miércoles, 12 de diciembre de 2012

Segunda saga: Nuevo viaje, antiguos recuerdos.





La tripulación Mugiwara había recorrido la mar durante dos semanas ya, tras abandonar Enies Lobbie. El clima había sido favorable la mayor parte del tiempo, con temperaturas tropicales, y vientos suaves y cálidos. Hineko, en su conocimiento como navegante, había dictaminado que debían estar aproximándose a una isla de verano.
Sanji paseó la vista por las alacenas vacías de la cocina y las cerró con un suspiro. La nevera estaba a menos de la mitad de su capacidad ya, y se estaban quedando sin provisiones. Se arremangó la camisa y se afanó en hacer un refrescante zumo de frutas, cuidadosamente adornado, para reavivar el paladar de la tripulación. Una vez vertido en vasos de tubo salió a cubierta manteniéndolos en una bandeja plateada sobre su mano derecha. Las chicas, Hineko y Noe-moe, se relajaban recostadas sobre unas preciosas tumbonas que compraron hacía ya muchos meses en una isla de primavera llamada Tyrel. Lo recordaba a la perfección pues él mismo había ayudado a elegir las mas cómodas y dignas de las, a sus ojos, tan hermosas muchachas de la tripulación. Colocó una mano sobre el respaldo del asiento de Hine, y se inclinó ofreciéndole uno de los vasos que ella aceptó con gusto, agradeciendo el gesto. Había preparado tres zumos, dos para las señoritas, y uno para Chopper, pero éste no quiso aceptarlo ya que parecía ensimismado en dar buena cuenta de un algodón de azúcar que se había agenciado. Seguidamente se acercó a Noe, que le devolvió una mirada un tanto alicaída a través de los oscuros cristales de sus gafas de sol. No obstante aceptó el gesto por su parte y tomó el refresco, hundiendo la mirada en él. Sanji estaba seguro de que todos, y no solo él, se habían percatado del decaído estado de ánimo de la muchacha, que duraba ya por dos semanas. De alguna forma eso había afectado al resto de tripulantes. Noe-moe, que acostumbraba a ser una chica vivaz y alocada, llena de vida y entusiasmo, enérgica como una chispa revoloteando en el viento, a penas salía ahora de su cuarto y siempre mostraba profundas ojeras y ojos cristalinos. Era muy consciente de que si Hineko no la hubiera arrancado a la fuerza de su camarote aquella tarde, la chica no habría accedido a colocarse su bikini y dejarse tocar un poco por el sol. Mientras el cocinero permanecía sumergido en sus cavilaciones una cabeza cadavérica, precedida por una risa perversa, emergió por el lado derecho de la tumbona de la chica pelirroja. Ésta la miró un instante, y Brook, el esqueleto, le devolvió una enorme sonrisa.
-¿Sería tan amable de mostrarme qué se esconde bajo ese bikini, navegante-chan?...- Murmuró el músico. Hineko abrió los ojos y enrojeció de vergüenza. Los labios de Sanji se crisparon de ira y propinó una patada descendente sobre la cabeza del esqueleto, sin derramar si quiera una gota de los vasos sobre la bandeja.
-¡Idiota pervertido! ¡Hineko-san no va a enseñarte nada mientras yo viva!-
La risa de Brook se volvió mas estridente mientras se frotaba la frente debido al golpe y se marchaba animado, como si nada hubiera pasado.
-Nunca aprende...- Gruñó Franky, observando la escena desde detrás, de brazos cruzados. La visión de la alacena vacía volvió a la cabeza del cocinero y alzó la mano para pedir atención.
-Tengo que deciros algo, antes de que lo olvide. Estamos rozando el límite de provisiones en el barco, y debemos parar en alguna isla para repostar.-
Luffy, tumbado sobre el mascarón de proa como de costumbre, abrió un ojo para mirar a Sanji.
-¿Me estas diciendo que no queda comida?- Sanji dio respuesta afirmativa a su pregunta y Luffy observó las esponjosas nubes que surcaban el cielo- ¿Y entonces...no queda carne?...-
-No, no queda nada de carne- Sentenció el muchacho rubio - Tan solo algo de arroz, pescado y algas.-
El capitán saltó como un resorte y se colocó junto a él, tironeando de la manga de su camisa.
-¡Sanji! ¡Es una desgracia! ¡Vamos a morir de hambre! ¡Kamisama, no queda carne!- Se lamentaba a voz en grito. Usopp, sentado sobre la baranda, suspiró torciendo el gesto.
-¡Que escandaloso eres Luffy! No vamos a morir de hambre...- Sanji le dedicó una sonrisa fatídica. Por mala que fuera la noticia, le gustaba preocupar al asustadizo tirador.
-No estés tan seguro...a penas queda nada.- Usopp tragó saliva sonoramente, pero como de costumbre no quiso que su inquietud saliera a relucir frente a sus compañeros, así que forzó una gran sonrisa y se señaló con el pulgar.
-Entonces no temas, Sanji-kun...Yo, el capitán Usopp, temido en todos los mares, conseguiré comida suficiente para toda la tripulación.-
Los ojos de Chopper centellearon, y el pequeño reno se giró para mirarle, acongojado por sus aires de grandeza.
-¿De veras? ¿Tu puedes hacer eso? Es increíble...- Murmuró, arrancando un trozo de azúcar rosada de su algodón, para luego llevárselo a la boca.
-Por supuesto que puedo hacerlo pequeño Chopper, aún no conocéis mi auténtico potencial. -Amplió una sonrisa orgullosa y de fondo se escuchó un ruido de sorbido a través de una pajita. Hineko dejó el vaso sobre la bandeja en manos de Sanji al tiempo que se volvía hacia Usopp y se colocaba las gafas de sol sobre la cabeza, con una sonrisita poco convencida.
-¿Y como piensas hacerlo?...- murmuró, y todos guardaron silencio. Porque cuando Hineko lanzaba un desafío, Usopp era capaz de perder una pierna en el intento con tal de demostrar su valía frente a la navegante.
-¿C-como dices?- el artillero la miró un segundo, pero luego sus ojos fueron de un lado a otro con nerviosismo.
-Que..¿como vas a conseguir tanta cantidad de comida en medio del mar?-
-Pescando.- Sonó la voz de Zoro. Todos hubieran jurado que había estado durmiendo hasta entonces, pero ahora observaba la escena con un ojo abierto, sentado sobre el césped de cubierta y apoyado contra el mástil de la vela mayor.
-¡E-eso!- Clamó Usopp, triunfal.- Pescaré algo de comer.-
-Tendrías que pescar cientos de peces.- Dijo Sanji, rodando los ojos- Imposible...-
-A menos que pescaras un Rey Marino.- Junto a Hine, Noe-moe se deshizo de sus gafas mostrando sus ojos húmedos y cansados, pero sonreía divertida.
-Un Rey Marino...-murmuró la navegante, acariciándose la barbilla- Interesante azaña...-
Al escucharla, Usopp bajó de la baranda, donde estaba pescando, y recogió su caña.
-Eso no es nada, yo puedo hacerlo.- Ella aun no parecía convencida así que el muchacho tomo aire y sonrió.- ¿Qué apuestas a que mañana por la mañana cuando despiertes ya lo he pescado?-
Hineko profirió una risa divertida y cantarina y le tendió la mano.
-Si no lo consigues te cortaré la nariz. Pero no hay problema, ¿no?, porque pareces convencido de hacerlo.- Le guiñó un ojo y Usopp palideció un poco, pero tomó su mano y sonrió levemente.
-Está bien pero si gano yo, tendrás que darme algo...-
La atención creció ahora por parte de la tripulación y la muchacha ladeó la cabeza, sonriendo a la par que enarcaba una ceja.
-¿Qué tengo yo que puedas querer tú?-
El tirador le dirigió una larga mirada y se cruzó de brazos, manteniendo la sonrisa.
-Un beso.-
La bandeja plateada cayó al suelo desde la mano de Sanji con un estruendo de cristal y metal, y los refrescos se derramaron sobre las hebras de hierva.
-Serás miserable, embustero...- Masculló entre dientes, sus ojos azules ardían de rabia. Cuando dio un paso adelante con toda la intención de atizarle, Zoro sujetó su tobillo.
-Cálmate, cocinero. Todos sabemos que un humano enclenque no puede hacer lo que él se propone.-
Sanji sostuvo la mirada de los ojos del espadachín y volvió a su sitio, tomando aire y alzando la barbilla para guardar un digno silencio. El pacto estaba sellado, y Hine nunca faltaba a una promesa, ni una apuesta. La muchacha se retiró a su camarote, y Usopp siguió el balanceo suave de sus caderas al caminar frente a ellos, pero su vista se desvió rápidamente hasta mirar de soslayo el gesto homicida que se leía en los ojos de Sanji, por lo que subió al puesto de vigía a prepararse de inmediato. El cocinero recogió con parsimonia lo que había dejado caer, y entró en la cocina, de la cual comenzó a fluir un sonido de lavar de platos.
-Lo que hay que ver...- bufó Franky, tras el timón, en su puesto.
Se hizo un silencio en el cual Zoro y Noe intercambiaron una mirada, pero él cerró los ojos y volvió a sumirse en su interminable sueño, y ella se cubrió los suyos con las gafas, recostándose sobre la tumbona con un suspiro entristecido. La calma fue rota por la voz de Luffy que, parpadeando perplejo sentado en el césped dijo;
-Tengo hambre...-
A lo que Noe contestó;
-No eres el único al parecer...-
Y lanzó una rápida mirada a través de sus gafas al cubículo del vigía que se alzaba sobre su cabeza, en lo alto de la vela mayor.



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