta sacó del bolsillo interno de ésta una reluciente llave maestra, que luego le entregó a Hineko.
-Debes estar siempre alerta, y tener mucho cuidado...no hagas ruido, y por favor vuelve antes del alba...- murmuró el chico, mientras ella se levantaba y se iba vistiendo con parsimonia.
-Te prometo que así lo haré...- la pirata guardó la llave en el bolsillo de su pantalón vaquero y le dedicó una suave sonrisa antes de salir de la habitación. Al ver como la puerta se cerraba tras ella, Kaku se mordió el labio con preocupación.
Los pasillos estaban fríos y completamente desiertos. Ni un alma deambulaba por aquel sector a esas horas de la noche. Hineko avanzaba con pasos sigilosos y mudos, y movimientos suaves, casi felinos. Todos sus sentidos estaban alerta y de vez en cuando, palpaba el bolsillo donde llevaba la llave. Eso la tranquilizaba y le daba seguridad. Abrió el ventanal del pasillo que dirigía al ala contigua y se descolgó por él, subiendo un piso y deslizándose por el alféizar de la ventana. Cuando cerró el cristal, todo parecía seguir en orden. No estaba asustada, pero notaba todos sus músculos en tensión, y las palpitaciones de su corazón en su sien. Abriéndose paso entre las sombras alcanzó la gran puerta metálica que conducía a los calabozos de la sección Norte. Introdujo la llave en la cerradura y comprobó que se abría a la primera. En mitad de tanta quietud, el chasquido de la cerradura le pareció infinitas veces mas ruidoso, por no hablar del estruendo metálico al abrir la puerta. No obstante, parecía ser fruto de su imaginación pues nadie apareció a su encuentro. Se coló dentro de la estancia y recorrió todas las celdas a paso ligero, pero siempre discreto, hasta que advirtió una figura ovillada sobre el suelo de la última celda. Entornó el gesto con disgusto al apreciar que se trataba de Noe y lentamente hizo uso de su llave una segunda vez. La puerta se abrió, con menos ruido esta vez, y la muchacha alzó la cabeza débilmente desde el suelo.
-¿Hine...? ¿Eres tu?...- La escuchó murmurar, con un deje de llanto en la voz. Se arrodilló junto a ella y la ayudó a incorporarse un poco.
-Esa mala bestia...¿qué es lo que te ha hecho?...-
Noe advirtió un profundo tono de rabia en la voz de su amiga, y ambas se abrazaron por un momento. Al separarse, las lágrimas de Noe resbalaban por sus mejillas una detrás de otra.
-E-El...ha estado aquí...-alcanzaba a decir- Hace poco...se lo ha llevado...- La muchacha rompió a llorar y Hineko le advirtió de que guardara silencio.
-¿Quien? ¿A quién se ha llevado y a donde?- La apremió, Noe contuvo un sollozo.
-Zoro...dijo algo de...que intentaban escapar y...los separó...-niega- lo ha llevado a la sala de castigo del calabozo...-observó la llave en la mano de la chica pelirroja y tragó saliva- Llévame con él...por favor...déjame verle...esta noche...
Cuando la mirada suplicante de su amiga se posó en sus ojos, Ginger la sujetó con fuerza y la alzó junto a ella. La liberó de sus grilletes de kairouseki y la miró fijamente.
-Guárdalas...hoy no podemos irnos, pero mañana estaremos fuera de aquí...tienes mi palabra...solo debes volver a tu celda antes de que amanezca. - la chica asintió guardando los grilletes con ella y ambas se encaminaron en silencio, y cautas, hacia la salida de los calabozos de la sección Norte.
                                       
                                                                 ***

Zoro abrió los ojos cuando pudo al oír el sonido de la puerta de entrada abrirse lentamente a su izquierda. Comprobó a pesar de la oscuridad que reinaba en su celda, que su visión en el ojo izquierdo dejaba mucho que desear tras la brutal paliza que aquel hombre con mirada de demonio le había propinado. Escuchó los pasos, acercándose hacia él. Por el número de pisadas, pudo deducir que eran dos personas. Cerró los párpados de nuevo y suspiró combatiendo el fuerte dolor que sacudía su cabeza. Cuando volvió a abrirlos, un par de siluetas femeninas se recortaban frente a los barrotes de su celda. Él, arrodillado y esposado de manos y pies, no pudo mas que alzar la cabeza y tratar de aclarar su vista. No estaba seguro...Pero jamás confundiría esa sombra...
Noe...
Demasiadas noches había memorizado cada uno de los centímetros del cuerpo de aquella muchacha, en mitad de la absoluta oscuridad, para no reconocerla ahora. Sus sospechas se vieron confirmadas cuando sintió como unos gentiles y cálidos brazos le rodeaban el cuello, apretándole contra un hombro conocido y reconfortante. Sonrió y tan solo consiguió susurrar el nombre de la chica antes de que ésta callara sus labios con un largo y anhelante beso que en seguida prendió la cálida llama en el interior de su pecho. El solo brillo de sus almas, satisfechas ahora de volver a estar juntas, podría haber iluminado toda la estancia. El solo calor de ambos corazones podría haber caldeado algo tan frío como un calabozo en las entrañas de Enies Lobbie. Hineko, que observaba la escena desde la puerta, sintiendo como sus ojos se empañaban por momentos, dejó la puerta de la celda entreabierta y se marchó por donde había venido.
Las manos, cuidadosas y llenas de cariño de Noe, palpaban el rostro de Zoro observando los destrozos que los golpes habían causado. Esto arrancaba sonidos de molestia de la garganta del muchacho que ella en seguida aliviaba posando un beso suave sobre sus heridas. Lloró de alivio al estar con el, y rió a la vez de felicidad al abrazarle, y acurrucarse junto a el en un rincón de la celda. Pasaba los dedos entre los cabellos del espadachín, haciéndola recordar lo inusualmente suaves que eran en realidad. Ya sus heridas no le dolían. Ya los golpes no la dañaban. Ya no existía ninguna bestia en el mundo capaz de tocarla. Porque estaba con él, y nada mas le importaba. Tan solo ocupó su mente en atesorar cada segundo de aquella noche, que ya nadie le podría arrebatar.

Hineko atravesaba los pasillos tratando de encontrar el camino de vuelta a su habitación sin hacer el menor ruido. Debía volver antes de que el sol comenzara a levantarse en el horizonte. Entró en la intersección de dos alas, bañada por la luz de la luna que se colaba entre las cristaleras de las ventanas. Un escalofrío le recorrió la espalda y se giró de golpe, alerta y con los ojos abiertos en mitad de la oscuridad. Pero no había nada ni nadie allí. Estaba demasiado tensa. Suspiró pero el aire se atragantó en sus pulmones cuando una mano rápida y sigilosa le tapó los labios desde atrás mientras otra le inmovilizaba las manos a la espalda. Despacio observó de soslayo y sintió una amplia sonrisa depredadora en su nuca.
-¿Te has perdido gatita?...- Susurró la inconfundible voz de Rob Lucci en su oído. Su mano bajó hasta posarse sobre su cuello y notó el tacto frío de los grilletes cerrarse en torno a sus muñecas. - Permíteme ayudarte a regresar a tu lugar...-
Las yemas de los dedos de Lucci se apretaban en torno a su garganta más de lo que deberían, y ella sabía que lo hacía a posta. El leopardo había cazado al gato. ¿O no..?. Con un movimiento rápido dio un fuerte tirón hacia abajo para zafarse de sus manos y correr, pero él ya lo había previsto, y la sujetó con fuerza de la nuca, obligándola a girar hasta pegarla con brusquedad contra la pared de piedra.
-Estás tentando tu suerte...- le advirtió el, acercándose mas a su rostro. Sus ojos y sus dientes formando una sonrisa perfecta brillaban con malicia entre la penumbra, que poco a poco se aclaraba a medida que el alba se acercaba- ...tengo una preciosa celda especialmente reservada para ti, Hineko.-
La chica ladeó la cabeza cuando Lucci se aproximó aún unos centímetros mas, pero un fuerte portazo los sobresaltó a ambos, obligándolos a observar la figura que contemplaba la escena desde el fondo de la estancia. La mirada severa de Kaku se posaba directamente sobre Lucci tras la visera de su gorra negra.
-Suéltala, Lucci. Ella es mi protegida. - Hineko se sorprendió de hallar un tono grave y desafiante en la usualmente gentil voz del chico.
-¿Protegida?...- Lucci enarcó una ceja- Querrás decir prisionera...-su sonrisa se agrandó y Kaku avanzó con pasos firmes hacia ellos.
-He dicho que apartes tus zarpas de ella...¿no me has oído?-
Lucci frunció el ceño con una mirada asesina, y lentamente se apartó de la muchacha. Kaku extendió el brazo hacia ella y Hineko en seguida comprendió la señal, apresurándose a correr junto a el. Pero Rob Lucci la detuvo bruscamente. Introdujo una mano dentro de uno de los bolsillos de su pantalón vaquero y extrajo la reluciente llave maestra. Esbozando una lenta sonrisa abrió los dedos y dejó libertad a la joven, que avanzó hasta estar junto a Kaku.
-Vuelve a la habitación...- murmuró éste, sin mirarla ya que no se había dignado a apartar la vista de los ojos de Lucci. Estaba decidido a no rendirse ante el esta vez. No apartaría la vista primero. Por mas implacable que fueran sus ojos de hielo. Ella no replicó, y continuó corriendo sin mirar atrás.
-Vas a tener que dar explicaciones de ésto...- sentenció Rob Lucci, alzando la llave entre los dedos índice y pulgar.
-No voy a darte explicación alguna.- Repuso Kaku, entornando los ojos.
-No juegues conmigo...- al escuchar su respuesta, avanzó hacia él, amenazante e imponente, con los ojos del felino depredador que era en el fondo reluciendo de forma siniestra. - Se que alegarás que te la ha robado en un descuido pero yo se muy bien que se la has entregado por propia voluntad...-agarró a Kaku con fuerza y lo alzó varios centímetros del suelo, sujetándolo por la chaqueta-...por eso...me voy a encargar de que recibas lo que mereces...-ladeó la cabeza observando los moratones que adornaban su ojo y sonrió. Kaku sostuvo la mirada de los ojos de Lucci, algo dentro de su interior se retorció y un escalofrío subió por toda su columna. Muy lentamente, acabó por cerrar los ojos.

lunes, 26 de noviembre de 2012

La mariposa en la tela de araña

Cuando Hineko abrió los ojos lentamente, parpadeando para aclarar su visión, una fuerte molestia en seguida sacudió su estómago. Acarició la superficie de su vientre alzándose sobre la cama con un largo suspiro y maldijo a Lucci en voz baja al recordar el fuerte golpe que la había propinado. Tres días. Habían dictado su sentencia de muerte en 72 horas. Eso no era mucho. Obligó a su mente a funcionar tan rápido como fuera posible, pensando la manera de escapar de aquel lugar. Avanzó un poco por la habitación y advirtió que habían cerrado firmemente la ventana que antes había estado siempre abierta, y por la que Kaku a veces acostumbraba a entrar tras sus incursiones por la ciudad de Enies Lobby. La cerradura de la puerta profirió un crujido metálico y la muchacha se giró instintivamente, en guardia. Tras ella apareció la silueta renqueante y cabizbaja de Kaku. Alzó la vista para mirarla con gesto abatido y culpable, y Hineko pudo observar un perfecto círculo amoratado en torno a su ojo derecho que se extendía hasta buena parte del pómulo. "Lo siento" murmuró simplemente, con un hilo de voz frágil. La pirata observó como el muchacho bajaba la vista hasta esconderse de nuevo tras la visera de su gorra y sentarse despacio, como un alma en pena, sobre la cama. Algo dentro de ella se retorció causándole una sensación inesperada. Lástima. Tragó saliva y se sentó junto a el, pasando una mano suavemente sobre la espalda de Kaku suavizó el tono de su voz hasta dejar escapar una nota de cariño.
-Lo intentaste...-
Él pareció notarlo de inmediato porque volvió a posar la vista sobre los ojos de la chica, y casi parecía sorprendido por el gesto.
-No dejaré que mueras aquí...ni de esta forma...- Dijo, con algo mas de seguridad, y ella le dedicó una ligera sonrisa.
-Solo tu puedes ayudarme...pero no debes dejar que se enteren...podrías perder todo lo que tienes. -su mano recorrió la espalda de Kaku hasta sujetar la gorra y apartarla de su cabeza despacio, dejando libre el cabello pelirrojo del chico.
-Haré lo que sea necesario...-la mirada de los ojos de él se intensificó sobre los de la pirata- cualquier cosa...-
Lo se...-sonrió Hineko, con disimulada eficiencia- lo se tesoro...
Lentamente lo atrajo hacia ella, tirando suavemente de su nuca, hasta depositar un beso leve sobre sus labios , que él se tomó la libertad de intensificar considerablemente, acercándola a su vez por la cintura. La muchacha hizo un leve amago de separarse, pero Kaku no parecía tener intención de soltarla, y poco a poco se fue dejando caer sobre ella, hasta que Hineko estuvo recostada sobre las suaves sábanas blancas de la habitación. El cerebro de la chica le advertía que era el momento de pararle los pies, ella debía llevar el control de las situaciones, no él. Por el contrario su cuerpo no parecía responder, y se limitaba a pasar los dedos de las manos suavemente entre los cabellos del muchacho, alborotándolos con facilidad. A cada impulso involuntario que su cuerpo se permitía tener, ella se reprochaba a sí misma el tenerlo. Sus mejillas se encendieron lentamente al notar los dedos de Kaku abrir la cremallera de su corsé y colarse furtivamente bajo éste. En una ligera divagación pensó para sí misma que era un estado parecido a cuando te acabas de despertar y te quedas mirando a la nada durante incontables minutos, sin que tu cuerpo se digne a moverse. No puedes luchar contra tus impulsos. De pronto sentía todos sus sentidos agudizarse. El peso del chico sobre ella se hacía notable ahora, podía oír su respiración acelerada y el roce suave de sus ropas a la perfección. Suspiró sin querer. Estaba demasiado cerca. Notaba la presión que ejercía su cadera sobre la de ella. Permitió que la desnudara y ella hizo lo propio con él, dejando ahora que sus pieles entraran en contacto, cálidas y suaves, recorridas por una especial química. Él le rodeó la cadera con las manos, sujetándola con fuerza, y cuando sintió que su corazón daba un extraño vuelco al notar como entraba dentro de ella lentamente, sus labios dejaron escapar un sonido placentero a la vez que una extraña incomodidad se instalaba en su pecho.
Suspiró para sí, y se preguntó si la araña no estaría enredándose en su propia tela.

                                                                            ***

Lucci la había arrastrado a lo largo de todo el pasillo de calabozos, y ahora sus tobillos se resentían de rozar contra la fría y dura piedra del suelo. La dejó caer sin cuidado dentro de su celda  y le dejó los grilletes aprisionando sus muñecas a su espalda. A pesar de todo, ella no lloraba por eso. Poco le importaba ya el dolor a estas alturas. Tampoco su muerte la atormentaba. No podía negar que el hecho de morir la asustaba, pero aún mas la asustaba que él pereciera con ella...
Él...
Roronoa Zoro.
Aquél espadachín bruto y sin modales. Aquella bestia salvaje de pelo verde y cicatrices incontables que adornaban su piel bronceada. Aquél hombre testarudo e inaccesible que tan solo con ella mostraba que en lo mas profundo de sí mismo escondía una personalidad capaz de ser cariñosa en las noches mas frías, y llenar el hueco de su cama. Si, aquél marimo sin cerebro le había robado el corazón mucho tiempo atrás. En cuanto lo había conocido al unirse a la tripulación Mugiwara algo dentro de ella se había encendido, y era una llama que jamás se apagaría mientras siguiera con vida. Mientras siguiera con vida...
Pero ahora, aquella otra bestia, muy distinta de Zoro, iba a arrebatarle su vida. Y con ella, todo su amor, que desvanecería con su existencia. Rob Lucci...
Alzó la vista desde el suelo para contemplar los ojos fríos que la observaban desde arriba, juzgándola, sentenciándola, despreciándola. Esa mirada que siempre le recordaba que ella era una pirata, y eso era sinónimo de ser la basura del mundo. A lo largo de aquellos días había aprendido a odiarle tanto como le temía. Pero también le temía tanto como la fascinaba...
Era un hombre atractivo y frío, sin escrúpulos, con un radical sentido de la justicia y  que no reparaba dos veces a la hora de quitar una vida. Era justo su tipo.
Se inclinó despacio para mirarla mas de cerca.
-Vas a morir.- Le dijo simplemente, con un tono de voz monocorde y carente de interés. Noe trató de endurecer el gesto aunque solo le salió una extraña mueca al reprimir sus ganas de llorar. - Y él morirá contigo.- Sabía que podía ver a través de sus ojos. Ella era transparente ante él. Sabía lo que pensaba, sabía lo que temía y lo que anhelaba en todo momento. Y eso la enfurecía.
-N-No...no moriremos...él...él me sacará de aquí...ya lo verás...- murmuró, negándose a darse por vencida.
Su respuesta provocó que Lucci esbozara una lenta y divertida sonrisa. Ver como toda su fe de salvación se desvanecía por momentos parecía divertirle. Ese hombre frustraba todas sus esperanzas. Bajó la cabeza y dejó que su cabello castaño cubriera su rostro, y la apartara de la mirada de hielo de Lucci.
-Te dejaré a solas...para que puedas llorar la muerte de tu amado en paz.- Dijo él, alzándose de nuevo con un toque triunfal. Caminó hasta la puerta y la cerró con un estruendo metálico. Así de fácil le arrebataba su libertad.
-Todos vuestros esfuerzos han sido en vano...- Noe le oía, pero no quería escucharle. Sus palabras eran dolorosas como puñales. A pesar de esto, Rob Lucci continuó- Al final la justicia siempre vence. -
A través de los cabellos castaños pudo ver la sonrisa brillante del miembro del CP9, que la observaba como un depredador observa a su presa.- Y a fin de cuentas...¿qué eres tú, si no una débil mariposa, retorciéndose entre los hilos de la araña?...-

                                                                      ***

La frente de Zoro se estrellaba una y otra vez contra los barrotes de la celda. Un gran moratón de aspecto bastante feo había aparecido ya sobre su piel, pero eso no le hacía detenerse. Tras él, Sanji observaba entre los mechones de su flequillo rubio, fumando silenciosamente de un cigarro a medio acabar.
-Zoro...- La voz algo ronca de Sanji quebró la quietud del calabozo, solo perturbada por los rítmicos golpes del espadachín.- Llevas horas así...no ves que no consigues nada? Te vas a matar las pocas neuronas que te queden...-
Zoro detuvo por un instante su retaíla de golpes para observar al cocinero, que le miraba con gesto apagado. Despacio se acercó a el con gesto amenazante y por un momento Sanji abrió algo mas los ojos al observar el rostro ensombrecido de su compañero.
-No voy a permitir...que ninguno de estos marines de mierda la vuelva a lastimar...- Estaba tan serio que Sanji no tuvo una réplica que darle.
-Tu también te fijaste no?...en las marcas...de todo su cuerpo...- murmuró Sanji, dedicándole una mirada escrutadora al espadachín. De pronto una energía cargada de rabia pareció sacudir a Zoro que propinó una brutal patada a la pared, justo al lado de la cabeza de Sanji. El cocinero ni se movió.
-Ni se te ocurra mencionarlo, ni mucho menos divagar sobre ello...me oyes?...- El otro no contestó, y Zoro pareció darse por satisfecho- Lo que me fascina es que tu hayas estado ahí tirado, como si estuvieras muerto, mientras sabes que en algún recoveco de este apestoso lugar está encerrada la mujer que se supone que amas.
Sanji escupió el cigarro, clavando una mirada de advertencia en los ojos grises del espadachín.
-Borra ahora mismo ese "se supone" de la frase...- Zoro torció el gesto y asintió.
-Es solo que no lo parece-
-Yo se lo que piensa ella de mi...-murmuró el cocinero, dejando caer la cabeza de nuevo con un renovado gesto de impotencia.  - Que solo soy un cabezahueca y pervertido, incapaz de no mirar a cada mujer hermosa que se cruce en mi camino...
-No se equivoca tanto...- Zoro rodó los ojos y Sanji le dirigió una mirada severa que le hizo suspirar y rectificar para arreglarlo-...pero le gustas- Un suspiro se escapó de los labios del muchacho rubio, y el espadachín se sentó junto a él en silencio- Mira...tu eres un idiota...pero si de verdad la quieres, eso debería hacerte mejor persona. A su lado, cambiarás para bien...por y para ella...te lo digo por experiencia.
Los ojos de Sanji se iluminaron levemente con un retazo de esperanza al escuchar sus palabras y Zoro sonrió, desafiante.
-Demuestra que te mereces cada gota de su amor...- El espadachín se levantó de golpe y le mantuvo la mirada. Despacio, el cocinero siguió sus pasos, y sus maltrechas piernas crujieron de forma desagradable cuando tuvieron que soportar todo el peso de su cuerpo, pero a pesar de ello no volvió a sentarse.- Estas conmigo?...
Sanji sacó un cigarro de su chaqueta y se lo llevó a los labios. La llama de la cerilla iluminó su rostro y le devolvió la sonrisa.
-Vamos a arrancarlas de las garras de esos insectos asquerosos...-
Ambos dirigieron una larga mirada a la puerta de la celda y a sus oscuros y helados barrotes. Tomaron aire, dejando de la atmósfera húmeda y pesada inundase sus pulmones, y retrocedieron para coger impulso. Y esta vez fueron dos golpes metálicos los que resonaron por todo el calabozo.