viernes, 5 de julio de 2013

Pozo sin fondo

Dos días habían pasado desde aquella noche, y Hineko no se había dejado ver de nuevo. Había pasado las horas encerrada en su habitación, y no había hablado con nadie mas que consigo misma, y con las visiones que su cerebro creaba en horas de sufrimiento. Tan solo Sanji, acompañado de Noe-moe, había conseguido que abriera la puerta para que pudieran entregarle las comidas del día, que dejaba a medias la mayor parte de las veces. El cocinero estaba consternado. Por mas empeño que pusiera en hacer los más deliciosos platos que conocía, no conseguía sacar a la chica del abismo de sombras en el que había caído. Cada noche debía escucharla despertar entre gritos de miedo y dolor, por alguna  terrible pesadilla. Aquel mediodía la rutina no había cambiado. Cuando Sanji y Noe pararon frente a la puerta del camarote de la navegante, allí estaba la bandeja de comida, y a penas se había probado bocado de ella. El muchacho rubio suspiró, inclinándose a recogerla y observando la comida con gesto triste.
-¿Qué vamos a hacer Noe?...El remedio ha sido peor que la enfermedad...- murmuró apesadumbrado. Noe cruzó los brazos encogiéndose un poco.
-No lo se...pero quiero hacer algo. No podemos dejarla así. Se morirá de hambre, o de dolor.- Se mordió el labio, cerrando los ojos con fuerza.
-Tu sabes que le ocurre, ¿verdad?...- Sanji la miró a los ojos, y Noe tragó saliva, guardando silencio.
-No exactamente, pero creo que todos podemos intuirlo.-
El cocinero se giró, negando, y salió del pasillo de camarotes dejando a Noe-moe allí, sola y pensativa. De pronto una voz amortiguada la sacó de su estupor, y apoyó la mejilla y la oreja contra la puerta, escuchando con más atención.
Dentro de su habitación, sentada y encogida en la esquina de su cama, Hineko trataba de luchar contra el vacío y el dolor que la devoraba por dentro. No tenía hambre, aunque a penas comía. No tenía sueño, aunque pasara las noches en vela. El sol brillaba con fuerza fuera, pero su ventana permanecía cerrada, sumiendo la habitación en las sombras. Una habitación fría y oscura, como ella se sentía por dentro. Se llevó las manos a la cabeza apretando los dientes con fuerza. "Por favor señor" murmuraba entre sollozos "ayúdame a que ésto acabe. Ayúdame... aún le quiero. Pero yo no quiero amarle...No quiero sufrir mas". Pero sus plegarias no eran escuchadas, a pesar de que rogaba a todas horas. Había tratado de convencerse a sí misma de que aquel hombre no era bueno. De que le había mentido. Pero no era capaz. El siempre la había tratado bien, a pesar de que quizá hubiera tergiversado la verdad. Pero nadie quiere estar solo, y él quería quedarse junto a ella. Le hubiera gustado tanto poder odiarle por haber dañado a sus nakama, o por haberla secuestrado en un principio. Pero ahora que él ya no estaba, se veía incapaz de ello, y ésto la hacía sufrir. Tantas horas de la noche había pasado deseando que él no hubiera muerto. "Nadie debía morir", se decía. Éstos pensamientos no abandonaban su cabeza ni un solo segundo del día, y a ratos el dolor era tal que se sorprendía a si misma destrozando el mobiliario de su cuarto, con ardientes lágrimas surcando sus mejillas y gritos de dolor ahogados en su garganta.
En cubierta, Luffy suspiraba sobre el mascarón de proa. Sin una navegante, no tenían un rumbo que seguir, y el Thousand Sunny llevaba ya dos días a la deriva. Hasta él comenzaba a preocuparse por el estado de Hineko. ¿Qué pasaría si perdían a su única navegante?. Cuando Noe-moe salió de los camarotes, él la miró, pero ésta negó con tristeza, indicando que no había ninguna mejoría. Entre tanto, Franky salió del taller con una gran sonrisa.
-Eh, peña. Lo hemos conseguido...- La tripulación, que se encontraba en cubierta a excepción de Sanji, que asomó la cabeza por la puerta de la cocina, observó al ciborg con gesto curioso.
-¿El qué habéis conseguido?- preguntó Chopper, con una gran sonrisa. Franky rió triunfal, y a modo de respuesta señaló la puerta del taller, a través de la cual salía ahora Bounty. Su estado había mejorado mucho y su salud ya no corría peligro, no obstante había perdido un brazo. Toda la tripulación quedó atónita al verle, y los ojos de Luffy comenzaron a hacer chiribitas.
-¡Aaaaah, sugoooi! ¡Yo también quiero uno de esos Franky!-
La emoción de Luffy se debía a que, donde debía estar la herida provocada por la amputación del brazo, se encontraba ahora un nuevo y reluciente miembro de metal. Franky, junto con el mismo Bounty, había creado un brazo de ciborg completamente funcional y muchísimo mas resistente para suplir al antiguo brazo de carne y hueso. El muchacho, sonriente y orgulloso, lo observaba satisfecho, y lo movía con total naturalidad, como si hubiera nacido con él.
-Éste me gusta mucho mas- Rió. Noe dio un salto de alegría, acercándose a mirarlo mas de cerca, cautivada por el brillo de los metálicos músculos.
-¡Ala! Es increíble Bounty...y te da un aire mucho mas atractivo.- Apuntó la chica, pasando el dedo índice por la superficie de la reluciente aleación.
-Oh...eh...-Bounty sonrió de medio lado, frunciendo el ceño con cierto toque de imprevisto pudor.- Muchas gracias...-
Zoro, apoyado en la baranda del castillo de popa, torció el gesto esbozando una mueca de desagrado.
-¿Y ya lo puedes manejar en condiciones?- Noe-moe miró a Bounty, y éste sonrió, asintiendo orgulloso.
-Incluso mejor que el antiguo, observa.- Riendo alzó a la chica y la sentó sobre el metálico bíceps de su nuevo brazo, sin esfuerzo alguno.- Casi me alegro de haberme interpuesto entre Crocodile y tu, perdiendo así el brazo.-Observó a Noe alzando las cejas con una sonrisita.
-Jo, ¿Cuántas veces me lo vas a decir?...Ya te he dicho que te agradezco que lo hicieras. -Bounty enarcó mas las cejas y Noe-moe rió.- ¿Qué mas quieres? ¿Que te diga lo maravilloso que eres o que? -de un salto volvió al suelo, mirándole.
-No estaría mal...- Rió el cazarecompensas. La muchacha rodó los ojos y posó un beso en su mejilla.
-Eres un cielo.-
Bounty se pasó una mano por la mejilla, alzando la ceja sin acabar de comprender. Desde arriba, Zoro chistó con fuerza.
-Eh, si eres tan fuerte, ¿por qué no pruebas a levantar peso de verdad?- Sin decir nada más alzó una de sus inhumanas pesas, y la lanzó desde el  castillo de popa. A medida que aquel enorme mamotreto se cernía sobre él, Bounty abrió los ojos, palideciendo de pronto. Franky dió un empujón al muchacho, apartándolo de la trayectoria de las pesas, que se incrustaron en el césped de cubierta del barco.
-¿¡Ésque te has vuelto loco?! -gritó Franky- Aún no está listo para soportar semejante peso, marimo anormal.-
-Tse...pues no es para tanto ese brazo de hojalata.- Profirió Zoro, antes de darles la espalda y volver a su entrenamiento. Chopper, que había vuelto a su estudio de medicina, salio corriendo a cubierta con una sonrisa mientras Bounty volvía a recomponerse y todos farfullaban sobre el carácter de Zoro.
-¡Oi chicos! Sal-Ox ya se ha despertado, está consciente.- A excepción de Sanji que volvió a la cocina con desinterés, y Usopp que ya había subido al puesto de vigía, todos entraron de nuevo en la habitación junto a Chopper para ver el estado del chico demonio. Tumbado en la cama, bebiendo un vaso de medicina y mas fresco que una rosa se encontraba el individuo en cuestión, que al verlos entrar los saludó y sonrió ampliamente.
-Eh, ¿Qué tal estais todos? ¿Y mi piratilla pelirroja?- preguntaba, mirando a un lado y a otro en busca de la navegante. Los mugiwara se miraron confusos.
-Ox...¿Esque no te acuerdas de nada?- Preguntó Noe.
-¿Acordarme de qué?- Le espetó él.
-Tu...desapareciste.- Todos seguían mirándose, y mirándole a él, sin acabar de comprender cómo no podía tener recuerdos de algo que había ocurrido hacía a penas dos días.- No sabíamos donde estabas pero luego, cuando fuimos a pelear contra Crocodile, justo cuando creíamos que ya habíamos perdido y no había esperanzas de recuperar a Hine, tu apareciste...-
Ox se rascaba la cabeza con un profundo aire de confusión, frunciendo el ceño.
-¿Aparecí? ¿Dónde?-
-En el oasis- Respondió Franky- Y mataste a Crocodile.- El chico dejó de rascar su pelo negro y bajó la mano muy despacio.
-¿Le maté?...- murmuró en un hilo de voz. Todos asintieron al unísono y el abrió los ojos, sonriendo levemente.- ¡Le he matado! ¡Si! Llevaba tanto tiempo deseando que llegara ese día, tan solo lamento no recordarlo...-rió animado, mirándolos- me alegra que hayamos recuperado a Hineko-chan. -pero todos le observaban muy serios, y su alegría duró poco- ¿Ocurre algo?-
Noe-moe suspiró.
-Pues si...cuando éso ocurrió...ella no se lo tomó bien.-
-Nada bien.- Recalcó Chopper.
-Explotó como un volcán.- Apuntó Bounty.
-Digamos que estuviste muy, muy cerca de que te matara allí mismo. Por suerte la paré a tiempo...- Noe se llevó el dedo índice a los labios, frunciendo el ceño. Ox tragó saliva, poniéndose blanco.
-Hineko...¿Está enfadada conmigo?- murmuró.
-No lo sabemos...no quiere salir de su cuarto. Está muy mal, y no sabemos que hacer. Casi no come ni duerme, y no nos habla para nada.- Suspiró la chica, preocupada por su amiga- Aunque imagino que no querrá ni verte.-
Ox se llevó las manos a la cabeza, hundiendo los dedos entre los mechones despeinados de su cabello, y bajó el rostro, mordiéndose el labio inferior. Bounty avanzó un par de pasos y colocó la mano sobre su hombro.
-Conseguirás que te perdone...quizá se le pase, con algo de tiempo.-
-¿Y qué haremos si no mejora?- preguntó Luffy, preocupado- Ella es nuestra navegante, no podemos hacer nada sin Hineko.-
-Pues entonces tenemos que esforzarnos para que sepa que nos tiene a su lado, que no esta sola, y hacer que su dolor desaparezca.- Asintió Chopper, con gesto serio. Noe asintió varias veces, dándole la razón.
-M-me ayudaréis...a que me perdone?...- Murmuró Sal-Ox entre dientes, con un tono mas rabioso que consternado.
-Por supuesto.- Sonrió Bounty.
         
                                                                       ***

Sanji se mantenía concentrado, afanado en preparar la cena de aquella noche. Una vez mas se le había ido el santo al cielo, demasiado preocupado para pensar en nada mas, y había comenzado a cocinar mas tarde de lo normal. Cuando ésto ocurría, Luffy se ponía especialmente pesado, y en seguida lo arrastraba a la cocina. Ya se había cortado con el cuchillo dos veces en dos días. Y no recordaba cuando fue la última vez que ésto le había ocurrido. Hineko... Deseaba tanto que por una vez fuera por él por quien la chica llorara, o riera, o se preocupara. Y odiaba saber que ella estaba sufriendo por algo, y él no podía hacer nada por evitarlo. Apretó el cigarro entre los dientes, y el cuchillo entre los dedos. No importaba cuanto esfuerzo pusiera en sus comidas, ella no estaba en condiciones de disfrutarlas. De pronto sintió una presencia a su espalda y un escalofrío le recorrió la nuca. Al girarse, Hineko le observaba, sentada sobre una de las sillas de la mesa, con las piernas cruzadas y las manos sobre el regazo. Sanji entreabrió los labios y el cigarro se cayó de su boca de la impresión. Agitó la cabeza despejándose y murmuró.
-H-Hineko-chan...¿necesitas algo?-
-En mi cuarto hace algo de frío...- Sentía su voz débil y algo afónica de tanto llorar.- ¿Podrías prepararme algo caliente para beber?...Me duele un poco la garganta.-
Aquella eran las únicas palabras que la chica le había dirigido en tres días. Sin comprender del todo por qué, notó que sus ojos se empañaban, llenándose de lágrimas, y tragó saliva para bajar el nudo que se había formado en su garganta. Sonriendo poco a poco asintió.
-Por supuesto...- En silencio, preparó para ella un dulce y espeso chocolate caliente, con una capa de nata montada por encima y virutas de chocolate oscuro, coronado por un barquillo de vainilla. La chica tomó la taza entre las manos e inclinó un poco la cabeza, levantándose.
-Muchas gracias, Sanji.- Antes de que pudiera girarse para marcharse de la cocina, éste la estrechó entre sus brazos sin previo aviso y ella tuvo que hacer un esfuerzo por no derramar la bebida.
-No he podido...darte la bienvenida hasta ahora...- murmuraba la voz del cocinero en el oído de la chica pelirroja, con un tono cercano a un sollozo.- Gracias por estar aquí...ojalá lo estuvieras del todo.-
Hineko apretó la taza en la mano y se mordió el labio, conteniendo las lágrimas, que últimamente sus ojos no paraban de derramar. Apretó la camisa del chico entre los dedos de su mano libre, tan solo un momento, y luego se separó consiguiendo recomponerse. Él continuó observándola, con una triste sonrisa, y ella bajó la cabeza, hundiendo la vista en el suelo.
-Buenas noches- Susurró.
La puerta de la cocina se abrió y un somnoliento Usopp entró en la cocina, estirando los brazos. Al verla allí, abrió los ojos y esbozó una amplia sonrisa.
-¡Hineko! Que bueno verte aquí fuera, había oído que estabas enferma. ¿Estás mejor? ¿Contenta de haber vuelto a tu verdadero hogar?- Colocó las manos en la cadera mientras hablaba animado, pero ella lo observaba a través del velo de mechones de color rojo que conformaba su flequillo. Sus ojos se entornaron, aún brillantes de lágrimas, y apretó la mandíbula. - Imagino el alivio que debe ser que tus amigos te arranquen de las garras de un monstruo como aquel tipo. -
Sanji entreabrió los labios y dio un paso adelante al oír ésto, tratando de callar a Usopp, pero ya era tarde. La bofetada de Hineko llegó antes que él, cruzando el aire hasta impactar de lleno en la mejilla de Usopp, que cayó al suelo de costado.  El chico la observó desde el suelo, tragando saliva y llevándose una mano a la dolorida mejilla. Temblando de ira y dolor, ella le devolvió la mirada.
-La mitad de la culpa es tuya...- Apuntó la temblorosa voz de Hineko.- No se como te atreves a decir algo así...eres despreciable. - Apartando la vista de los ojos de Usopp, abrió la puerta de la cocina con la mano que tenía libre.
-E-espera...- Comezó él, tratando de levantarse del suelo a trompicones.
-Cállate...No quiero oír nada mas. - Hablaba sin mirar a ninguno de los dos, de espaldas bajo el umbral de la puerta. - No vuelvas a dirigirme la palabra.-
La figura de la chica desapareció en la oscuridad y Usopp miró a Sanji sin comprender, quien le devolvió una severa mirada. Ambos se sentaron en silencio a la mesa, y el cocinero trató de explicarle el terrible error que acababa de cometer.

Faltaba a penas una hora para que el alba comenzara a despuntar. La taza de chocolate caliente, ahora vacía, descansaba sobre el césped del castillo de popa, junto a los pies de Hineko que observaba el cielo en silencio. Apoyó una mano sobre la baranda de madera y se llevó la otra al pecho, tragando saliva. Quería que aquel dolor insoportable desapareciera junto con la presión que se había instalado en su pecho, y que se negaba a abandonarla. El césped crujió bajo las pisadas de Zoro, cuando subió al castillo de popa para comenzar su entrenamiento, como cada día. Por lo general no solía haber nadie allí a aquellas horas, y encontrar la figura de Hineko allí de pie y estática, lo sorprendió un poco. Avanzó con pasos lentos y cautos, hasta colocarse junto a ella. Una rápida mirada a los ojos llorosos de la muchacha, y a la forma en que se sujetaba el pecho con la mano izquierda fue suficiente para darse cuenta de la situación.
-Has derramado ya demasiadas de tus valiosas lágrimas.- Dijo a media voz, cruzando los brazos frente a su musculado pecho. La chica lo miró ligeramente, sin decir nada. - Perder a alguien que quieres, es una experiencia terrible...-
Sus miradas se cruzaron esta vez, y Hineko parecía al borde del llanto al murmurar con voz quebrada.
-¿Qué debo hacer para que éste dolor se vaya...?- Zoro sonrió y la sombra de un triste recuerdo cruzó su mente, tiñendo sus ojos de dolor. Descruzó los brazos y rodeó a su amiga entre ellos, estrechándola con firmeza, pero muy delicadamente.
-El dolor no se va jamás...tan solo aprendes a vivir con él.-
Hineko enterró el rostro en el pecho de Zoro, y comenzó a llorar entrecortadamente.
-Y es un dolor indescriptible, si...- Continuó él, en un susurro, con tono seguro.- Pero si consigues sobrevivir a él, te hará mas fuerte. Mucho mas fuerte.- Pasó una mano acariciando su cabeza, y apartándola despacio. - Seca tus lágrimas y piensa de forma lúcida.-
Ella observó sus ojos grises, secándose las lágrimas con el dorso de la mano. Tomó aire recomponiéndose un poco y asintió levemente.
-Gracias...Zoro...-
La muchacha descendió a cubierta y volvió a la solitaria oscuridad de su camarote.

                                                     




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