miércoles, 28 de noviembre de 2012

Ahora o nunca; Con uñas y dientes



Desde que regresó a su cuarto, al alba, no había tenido noticias de nadie. Ni de Noe, ni de Zoro, ni de Lucci...
Ni de Kaku.
Apretó las manos, con los dedos entrelazados sobre el regazo. Su mirada se perdía en el horizonte de Enies Lobbie. La tripulación Mugiwara tenía las horas contadas, y el fin estaba cada vez mas cerca. Se levantó de su butaca y rodeó uno de los barrotes de la ventana con la mano. Podría escapar. Podría saltar. Y recuperar su libertad. Sintió como la sangre hervía en sus venas y la barra de acero se deshizo incandescente entre sus dedos. No, jamás los dejaría atrás. Pero ya no tenía la llave. Tan pronto como éste pensamiento cruzó su cabeza, la puerta se abrió tras ella y Kaku dio un par de pasos dentro antes de desplomarse sobre el suelo de madera. Hineko corrió a arrodillarse junto a el. Tenía un aspecto horrible, y heridas con mala pinta por todo el cuerpo. No obstante se notaba que aquel que se las había infringido no pretendía que fueran heridas mortales. Sus miradas se encontraron y Kaku negó despacio, un hilo de sangre se escapó de sus labios cuando susurró.
-La llave...se la ha llevado...- No esperaba otra cosa. Hineko dejó caer la cabeza. Su corazón palpitaba reclamando venganza por todos sus compañeros...y por él.
-Ya has hecho suficiente, debes quedarte aquí.-
-Quiero ayudarte...te...te lo prometí...- La respiración del muchacho era entrecortada y le costaba un esfuerzo hablar. Ella negó, alzándolo para apoyarlo sentado contra la cama.
-No...ya basta. Escúchame Kaku debes olvidarte de mi. -Él alzó la cabeza, parecía entre confuso y temeroso- Tienes demasiado que perder si me ayudas y yo...-La pirata se mordió el labio inferior. Al final la araña se había enredado en su propia tela y se maldijo a sí misma por su debilidad.- ...no quiero que te haga mas daño. Yo recuperaré la llave. Y saldremos de aquí, todos.
-Imposible, ¡Te matará!- Kaku la sujetó de la muñeca, reteniéndola.
-Entonces moriré en el intento...- Ella se desembarazó y se levantó, avanzando hasta abrir la puerta.- Deséame suerte..-murmuró, dedicándole una última mirada.
-Te quiero.- Le contestó el, guardando silencio.
Hineko atravesó la puerta sintiendo como dejaba una dolorosa parte de sí misma detrás, pero eso no la retuvo. Había demasiado en juego. Estaba oscureciendo de nuevo. Esta vez la noche sería su mejor aliada. Y la paciencia su mejor virtud. Llegó a la entrada de las mazmorras del sector Norte y se apoyó en una esquina junto a la puerta, en silencio. Cerró los ojos, y simplemente aguardó a la luna.

                                                                     ***

Luccí acabó de limpiarse la sangre aun fresca de los nudillos, bajo el chorro de agua fría que vertía el grifo. Recogió su melena rizada de color negro azabache en una coleta y se arregló el nudo de la corbata. Aquella chiquilla pelirroja le estaba dando demasiados problemas. Se remangó la chaqueta y salió del baño hacia el calabozo donde mantenía cautiva a su prisionera. Esta vez iba a asegurarse de poner en su sitio a Hineko, y que aprendiera dónde estaba su lugar. Recorrió con paso firme todas las celdas hasta llegar a la última, y allí estaba. Todo en orden. La puerta seguía firmemente cerrada y Noe recostada contra la pared, con las manos a la espalda, la cabeza gacha y el pelo tapándole el rostro. Debía estar moralmente agotada, ya se acercaba el día de la ejecución. Abrió la puerta de barrotes y entró en su interior, acercándose despacio a ella. 
-¿Cómo está hoy mi querida cautiva?- Siseó con una sonrisa. Noe alzó levemente la cabeza, mirándole con un deje de miedo- ¿Has oído la última noticia?...Tu amiguita pretendía escapar...sin ti...-negó despacio, con falsa compasión- Iba a abandonaros a todos a una muerte segura. Supongo que no te sorprende al fin y al cabo sois piratas. Robáis y engañáis sin remordimientos. Pero no te preocupes, me encargaré de que se haga justicia. - Hatori, la paloma de Lucci la observaba con oscuros ojos vacíos desde su hombro- Voy a adelantar la ejecución de tu amiga 24 horas...al alba llegará su fin. Y ese será su merecido por haberos traicionado pequeña. ¿Estas de acuerdo?-
Lucci esbozó una sonrisa malévola pero un crujir de pisadas a su espalda activó todos sus sentidos. Al tiempo que se giraba a mirar toda su piel se había cubierto ya de un suave pelaje moteado de leopardo. Los ojos verdes de Hineko le observaban llameantes de furia.
-¿Cómo has...?- Antes de que él pudiera acabar la frase los puños de la chica se envolvieron en llamas y descargó un puñetazo que Lucci esquivó con facilidad. Rió con sorna ante el pobre intento de la pirata y le devolvió un zarpazo mortal directo al vientre, pero antes de darse cuenta su mano la había atravesado como si fuera aire. La observó confundido y no tuvo tiempo de parpadear si quiera cuando Hineko le devolvió la sonrisa y le asestó una potente patada desde atrás, por encima de la cabeza, inclinándose con elasticidad felina. El golpe lo alcanzó justo en el rostro y Lucci retrocedió a penas un par de pasos. Escuchó un chasquido metálico a su espalda y sacudió la cabeza despejándose. De pronto sintió todas sus fuerzas debilitarse de golpe. Sus garras, colmillos y pelaje de leopardo habían desaparecido y sus manos se encontraban fírmemente atadas a su espalda. Se giró despacio, con mirada homicida, y observó a Noe alejarse de él lentamente. Esposas de Kairouseki. En su cabeza todo comenzaba a encajar, pero demasiado tarde. Hineko giró sobre sí misma para darle una última patada en el vientre que lo lanzó contra el suelo. Rebuscó en sus bolsillos hasta que dio con la reluciente llave maestra y ambas salieron rápidamente de la celda, cerrando tras de si. Dedicaron una última mirada a Rob Lucci, que se levantaba poco a poco del frío suelo de piedra y luego se miraron un segundo antes de echar a correr hacia la salida sin tiempo que perder.
-Y ahora...¿que hacemos?- alzó la voz Noe-moe, observando a su amiga, con la adrenalina aún palpitando en su interior.
-Vamos abajo, a las celdas, tenemos que sacar a los otros. - Sentenció Hineko, tomando el desvío para descender- Saldremos hacia los astilleros y recuperaremos nuestro barco, debe estar incautado pero ya sin vigilancia a tan pocos días de nuestra ejecución. - Noe asintió asimilando toda la información con rapidez. Atravesaron sin miramientos la puerta de los calabozos de la planta inferior, paseando la vista con nerviosismo por todas las celdas. Uno por uno fueron localizando a todos los miembros de la tripulación. A las chicas se les saltaban las lágrimas de felicidad ante el encuentro. Aún con la prisa de la situación la emoción era palpable. Estaban maltrechos y heridos, pero incrédulos de estar libres. Luffy se frotó las muñecas con una enorme sonrisa mientras Hineko relataba el plan al resto de sus compañeros, y se afanaba en abrir la celda de Sanji. El cocinero alzó la vista y esbozó una gran sonrisa brillante al verla, sus ojos centellearon un segundo y ella en seguida se inclinó a darle un fuerte abrazo y un sonoro beso en la mejilla.
-Estaba preocupada...- Susurró, tan suave que nadie mas que él podría haberlo escuchado.
-Te he echado de menos...- Le contestó él. Se miraron un segundo, y dejaron las palabras para luego. Ayudándose unos a otros salieron por la puerta trasera de la estancia, escabulléndose en la noche y siguiendo los edificios de Enies Lobbie, hasta llegar a la gran muralla que daba a la costa. Entonces, todos pararon en silencio, abatidos. El enorme portón estaba cerrado, sellando la altísima muralla. Se miraron sin saber que hacer, y el capitán dio un paso al frente.
-Yo me encargo.- Se recolocó su sombrero de paja y haciendo girar el brazo, lo estiró hasta alcanzar el borde y salir disparado para cruzarla. Una vez arriba sonrió, y bajando la voz habló a su leal tripulación.- Uno por uno, os iré subiendo.-
Franky fue el primero en subir. Toda la operación debía ser llevada a cabo en absoluto silencio. Tras él fue Zoro, cargando con el sombrero lleno de huesos de Brook, seguido de Noe, que se agarraba a los brazos de Luffy con miedo a caer. Sanji dirigió una mirada a Hineko y posó un beso fugaz en sus labios, cogiendo en brazos a un desmayado Usopp.
-Te veré arri...-
Su frase fue cortada por un estruendo ensordecedor. Tras ellos, una enorme sombra se acercaba. La respiración acelerada y ronca del depredador en seguida paralizó a Chopper, y un fuerte escalofrío recorrió el cuerpo de Hine. 
-¡Vamos rápido!- Apremió Luffy, bajando los brazos de nuevo. Pero Chopper no se movía.
-¡No, no hay tiempo!- la chica alzó al pequeño reno en brazos cuando la luna ya bañaba el rostro transfigurado de Lucci a pocos pasos de ella. Era tremendamente rápido.- Es a mi a quien busca...-alzó al pequeño animal y Luffy solo tuvo tiempo de alzarlo por poco cuando el zarpazo de Lucci resquebrajó la piedra haciendo saltar humo y trozos de granito. Hineko se apartó de un salto, acompañado de un pequeño grito que se escapó de su garganta. No tenía tiempo de pararse a pensar. Ella era la presa. Él el cazador. Tenía que correr. Se levantó y avanzó tan rápido como pudo. Pero sus cortas pisadas no eran rival para la carrera de la fiera que se acercaba mas y mas. Sintió las afiladas garras de Lucci cortar el aire tras ella y su cabello siseó. Algunos centímetros de pelo rojo se alzaron en el viento, cortados. La muchacha tomó aire y alzó la voz.
-¡Lava Skate!- En seguida el suelo se fundió bajo sus pies, dejando un reguero incandescente por donde pasaba. Su velocidad aumentó considerablemente y patinó sobre la piedra como si de hielo se tratara. Lucci le cortaba el paso de vuelta a la muralla. La estaba alejando, justo como él quería. La obligó a atravesar la ciudad, pisándole los talones, y volver a adentrarse en el edificio principal de Enies Lobbie. Subió las primeras plantas y cuando llegó al ala Norte, atravesando el corredor bañado de luz por las cristaleras, de un salto se abalanzó sobre ella. El peso del enorme leopardo la dejó sin aliento al chocar contra el suelo de boca. La había vuelto a atrapar, exactamente en el mismo lugar. Forcejeó y dificilmente consiguió ponerse boca arriba y parar las dentelladas del depredador. Lucci parecía mas salvaje que nunca. Entregado a los instintos asesinos de su parte animal. Ella tenía una increíble fuerza y conseguía mantener las mandíbulas abiertas, pero él era todo músculo y sed de sangre y de una sacudida consiguió que sus dedos resbalasen. Los largos colmillos de Lucci fueron a hundirse en el antebrazo de Hineko que soltó un alarido de dolor. Instintivamente su cuerpo se sobrecalentó a una temperatura increíble como forma de protección y el leopardo apartó de inmediato las fauces, con un gemido dolorido. La chica se levantó a trompicones, con todo su cuerpo llameante de flamante fuego. Si no aprovechaba la oportunidad, quizá no tuviera otra. Alzó la mano y extendió los dedos, pegando la palma de un golpe al suelo, que en seguida se levantó levemente desprendiendo humo y llamas.
-Hi no Ryuu...- Recitó Hineko, y un gran dragón se formó de las llamas que se alzaban desde el suelo. Lucci lo observó, bufando, y lanzó un rugido, que el dragón le devolvió justo antes de abalanzarse contra él, con las fauces abiertas. La chica lo observó cubrirse simplemente con los brazos y recibir de lleno el impacto de las llamas. Abrió los ojos impresionada, pues ese ataque hubiera matado a cualquiera, en cambio cuando el fuego se disipó él seguía ahí de pié. Su forma de leopardo se había desvanecido y su traje estaba algo chamuscado en algunas secciones, pero cuando apartó los brazos pudo ver que estaba entero, y en perfecto estado. Su primer impulso fue correr, y él no dudó en seguirla. De pronto, ante ella apreció una puerta conocida. La puerta de madera maciza de su cuarto. Rápidamente la abrió y cerró tras ella. Miró a su alrededor, ansiosa por encontrar una salida de escape y para su sorpresa encontró a Kaku, observándola de pie con aspecto preocupado. Una mirada fue suficiente para entender la situación. Él observó sus heridas y su gesto, y un fuerte golpe llegó desde la puerta. 
-Tengo que salir de aquí...- balbuceó ella, acercándose a la ventana y arrancando lo barrotes como si fueran de papel. Miró abajo, pero la caída era demasiado grande. Se había equivocado al pensar que podría saltar. Se mataría. Antes de que pudiera hacer nada mas, Kaku la alzó en brazos y se subió al alféizar de la ventana al tiempo que la puerta estallaba en mil pedazos y Lucci aparecía en el umbral. Kaku giró la cabeza, y las miradas de ambos se encontraron. 
-Ni se te ocurra...- Masculló Rob Lucci entre dientes, apuñalando al chico con la mirada, pero éste guardo silencio y la sostuvo- Si te atrapo te mataré...-
-No puedes atrapar el viento...- Replicó Kaku, y un segundo después se dejó caer desde la ventana, con la chica fírmemente sujeta entre sus brazos. 

martes, 27 de noviembre de 2012

Un moratón en cada corazón; Los colmillos del leopardo.

"Despacio observó de soslayo y sintió una amplia sonrisa depredadora en su nuca..."



Los susurros de ambos no se escuchaban mas allá de las sábanas de la cama. Hineko sabía que lo que le estaba haciendo a Kaku era una petición exigente, pero también sabía que lo haría por ella. No cabía lugar para una negativa. El muchacho escrutó los ojos de la chica, hallando en ellos una verdadera necesidad. Se irguió sobre la cama y alcanzando su chaqueta sacó del bolsillo interno de ésta una reluciente llave maestra, que luego le entregó a Hineko.
-Debes estar siempre alerta, y tener mucho cuidado...no hagas ruido, y por favor vuelve antes del alba...- murmuró el chico, mientras ella se levantaba y se iba vistiendo con parsimonia.
-Te prometo que así lo haré...- la pirata guardó la llave en el bolsillo de su pantalón vaquero y le dedicó una suave sonrisa antes de salir de la habitación. Al ver como la puerta se cerraba tras ella, Kaku se mordió el labio con preocupación.
Los pasillos estaban fríos y completamente desiertos. Ni un alma deambulaba por aquel sector a esas horas de la noche. Hineko avanzaba con pasos sigilosos y mudos, y movimientos suaves, casi felinos. Todos sus sentidos estaban alerta y de vez en cuando, palpaba el bolsillo donde llevaba la llave. Eso la tranquilizaba y le daba seguridad. Abrió el ventanal del pasillo que dirigía al ala contigua y se descolgó por él, subiendo un piso y deslizándose por el alféizar de la ventana. Cuando cerró el cristal, todo parecía seguir en orden. No estaba asustada, pero notaba todos sus músculos en tensión, y las palpitaciones de su corazón en su sien. Abriéndose paso entre las sombras alcanzó la gran puerta metálica que conducía a los calabozos de la sección Norte. Introdujo la llave en la cerradura y comprobó que se abría a la primera. En mitad de tanta quietud, el chasquido de la cerradura le pareció infinitas veces mas ruidoso, por no hablar del estruendo metálico al abrir la puerta. No obstante, parecía ser fruto de su imaginación pues nadie apareció a su encuentro. Se coló dentro de la estancia y recorrió todas las celdas a paso ligero, pero siempre discreto, hasta que advirtió una figura ovillada sobre el suelo de la última celda. Entornó el gesto con disgusto al apreciar que se trataba de Noe y lentamente hizo uso de su llave una segunda vez. La puerta se abrió, con menos ruido esta vez, y la muchacha alzó la cabeza débilmente desde el suelo.
-¿Hine...? ¿Eres tu?...- La escuchó murmurar, con un deje de llanto en la voz. Se arrodilló junto a ella y la ayudó a incorporarse un poco.
-Esa mala bestia...¿qué es lo que te ha hecho?...-
Noe advirtió un profundo tono de rabia en la voz de su amiga, y ambas se abrazaron por un momento. Al separarse, las lágrimas de Noe resbalaban por sus mejillas una detrás de otra.
-E-El...ha estado aquí...-alcanzaba a decir- Hace poco...se lo ha llevado...- La muchacha rompió a llorar y Hineko le advirtió de que guardara silencio.
-¿Quien? ¿A quién se ha llevado y a donde?- La apremió, Noe contuvo un sollozo.
-Zoro...dijo algo de...que intentaban escapar y...los separó...-niega- lo ha llevado a la sala de castigo del calabozo...-observó la llave en la mano de la chica pelirroja y tragó saliva- Llévame con él...por favor...déjame verle...esta noche...
Cuando la mirada suplicante de su amiga se posó en sus ojos, Ginger la sujetó con fuerza y la alzó junto a ella. La liberó de sus grilletes de kairouseki y la miró fijamente.
-Guárdalas...hoy no podemos irnos, pero mañana estaremos fuera de aquí...tienes mi palabra...solo debes volver a tu celda antes de que amanezca. - la chica asintió guardando los grilletes con ella y ambas se encaminaron en silencio, y cautas, hacia la salida de los calabozos de la sección Norte.
                                       
                                                                 ***

Zoro abrió los ojos cuando pudo al oír el sonido de la puerta de entrada abrirse lentamente a su izquierda. Comprobó a pesar de la oscuridad que reinaba en su celda, que su visión en el ojo izquierdo dejaba mucho que desear tras la brutal paliza que aquel hombre con mirada de demonio le había propinado. Escuchó los pasos, acercándose hacia él. Por el número de pisadas, pudo deducir que eran dos personas. Cerró los párpados de nuevo y suspiró combatiendo el fuerte dolor que sacudía su cabeza. Cuando volvió a abrirlos, un par de siluetas femeninas se recortaban frente a los barrotes de su celda. Él, arrodillado y esposado de manos y pies, no pudo mas que alzar la cabeza y tratar de aclarar su vista. No estaba seguro...Pero jamás confundiría esa sombra...
Noe...
Demasiadas noches había memorizado cada uno de los centímetros del cuerpo de aquella muchacha, en mitad de la absoluta oscuridad, para no reconocerla ahora. Sus sospechas se vieron confirmadas cuando sintió como unos gentiles y cálidos brazos le rodeaban el cuello, apretándole contra un hombro conocido y reconfortante. Sonrió y tan solo consiguió susurrar el nombre de la chica antes de que ésta callara sus labios con un largo y anhelante beso que en seguida prendió la cálida llama en el interior de su pecho. El solo brillo de sus almas, satisfechas ahora de volver a estar juntas, podría haber iluminado toda la estancia. El solo calor de ambos corazones podría haber caldeado algo tan frío como un calabozo en las entrañas de Enies Lobbie. Hineko, que observaba la escena desde la puerta, sintiendo como sus ojos se empañaban por momentos, dejó la puerta de la celda entreabierta y se marchó por donde había venido.
Las manos, cuidadosas y llenas de cariño de Noe, palpaban el rostro de Zoro observando los destrozos que los golpes habían causado. Esto arrancaba sonidos de molestia de la garganta del muchacho que ella en seguida aliviaba posando un beso suave sobre sus heridas. Lloró de alivio al estar con el, y rió a la vez de felicidad al abrazarle, y acurrucarse junto a el en un rincón de la celda. Pasaba los dedos entre los cabellos del espadachín, haciéndola recordar lo inusualmente suaves que eran en realidad. Ya sus heridas no le dolían. Ya los golpes no la dañaban. Ya no existía ninguna bestia en el mundo capaz de tocarla. Porque estaba con él, y nada mas le importaba. Tan solo ocupó su mente en atesorar cada segundo de aquella noche, que ya nadie le podría arrebatar.

Hineko atravesaba los pasillos tratando de encontrar el camino de vuelta a su habitación sin hacer el menor ruido. Debía volver antes de que el sol comenzara a levantarse en el horizonte. Entró en la intersección de dos alas, bañada por la luz de la luna que se colaba entre las cristaleras de las ventanas. Un escalofrío le recorrió la espalda y se giró de golpe, alerta y con los ojos abiertos en mitad de la oscuridad. Pero no había nada ni nadie allí. Estaba demasiado tensa. Suspiró pero el aire se atragantó en sus pulmones cuando una mano rápida y sigilosa le tapó los labios desde atrás mientras otra le inmovilizaba las manos a la espalda. Despacio observó de soslayo y sintió una amplia sonrisa depredadora en su nuca.
-¿Te has perdido gatita?...- Susurró la inconfundible voz de Rob Lucci en su oído. Su mano bajó hasta posarse sobre su cuello y notó el tacto frío de los grilletes cerrarse en torno a sus muñecas. - Permíteme ayudarte a regresar a tu lugar...-
Las yemas de los dedos de Lucci se apretaban en torno a su garganta más de lo que deberían, y ella sabía que lo hacía a posta. El leopardo había cazado al gato. ¿O no..?. Con un movimiento rápido dio un fuerte tirón hacia abajo para zafarse de sus manos y correr, pero él ya lo había previsto, y la sujetó con fuerza de la nuca, obligándola a girar hasta pegarla con brusquedad contra la pared de piedra.
-Estás tentando tu suerte...- le advirtió el, acercándose mas a su rostro. Sus ojos y sus dientes formando una sonrisa perfecta brillaban con malicia entre la penumbra, que poco a poco se aclaraba a medida que el alba se acercaba- ...tengo una preciosa celda especialmente reservada para ti, Hineko.-
La chica ladeó la cabeza cuando Lucci se aproximó aún unos centímetros mas, pero un fuerte portazo los sobresaltó a ambos, obligándolos a observar la figura que contemplaba la escena desde el fondo de la estancia. La mirada severa de Kaku se posaba directamente sobre Lucci tras la visera de su gorra negra.
-Suéltala, Lucci. Ella es mi protegida. - Hineko se sorprendió de hallar un tono grave y desafiante en la usualmente gentil voz del chico.
-¿Protegida?...- Lucci enarcó una ceja- Querrás decir prisionera...-su sonrisa se agrandó y Kaku avanzó con pasos firmes hacia ellos.
-He dicho que apartes tus zarpas de ella...¿no me has oído?-
Lucci frunció el ceño con una mirada asesina, y lentamente se apartó de la muchacha. Kaku extendió el brazo hacia ella y Hineko en seguida comprendió la señal, apresurándose a correr junto a el. Pero Rob Lucci la detuvo bruscamente. Introdujo una mano dentro de uno de los bolsillos de su pantalón vaquero y extrajo la reluciente llave maestra. Esbozando una lenta sonrisa abrió los dedos y dejó libertad a la joven, que avanzó hasta estar junto a Kaku.
-Vuelve a la habitación...- murmuró éste, sin mirarla ya que no se había dignado a apartar la vista de los ojos de Lucci. Estaba decidido a no rendirse ante el esta vez. No apartaría la vista primero. Por mas implacable que fueran sus ojos de hielo. Ella no replicó, y continuó corriendo sin mirar atrás.
-Vas a tener que dar explicaciones de ésto...- sentenció Rob Lucci, alzando la llave entre los dedos índice y pulgar.
-No voy a darte explicación alguna.- Repuso Kaku, entornando los ojos.
-No juegues conmigo...- al escuchar su respuesta, avanzó hacia él, amenazante e imponente, con los ojos del felino depredador que era en el fondo reluciendo de forma siniestra. - Se que alegarás que te la ha robado en un descuido pero yo se muy bien que se la has entregado por propia voluntad...-agarró a Kaku con fuerza y lo alzó varios centímetros del suelo, sujetándolo por la chaqueta-...por eso...me voy a encargar de que recibas lo que mereces...-ladeó la cabeza observando los moratones que adornaban su ojo y sonrió. Kaku sostuvo la mirada de los ojos de Lucci, algo dentro de su interior se retorció y un escalofrío subió por toda su columna. Muy lentamente, acabó por cerrar los ojos.

lunes, 26 de noviembre de 2012

La mariposa en la tela de araña

Cuando Hineko abrió los ojos lentamente, parpadeando para aclarar su visión, una fuerte molestia en seguida sacudió su estómago. Acarició la superficie de su vientre alzándose sobre la cama con un largo suspiro y maldijo a Lucci en voz baja al recordar el fuerte golpe que la había propinado. Tres días. Habían dictado su sentencia de muerte en 72 horas. Eso no era mucho. Obligó a su mente a funcionar tan rápido como fuera posible, pensando la manera de escapar de aquel lugar. Avanzó un poco por la habitación y advirtió que habían cerrado firmemente la ventana que antes había estado siempre abierta, y por la que Kaku a veces acostumbraba a entrar tras sus incursiones por la ciudad de Enies Lobby. La cerradura de la puerta profirió un crujido metálico y la muchacha se giró instintivamente, en guardia. Tras ella apareció la silueta renqueante y cabizbaja de Kaku. Alzó la vista para mirarla con gesto abatido y culpable, y Hineko pudo observar un perfecto círculo amoratado en torno a su ojo derecho que se extendía hasta buena parte del pómulo. "Lo siento" murmuró simplemente, con un hilo de voz frágil. La pirata observó como el muchacho bajaba la vista hasta esconderse de nuevo tras la visera de su gorra y sentarse despacio, como un alma en pena, sobre la cama. Algo dentro de ella se retorció causándole una sensación inesperada. Lástima. Tragó saliva y se sentó junto a el, pasando una mano suavemente sobre la espalda de Kaku suavizó el tono de su voz hasta dejar escapar una nota de cariño.
-Lo intentaste...-
Él pareció notarlo de inmediato porque volvió a posar la vista sobre los ojos de la chica, y casi parecía sorprendido por el gesto.
-No dejaré que mueras aquí...ni de esta forma...- Dijo, con algo mas de seguridad, y ella le dedicó una ligera sonrisa.
-Solo tu puedes ayudarme...pero no debes dejar que se enteren...podrías perder todo lo que tienes. -su mano recorrió la espalda de Kaku hasta sujetar la gorra y apartarla de su cabeza despacio, dejando libre el cabello pelirrojo del chico.
-Haré lo que sea necesario...-la mirada de los ojos de él se intensificó sobre los de la pirata- cualquier cosa...-
Lo se...-sonrió Hineko, con disimulada eficiencia- lo se tesoro...
Lentamente lo atrajo hacia ella, tirando suavemente de su nuca, hasta depositar un beso leve sobre sus labios , que él se tomó la libertad de intensificar considerablemente, acercándola a su vez por la cintura. La muchacha hizo un leve amago de separarse, pero Kaku no parecía tener intención de soltarla, y poco a poco se fue dejando caer sobre ella, hasta que Hineko estuvo recostada sobre las suaves sábanas blancas de la habitación. El cerebro de la chica le advertía que era el momento de pararle los pies, ella debía llevar el control de las situaciones, no él. Por el contrario su cuerpo no parecía responder, y se limitaba a pasar los dedos de las manos suavemente entre los cabellos del muchacho, alborotándolos con facilidad. A cada impulso involuntario que su cuerpo se permitía tener, ella se reprochaba a sí misma el tenerlo. Sus mejillas se encendieron lentamente al notar los dedos de Kaku abrir la cremallera de su corsé y colarse furtivamente bajo éste. En una ligera divagación pensó para sí misma que era un estado parecido a cuando te acabas de despertar y te quedas mirando a la nada durante incontables minutos, sin que tu cuerpo se digne a moverse. No puedes luchar contra tus impulsos. De pronto sentía todos sus sentidos agudizarse. El peso del chico sobre ella se hacía notable ahora, podía oír su respiración acelerada y el roce suave de sus ropas a la perfección. Suspiró sin querer. Estaba demasiado cerca. Notaba la presión que ejercía su cadera sobre la de ella. Permitió que la desnudara y ella hizo lo propio con él, dejando ahora que sus pieles entraran en contacto, cálidas y suaves, recorridas por una especial química. Él le rodeó la cadera con las manos, sujetándola con fuerza, y cuando sintió que su corazón daba un extraño vuelco al notar como entraba dentro de ella lentamente, sus labios dejaron escapar un sonido placentero a la vez que una extraña incomodidad se instalaba en su pecho.
Suspiró para sí, y se preguntó si la araña no estaría enredándose en su propia tela.

                                                                            ***

Lucci la había arrastrado a lo largo de todo el pasillo de calabozos, y ahora sus tobillos se resentían de rozar contra la fría y dura piedra del suelo. La dejó caer sin cuidado dentro de su celda  y le dejó los grilletes aprisionando sus muñecas a su espalda. A pesar de todo, ella no lloraba por eso. Poco le importaba ya el dolor a estas alturas. Tampoco su muerte la atormentaba. No podía negar que el hecho de morir la asustaba, pero aún mas la asustaba que él pereciera con ella...
Él...
Roronoa Zoro.
Aquél espadachín bruto y sin modales. Aquella bestia salvaje de pelo verde y cicatrices incontables que adornaban su piel bronceada. Aquél hombre testarudo e inaccesible que tan solo con ella mostraba que en lo mas profundo de sí mismo escondía una personalidad capaz de ser cariñosa en las noches mas frías, y llenar el hueco de su cama. Si, aquél marimo sin cerebro le había robado el corazón mucho tiempo atrás. En cuanto lo había conocido al unirse a la tripulación Mugiwara algo dentro de ella se había encendido, y era una llama que jamás se apagaría mientras siguiera con vida. Mientras siguiera con vida...
Pero ahora, aquella otra bestia, muy distinta de Zoro, iba a arrebatarle su vida. Y con ella, todo su amor, que desvanecería con su existencia. Rob Lucci...
Alzó la vista desde el suelo para contemplar los ojos fríos que la observaban desde arriba, juzgándola, sentenciándola, despreciándola. Esa mirada que siempre le recordaba que ella era una pirata, y eso era sinónimo de ser la basura del mundo. A lo largo de aquellos días había aprendido a odiarle tanto como le temía. Pero también le temía tanto como la fascinaba...
Era un hombre atractivo y frío, sin escrúpulos, con un radical sentido de la justicia y  que no reparaba dos veces a la hora de quitar una vida. Era justo su tipo.
Se inclinó despacio para mirarla mas de cerca.
-Vas a morir.- Le dijo simplemente, con un tono de voz monocorde y carente de interés. Noe trató de endurecer el gesto aunque solo le salió una extraña mueca al reprimir sus ganas de llorar. - Y él morirá contigo.- Sabía que podía ver a través de sus ojos. Ella era transparente ante él. Sabía lo que pensaba, sabía lo que temía y lo que anhelaba en todo momento. Y eso la enfurecía.
-N-No...no moriremos...él...él me sacará de aquí...ya lo verás...- murmuró, negándose a darse por vencida.
Su respuesta provocó que Lucci esbozara una lenta y divertida sonrisa. Ver como toda su fe de salvación se desvanecía por momentos parecía divertirle. Ese hombre frustraba todas sus esperanzas. Bajó la cabeza y dejó que su cabello castaño cubriera su rostro, y la apartara de la mirada de hielo de Lucci.
-Te dejaré a solas...para que puedas llorar la muerte de tu amado en paz.- Dijo él, alzándose de nuevo con un toque triunfal. Caminó hasta la puerta y la cerró con un estruendo metálico. Así de fácil le arrebataba su libertad.
-Todos vuestros esfuerzos han sido en vano...- Noe le oía, pero no quería escucharle. Sus palabras eran dolorosas como puñales. A pesar de esto, Rob Lucci continuó- Al final la justicia siempre vence. -
A través de los cabellos castaños pudo ver la sonrisa brillante del miembro del CP9, que la observaba como un depredador observa a su presa.- Y a fin de cuentas...¿qué eres tú, si no una débil mariposa, retorciéndose entre los hilos de la araña?...-

                                                                      ***

La frente de Zoro se estrellaba una y otra vez contra los barrotes de la celda. Un gran moratón de aspecto bastante feo había aparecido ya sobre su piel, pero eso no le hacía detenerse. Tras él, Sanji observaba entre los mechones de su flequillo rubio, fumando silenciosamente de un cigarro a medio acabar.
-Zoro...- La voz algo ronca de Sanji quebró la quietud del calabozo, solo perturbada por los rítmicos golpes del espadachín.- Llevas horas así...no ves que no consigues nada? Te vas a matar las pocas neuronas que te queden...-
Zoro detuvo por un instante su retaíla de golpes para observar al cocinero, que le miraba con gesto apagado. Despacio se acercó a el con gesto amenazante y por un momento Sanji abrió algo mas los ojos al observar el rostro ensombrecido de su compañero.
-No voy a permitir...que ninguno de estos marines de mierda la vuelva a lastimar...- Estaba tan serio que Sanji no tuvo una réplica que darle.
-Tu también te fijaste no?...en las marcas...de todo su cuerpo...- murmuró Sanji, dedicándole una mirada escrutadora al espadachín. De pronto una energía cargada de rabia pareció sacudir a Zoro que propinó una brutal patada a la pared, justo al lado de la cabeza de Sanji. El cocinero ni se movió.
-Ni se te ocurra mencionarlo, ni mucho menos divagar sobre ello...me oyes?...- El otro no contestó, y Zoro pareció darse por satisfecho- Lo que me fascina es que tu hayas estado ahí tirado, como si estuvieras muerto, mientras sabes que en algún recoveco de este apestoso lugar está encerrada la mujer que se supone que amas.
Sanji escupió el cigarro, clavando una mirada de advertencia en los ojos grises del espadachín.
-Borra ahora mismo ese "se supone" de la frase...- Zoro torció el gesto y asintió.
-Es solo que no lo parece-
-Yo se lo que piensa ella de mi...-murmuró el cocinero, dejando caer la cabeza de nuevo con un renovado gesto de impotencia.  - Que solo soy un cabezahueca y pervertido, incapaz de no mirar a cada mujer hermosa que se cruce en mi camino...
-No se equivoca tanto...- Zoro rodó los ojos y Sanji le dirigió una mirada severa que le hizo suspirar y rectificar para arreglarlo-...pero le gustas- Un suspiro se escapó de los labios del muchacho rubio, y el espadachín se sentó junto a él en silencio- Mira...tu eres un idiota...pero si de verdad la quieres, eso debería hacerte mejor persona. A su lado, cambiarás para bien...por y para ella...te lo digo por experiencia.
Los ojos de Sanji se iluminaron levemente con un retazo de esperanza al escuchar sus palabras y Zoro sonrió, desafiante.
-Demuestra que te mereces cada gota de su amor...- El espadachín se levantó de golpe y le mantuvo la mirada. Despacio, el cocinero siguió sus pasos, y sus maltrechas piernas crujieron de forma desagradable cuando tuvieron que soportar todo el peso de su cuerpo, pero a pesar de ello no volvió a sentarse.- Estas conmigo?...
Sanji sacó un cigarro de su chaqueta y se lo llevó a los labios. La llama de la cerilla iluminó su rostro y le devolvió la sonrisa.
-Vamos a arrancarlas de las garras de esos insectos asquerosos...-
Ambos dirigieron una larga mirada a la puerta de la celda y a sus oscuros y helados barrotes. Tomaron aire, dejando de la atmósfera húmeda y pesada inundase sus pulmones, y retrocedieron para coger impulso. Y esta vez fueron dos golpes metálicos los que resonaron por todo el calabozo.