lunes, 11 de marzo de 2013

Cada corazón tiene un dueño; Besos regalados, besos robados.

"¿Sabes qué es lo mejor de la ópera?...Cuando es aburrida..."


Los días se arrastraron lentos, tanto que Hineko no estaba segura de si había pasado una semana, o un mes. En cualquier caso tampoco le importaba. Se paseaba por la casa erguida pero ausente, dibujando una sonrisa al sentarse frente a Crocodile en cada comida del día. Pero él no era un hombre ingenuo, y nada de lo que ocurriera en el interior de la mente de la muchacha escapaba a su vista. Le bastaba tan solo una mirada profunda a sus ojos apagados para saber como se sentía. Una noche, algo antes de la hora acostumbrada para la cena, se sorprendió a si mismo divagando sobre formas de animar a la joven. Frunció el ceño frente a su reflejo en los cristales fríos de la ventana. Si ella no era feliz, no tendría motivos para quedarse a su lado. Desprendió las cenizas de su puro con un toque suave del dedo índice y se colocó el abrigo sobre los hombros, saliendo de la estancia. Carraspeó levemente y golpeó suavemente con los nudillos la puerta del cuarto de la navegante. No obtuvo respuesta en seguida, pero al cabo de un rato ella le cedió el paso enfundada en una larga bata de seda roja. Crocodile inspiró hondo y trabajó la sonrisa mas animada que era capaz de esbozar.
-Buenas noches princesa. Tengo grandes noticias...- A pesar del entusiasmo conque él trataba de impregnar sus palabras, la chica no perfiló mas que una sonrisa de cortesía, no obstante le escuchaba con la misma atención que siempre. Él le alzó la barbilla con la mano y la miró mas fijamente.- Arréglate, ponte guapa, esta noche tenemos un lugar importante al que ir.- Hineko asintió levemente y se giró para darle la espalda al quitarse la bata que deslizó suavemente por sus hombros y bajó rozando las curvas de su cuerpo con un sonido siseante.
-Desde luego, Crocodile-sama...- Éste alzó poco a poco la ceja derecha observando a la chica esconderse tras la puerta del armario en ropa interior, para comenzar a vestirse.- Y...¿a donde vamos a ir, si puedo preguntar?-
-Es...una sorpresa. Solo espero que mejore ese ánimo taciturno que arrastras desde hace algunos días...- sonrió algo mas y salió del cuarto.- Te esperaré en la entrada.-
Hineko asomó la cabeza por la puerta del armario, observándole marchar y colocándose unos bonitos tacones negros y el abrigo. Mientras salía en su busca, el pensamiento de qué se traería el hombre entre manos cruzó su mente fugaz como un rayo. Acabó de recorrer la alfombra roja que coronaba la entrada y tomó la mano que Crocodile le tendía frente a la puerta abierta. Afuera, la noche ya había caído sobre el desierto y las dunas de arena brillaban silenciosas a la luz de la luna. Los ojos de la chica se inundaron de la hermosa vista, y ésto la hizo sonreir, ésta vez con sinceridad.
-¿Te gusta el desierto?...- Murmuró la voz grave de él, junto a ella.
-Si...es realmente hermoso.- La muchacha alzó la vista para mirarle al contestar, manteniendo la sonrisa.
-Él piensa lo mismo de ti.- Le devolvió la mirada enarcando las cejas y la vio fruncir el ceño, sin comprender del todo, riendo levemente. Extendió el brazo para que se abrazara a él. Hineko ya empezaba a acostumbrarse a la forma que tenía aquel hombre de desplazarse libremente, y cuando la arena la envolvió y sintió sus pies alzarse del suelo, ella simplemente cerró los ojos y se aferró con fuerza.
Volvió a elevar los párpados al notar las puntas de los pies rozar el suelo, depositándose finalmente en éste. Observó el imponente e impoluto edificio que se erguía ante ella, realmente majestuoso.
-¿Un teatro?- Le miró, y Crocodile le tendió el brazo. Ella respondió reposando la mano suavemente sobre éste, y comenzó a caminar tras él. A medida que se internaban en el lugar los ojos de la muchacha captaban maravillados el decorado de la sala. La lámpara que iluminaba el teatro era tan grande que le costaba creer las dimensiones reales de aquella araña dorada repleta de brillantes cristales. Las butacas de terciopelo rojo descansaban cuidadosamente ordenadas frente al escenario, algunas ya ocupadas, otras esperando a que alguien se sentara sobre ellas para disfrutar del espectáculo. Sintió que Crocodile la miraba, y se obligó a despegar la vista.
-Ésto es precioso...- Susurró. Él asintió en respuesta, señalando hacia arriba, donde esperaba el palco, alto y completamente vacío.
-Si, pero nosotros vamos allí.-
Mientras subían las escaleras de camino a sus asientos, comenzó a sentir una ligera emoción, un leve nerviosismo que correteaba por su estómago. No recordaba haber estado jamás en un teatro tan increíble, y mucho menos en un palco.
-¿Eso que noto son nervios?.- Le susurró, ofreciéndole asiento. Hineko tragó saliva sentándose con una sonrisa nerviosa.
-Esque nunca he estado en un lugar así antes...-
-Entonces está funcionando.- Contestó satisfecho. Alzó un par de copas llenas de vino que reposaban sobre una bandeja plateada, en una mesa junto a ellos. Le ofreció una de ellas, que la chica aceptó agradecida.
-Gracias por traerme aquí. Realmente es emocionante.- Le miró de reojo y dio un pequeño sorbo de vino, sintiendo como el dulce líquido rojizo rozaba sus labios.
-No tienes por que dármelas. Es un placer.-
Cuando las luces se desvanecieron y el escenario se iluminó frente a ella, Hineko aferró su copa conteniendo durante un momento la respiración. Todas las artes la habían fascinado siempre, tanto la pintura, como la música, y tantas otras. La ópera era larga, pero ella empezó disfrutándola realmente. Sus ojos no se separaban de los actores, que interpretaban sus papeles de forma impoluta. No obstante, a medida que la obra avanzaba su cerebro comenzaba a distraerse de forma inconsciente, sorprendiéndose a veces al encontrarse mirando el fondo de la copa, con la mente repleta de recuerdos que ahora la atravesaban dolorosamente como dagas. Sintió que Crocodile se movía junto a ella, y escuchó su voz murmurando.
-¿Qué ocurre, te aburres?- Ellá negó tan pronto como pudo, obligándose a sonreir mientras su mirada se hundía en el vino de su copa, que sus dedos sujetaban inquietos.
-No...no...está genial...-
-Te aburres. Pero te diré una cosa...¿Sabes qué es lo mejor de la ópera?- Le preguntó, inclinándose hacia ella con una sonrisa. Hineko negó, y alzó entonces la vista para mirarle, encontrándole de pronto mas cerca de lo que había pensado y quedándose sin palabras que responder.-...Cuando es aburrida. -Sintió las palabras dichas directamente sobre sus labios, y la mano que la acercaba despacio desde la nuca hasta juntarlos con los de él en un beso. Su mente estalló en un vórtice de confusión y nervios para quedar repentinamente en blanco, y la copa se resbaló entre sus dedos, cayendo sobre la moqueta con un sonido sordo y derramando su contenido a los pies de la chica. Sus párpados cayeron solos y sintió el pecho bajar en un suspiro que escapó sin permiso de sus pulmones. Cuando tomó aire de nuevo, el dolor que vivía en su pecho se había transformado en un calor intenso. Como el del desierto. Todos sus sentidos quedaron obnubilados, y lo único que pudo notar entonces fue esa calidez...

                                                                     
                                                                           ***


Tras varios días de arduas deliberaciones y planes desechados, los Mugiwara habían llegado a un acuerdo para ir en busca de su navegante. Bounty acompañaría a Noe-moe, Luffy y Ox hasta el paradero de Crocodile, ellos serían el grupo principal. El grupo de apoyo estaría compuesto por Sanji, quien no permitía que le dejaran atrás en éste cometido, Zoro, que no había accedido a ir en el primer grupo, y Chopper, como médico auxiliar. Vigilando para asegurar una huida perfecta se quedarían atrás Franky, al timón del Thousand Sunny, Brook, y Usopp. Todos parecían estar de acuerdo con el papel que desempeñaban en aquel plan, por tanto aquella noche, tras concluir la reunión, todos cenaron y se marcharon a dormir pronto. Debían acumular fuerzas para la travesía, y en caso de que debieran luchar cuando localizaran a Hineko. Sanji había estado entrenando duro junto a Noe, ambos pensaban que si aquel tipo la había secuestrado no iba a devolvérsela tan fácilmente, y tenía fama de ser verdaderamente poderoso, por ello debían ir prevenidos.

Las agujas del reloj tocaron las 12 de la noche en la mesita junto a la cama de Noe-moe. No había conseguido conciliar el sueño en varios días, y los ronquidos de Luffy la mantenían aún mas despierta. La angustia que se había apoderado de su corazón no la iba a abandonar, y ella lo sabía. Cada noche enterraba el rostro en la almohada y sus lágrimas la impregnaban hasta que ésta quedaba completamente empapada. Aquella noche había sido diferente. Sentada sobre la almohada, con la espalda apoyada en el cabecero de la cama y los brazos rodeando sus piernas, había observado el vacío durante horas. Estaba asustada. Estaba tan asustada, que no podía llorar. La idea de que algo pudiera ocurrir durante la misión la torturaba. Ésto no le había pasado nunca, él siempre le daba fuerzas para enfrentarse a situaciones de vida o muerte. Pero esta vez no era así. Se sentía débil y desprotegida. Si perdía la vida en aquella incursión sintiendo que él aun la odiaba, su alma no descansaría en paz jamás. Apoyó la frente sobre las rodillas y cerró los ojos entre temblores. No quería perderle para siempre. Prefería morir entre sus brazos que vivir sintiendo como le esquivaba la mirada cada día. Haciendo acopio de fuerzas se levantó de la cama y salió al pasillo. Sintió las baldosas frías bajo sus pies y encogió los dedos un poco. Tragó saliva y caminó hasta estar frente a la puerta de madera de la habitación de Zoro. Alzó una mano y apoyó la palma lenta y suavemente sobre la superficie, suspirando.
-¿Vienes a hablar?- La voz que llegaba serena desde el otro lado de la puerta la sobresaltó un poco, y alzó la cabeza de golpe para observar la puerta. Casi podía sentirle en el lado contiguo, con la espalda apoyada donde ahora reposaba su mano.
-S-si... quiero hablar. Creo que te debo una disculpa...y una...explicación.- La muchacha trataba de empujar las palabras fuera de sus labios, pero éstas se atropellaban en su lengua, haciéndola titubear.
-Cómo pudiste entregarle tu corazón a ese monstruo?...- Noe se mordió el labio, negando a medida que la voz de Zoro se filtraba a través de la puerta.- Todos sabemos las cosas que te hizo. El viento llevó tus gritos hasta mi, y a pesar de ello tu...- Golpeó la madera desde el otro lado, y la chica se sobresaltó, conteniendo las lágrimas- No te miraría de forma distinta por aquello, si no supiera que tu, encima, disfrutaste de su "compañía".
Aquella última palabra salio envenenada entre los labios del espadachín, y la muchacha rompió a llorar.
-¡No es cierto! ¡Sufrí terriblemente en aquella celda, y tan solo el sonido de sus pasos me asqueaba, te lo juro!-
-Pero tus ojos derramaron lágrimas al saber que no volverías a verle, ¿no es cierto?...-
Noe cayó al suelo de rodillas, cubriéndose el rostro con las manos mientras sus lágrimas se escapaban entre sus dedos.
-Yo no le amo...- Murmuraba en un llanto entrecortado.- Mi corazón es tuyo....mi corazón es tuyo...-
Su voz se fue apagando a medida que hablaba, y la puerta se abrió lentamente frente a ella.
-No al completo...- Le susurró Zoro, con tono calmado.- Volveré a entregarte el mío cuando demuestres que él no posee al menos un fragmento del tuyo...-La sujetó de las muñecas arrodillándose frente a ella, y separó  sus manos para observar su rostro empapado en lágrimas. Posó un beso leve pero significativo sobre sus labios, y volvió a incorporarse con parsimonia.- Hasta entonces...no seré yo quien te acompañe en la travesía.-
La puerta volvió a cerrarse y sus pasos se perdieron en el interior de la habitación. Noe permaneció sentada sobre el frío suelo, inmóvil durante varios minutos, con los brazos caídos a ambos lados del cuerpo. Cuando sus ojos se hubieron secado, se alzó para volver a su cama, y se paró frente a la ventana. Observó larga y profundamente el cielo estrellado. Ya no sentía angustia, tan solo dolor. Pero sonrió para sí con tristeza. Su dolor tenía remedio ahora que sabía lo que debía hacer para recuperar al verdadero dueño de su corazón...
...
"Te olvidaré." Susurró.

                                                                       
                                                                        ***

Encaramado en lo mas alto del tejado del hotel, Ox observaba la luna llena, dejando que ésta bañara su piel con su luz pálida. Se sentía desvelado e inquieto, y su instinto le decía que se aproximaba un gran peligro. Su cola de demonio se balanceaba a derecha e izquierda a su espalda, nerviosa. Cruzó los brazos y frunció el ceño, deseando que aquel tipo no hubiera lastimado a la muchacha. Algo en el fuego que dormía en la mirada de sus ojos verdes había captado su atención de una forma increíble. Sonrió de medio lado, dejando entrever sus colmillos afilados, y pensó.
"Espero por tu bien que no te hayas atrevido a ponerle un dedo encima...porque te aseguro que allí donde te escondas te encontraré. Y si te encuentro, te arrepentirás. Si la encuentro...la arrancaré de tus manos y me la llevaré conmigo."


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