martes, 27 de noviembre de 2012

Un moratón en cada corazón; Los colmillos del leopardo.

"Despacio observó de soslayo y sintió una amplia sonrisa depredadora en su nuca..."



Los susurros de ambos no se escuchaban mas allá de las sábanas de la cama. Hineko sabía que lo que le estaba haciendo a Kaku era una petición exigente, pero también sabía que lo haría por ella. No cabía lugar para una negativa. El muchacho escrutó los ojos de la chica, hallando en ellos una verdadera necesidad. Se irguió sobre la cama y alcanzando su chaqueta sacó del bolsillo interno de ésta una reluciente llave maestra, que luego le entregó a Hineko.
-Debes estar siempre alerta, y tener mucho cuidado...no hagas ruido, y por favor vuelve antes del alba...- murmuró el chico, mientras ella se levantaba y se iba vistiendo con parsimonia.
-Te prometo que así lo haré...- la pirata guardó la llave en el bolsillo de su pantalón vaquero y le dedicó una suave sonrisa antes de salir de la habitación. Al ver como la puerta se cerraba tras ella, Kaku se mordió el labio con preocupación.
Los pasillos estaban fríos y completamente desiertos. Ni un alma deambulaba por aquel sector a esas horas de la noche. Hineko avanzaba con pasos sigilosos y mudos, y movimientos suaves, casi felinos. Todos sus sentidos estaban alerta y de vez en cuando, palpaba el bolsillo donde llevaba la llave. Eso la tranquilizaba y le daba seguridad. Abrió el ventanal del pasillo que dirigía al ala contigua y se descolgó por él, subiendo un piso y deslizándose por el alféizar de la ventana. Cuando cerró el cristal, todo parecía seguir en orden. No estaba asustada, pero notaba todos sus músculos en tensión, y las palpitaciones de su corazón en su sien. Abriéndose paso entre las sombras alcanzó la gran puerta metálica que conducía a los calabozos de la sección Norte. Introdujo la llave en la cerradura y comprobó que se abría a la primera. En mitad de tanta quietud, el chasquido de la cerradura le pareció infinitas veces mas ruidoso, por no hablar del estruendo metálico al abrir la puerta. No obstante, parecía ser fruto de su imaginación pues nadie apareció a su encuentro. Se coló dentro de la estancia y recorrió todas las celdas a paso ligero, pero siempre discreto, hasta que advirtió una figura ovillada sobre el suelo de la última celda. Entornó el gesto con disgusto al apreciar que se trataba de Noe y lentamente hizo uso de su llave una segunda vez. La puerta se abrió, con menos ruido esta vez, y la muchacha alzó la cabeza débilmente desde el suelo.
-¿Hine...? ¿Eres tu?...- La escuchó murmurar, con un deje de llanto en la voz. Se arrodilló junto a ella y la ayudó a incorporarse un poco.
-Esa mala bestia...¿qué es lo que te ha hecho?...-
Noe advirtió un profundo tono de rabia en la voz de su amiga, y ambas se abrazaron por un momento. Al separarse, las lágrimas de Noe resbalaban por sus mejillas una detrás de otra.
-E-El...ha estado aquí...-alcanzaba a decir- Hace poco...se lo ha llevado...- La muchacha rompió a llorar y Hineko le advirtió de que guardara silencio.
-¿Quien? ¿A quién se ha llevado y a donde?- La apremió, Noe contuvo un sollozo.
-Zoro...dijo algo de...que intentaban escapar y...los separó...-niega- lo ha llevado a la sala de castigo del calabozo...-observó la llave en la mano de la chica pelirroja y tragó saliva- Llévame con él...por favor...déjame verle...esta noche...
Cuando la mirada suplicante de su amiga se posó en sus ojos, Ginger la sujetó con fuerza y la alzó junto a ella. La liberó de sus grilletes de kairouseki y la miró fijamente.
-Guárdalas...hoy no podemos irnos, pero mañana estaremos fuera de aquí...tienes mi palabra...solo debes volver a tu celda antes de que amanezca. - la chica asintió guardando los grilletes con ella y ambas se encaminaron en silencio, y cautas, hacia la salida de los calabozos de la sección Norte.
                                       
                                                                 ***

Zoro abrió los ojos cuando pudo al oír el sonido de la puerta de entrada abrirse lentamente a su izquierda. Comprobó a pesar de la oscuridad que reinaba en su celda, que su visión en el ojo izquierdo dejaba mucho que desear tras la brutal paliza que aquel hombre con mirada de demonio le había propinado. Escuchó los pasos, acercándose hacia él. Por el número de pisadas, pudo deducir que eran dos personas. Cerró los párpados de nuevo y suspiró combatiendo el fuerte dolor que sacudía su cabeza. Cuando volvió a abrirlos, un par de siluetas femeninas se recortaban frente a los barrotes de su celda. Él, arrodillado y esposado de manos y pies, no pudo mas que alzar la cabeza y tratar de aclarar su vista. No estaba seguro...Pero jamás confundiría esa sombra...
Noe...
Demasiadas noches había memorizado cada uno de los centímetros del cuerpo de aquella muchacha, en mitad de la absoluta oscuridad, para no reconocerla ahora. Sus sospechas se vieron confirmadas cuando sintió como unos gentiles y cálidos brazos le rodeaban el cuello, apretándole contra un hombro conocido y reconfortante. Sonrió y tan solo consiguió susurrar el nombre de la chica antes de que ésta callara sus labios con un largo y anhelante beso que en seguida prendió la cálida llama en el interior de su pecho. El solo brillo de sus almas, satisfechas ahora de volver a estar juntas, podría haber iluminado toda la estancia. El solo calor de ambos corazones podría haber caldeado algo tan frío como un calabozo en las entrañas de Enies Lobbie. Hineko, que observaba la escena desde la puerta, sintiendo como sus ojos se empañaban por momentos, dejó la puerta de la celda entreabierta y se marchó por donde había venido.
Las manos, cuidadosas y llenas de cariño de Noe, palpaban el rostro de Zoro observando los destrozos que los golpes habían causado. Esto arrancaba sonidos de molestia de la garganta del muchacho que ella en seguida aliviaba posando un beso suave sobre sus heridas. Lloró de alivio al estar con el, y rió a la vez de felicidad al abrazarle, y acurrucarse junto a el en un rincón de la celda. Pasaba los dedos entre los cabellos del espadachín, haciéndola recordar lo inusualmente suaves que eran en realidad. Ya sus heridas no le dolían. Ya los golpes no la dañaban. Ya no existía ninguna bestia en el mundo capaz de tocarla. Porque estaba con él, y nada mas le importaba. Tan solo ocupó su mente en atesorar cada segundo de aquella noche, que ya nadie le podría arrebatar.

Hineko atravesaba los pasillos tratando de encontrar el camino de vuelta a su habitación sin hacer el menor ruido. Debía volver antes de que el sol comenzara a levantarse en el horizonte. Entró en la intersección de dos alas, bañada por la luz de la luna que se colaba entre las cristaleras de las ventanas. Un escalofrío le recorrió la espalda y se giró de golpe, alerta y con los ojos abiertos en mitad de la oscuridad. Pero no había nada ni nadie allí. Estaba demasiado tensa. Suspiró pero el aire se atragantó en sus pulmones cuando una mano rápida y sigilosa le tapó los labios desde atrás mientras otra le inmovilizaba las manos a la espalda. Despacio observó de soslayo y sintió una amplia sonrisa depredadora en su nuca.
-¿Te has perdido gatita?...- Susurró la inconfundible voz de Rob Lucci en su oído. Su mano bajó hasta posarse sobre su cuello y notó el tacto frío de los grilletes cerrarse en torno a sus muñecas. - Permíteme ayudarte a regresar a tu lugar...-
Las yemas de los dedos de Lucci se apretaban en torno a su garganta más de lo que deberían, y ella sabía que lo hacía a posta. El leopardo había cazado al gato. ¿O no..?. Con un movimiento rápido dio un fuerte tirón hacia abajo para zafarse de sus manos y correr, pero él ya lo había previsto, y la sujetó con fuerza de la nuca, obligándola a girar hasta pegarla con brusquedad contra la pared de piedra.
-Estás tentando tu suerte...- le advirtió el, acercándose mas a su rostro. Sus ojos y sus dientes formando una sonrisa perfecta brillaban con malicia entre la penumbra, que poco a poco se aclaraba a medida que el alba se acercaba- ...tengo una preciosa celda especialmente reservada para ti, Hineko.-
La chica ladeó la cabeza cuando Lucci se aproximó aún unos centímetros mas, pero un fuerte portazo los sobresaltó a ambos, obligándolos a observar la figura que contemplaba la escena desde el fondo de la estancia. La mirada severa de Kaku se posaba directamente sobre Lucci tras la visera de su gorra negra.
-Suéltala, Lucci. Ella es mi protegida. - Hineko se sorprendió de hallar un tono grave y desafiante en la usualmente gentil voz del chico.
-¿Protegida?...- Lucci enarcó una ceja- Querrás decir prisionera...-su sonrisa se agrandó y Kaku avanzó con pasos firmes hacia ellos.
-He dicho que apartes tus zarpas de ella...¿no me has oído?-
Lucci frunció el ceño con una mirada asesina, y lentamente se apartó de la muchacha. Kaku extendió el brazo hacia ella y Hineko en seguida comprendió la señal, apresurándose a correr junto a el. Pero Rob Lucci la detuvo bruscamente. Introdujo una mano dentro de uno de los bolsillos de su pantalón vaquero y extrajo la reluciente llave maestra. Esbozando una lenta sonrisa abrió los dedos y dejó libertad a la joven, que avanzó hasta estar junto a Kaku.
-Vuelve a la habitación...- murmuró éste, sin mirarla ya que no se había dignado a apartar la vista de los ojos de Lucci. Estaba decidido a no rendirse ante el esta vez. No apartaría la vista primero. Por mas implacable que fueran sus ojos de hielo. Ella no replicó, y continuó corriendo sin mirar atrás.
-Vas a tener que dar explicaciones de ésto...- sentenció Rob Lucci, alzando la llave entre los dedos índice y pulgar.
-No voy a darte explicación alguna.- Repuso Kaku, entornando los ojos.
-No juegues conmigo...- al escuchar su respuesta, avanzó hacia él, amenazante e imponente, con los ojos del felino depredador que era en el fondo reluciendo de forma siniestra. - Se que alegarás que te la ha robado en un descuido pero yo se muy bien que se la has entregado por propia voluntad...-agarró a Kaku con fuerza y lo alzó varios centímetros del suelo, sujetándolo por la chaqueta-...por eso...me voy a encargar de que recibas lo que mereces...-ladeó la cabeza observando los moratones que adornaban su ojo y sonrió. Kaku sostuvo la mirada de los ojos de Lucci, algo dentro de su interior se retorció y un escalofrío subió por toda su columna. Muy lentamente, acabó por cerrar los ojos.

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