jueves, 6 de junio de 2013

Contigo. Para siempre.

"-Yo soy...-Tomando aire, alzó la voz.- ¡Sogeking! ¡El rey de los tiradores!-"


Las puertas de la ciudad se abrieron temprano para que, tras levar anclas, el Thousand Sunny zarpara surcando el mar de arena que era el desierto de Arabasta. El viento agitaba el pelo rizado de Usopp, apoyado sobre el quicio de la ventana, en lo alto del mirador donde hacía de vigía. Tomó aire, sintiéndolo seco y terroso, y tamborileó con los dedos sobre la madera con aire inquieto. Desde cubierta, Noe lo observaba meditabunda. Había actuado muy raro durante las últimas horas. Se sentó sobre la baranda dirigiendo una mirada al desierto que se abría al paso del Sunny-go. Bajó la vista hasta mirarse las palmas de las manos. Qué ocurriría si debía pelear en esta ocasión? Tenía que mentalizarse. Había estado tan ocupada estando deprimida que no había pensado si quiera en entrenar. Resopló provocando que su flequillo se elevara levemente. Esbozando un gesto de concentración juntó las palmas de las manos y muy despacio comenzó a separarlas. Pequeñas cargas eléctricas fluyeron suavemente entre sus dedos y ella sonrió, segundos antes de que una fuerte descarga en forma de rayo saliera disparada hacia una de las tumbonas que había sobre cubierta. Noe-moe dio un respingo de inmediato, sobresaltada, abriendo los ojos al máximo. Señalando la tumbona echó a correr entre gritos ininteligibles hacia la cocina y arrastró fuera de ésta a Sanji, que dibujó un gesto de horror al observar el panorama. De inmediato comenzó a sacar un balde de agua tras otro para apagar el fuego que consumía rápidamente la tumbona. Cuando ésta estuvo reducida a cenizas y del fuego no quedó mas que humo, se dejó caer sobre el suelo, aliviado.
-¿Qué demonios intentabas hacer? ¿Quemarnos a todos? Tengo que decirte que no cocino gente a la brasa...-rió el cocinero. Noe hizo una profunda reverencia.
-¡Lo siento mucho!...Ha sido sin querer, creo que mis habilidades están un poco oxidadas. -Le sonrió acariciándose la nuca. 
-Pues deberías engrasarlas. No sabemos qué vamos a encontrar en Arabasta. -Sanji sacó de su camisa un cigarro y una cerilla y lo encendió con calma.- ¿Por qué no entrenas con Zoro? Antes solíais hacerlo a menudo.-
Noe lo miró sonrojada y sobresaltada de pronto y Sanji torció el gesto sin comprender.
-¿C-como que lo hacíamos a menudo?...-titubeó la chica.
-Entrenar...-alzó la ceja el muchacho rubio.- Solíais entrenar casi a diario.-
-A-ah...¡ah!...si, por supuesto.- Noe rio con disimulo. Poco a poco alzó la vista al castillo de popa, donde se podía escuchar perfectamente como Zoro entrenaba duramente.- No creo que sea buena idea...-
Él le dirigió una mirada, exhalando despacio el humo del cigarro que se escapó entre sus labios lentamente después. Se alzó del suelo y se colocó frente a ella.
-Bien, entrena conmigo entonces.-
Noe le devolvió la mirada a los ojos azules de Sanji y sonrió poco a poco, asintiendo. 

                                                                        ***

Los intensos rayos de sol que se colaban entre las cortinas de terciopelo rojo impactaban de lleno sobre el rostro de Hineko, que se revolvió entre las sábanas molesta. Bostezó aun meciéndose en un ligero sopor por el sueño y se alzó en la cama, caminando hacia el baño a trompicones y frotándose los ojos cerrados. Entró cerrando la puerta tras de si y frunció el ceño sintiendo de pronto un fuerte dolor de cabeza. Se llevó una mano a la sien entreabriendo los ojos y su visión, borrosa, le mostró el cuarto de baño impoluto. Abrió el grifo y se inclinó sobre el lavabo, recogiendo el agua fresca entre las manos y hundiendo el rostro en ellas después. En seguida se sintió un poco mas despierta y agitó la cabeza, lo que acentuó el dolor. Alzó la vista para mirarse al espejo y una muchacha pelirroja de pelo revuelto y lápiz de labios emborronado le devolvió la vista. Ladeó la cabeza frunciendo el ceño al ver que aquella muchacha estaba desnuda, a excepción de unas braguitas de encaje rojas. Se observó durante un largo rato hasta que abrió los ojos de golpe y trastabillo hacia detrás.
-¡Oh, joder! ¿Pero qué...?- A punto de tropezar agarró una de las toallas y se envolvió el cuerpo con ella, llevándose una mano a la frente con aire atónito. Se apoyó sobre el lavabo de nuevo, respirando con dificultad.- ¿Qué es lo que he hecho?...- Susurró frente a la reflectante y lisa superficie que le devolvía su imagen. Cerró los ojos un largo instante y tan solo algunas imágenes se formaron confusas en su mente. Sin duda había bebido demasiado la noche anterior. Tomó aire despacio tratando de recomponerse y se acercó a la puerta, entreabriendola con suavidad, y esperando no encontrar la imagen que estaba segura de encontrar. Pero por supuesto, aquel no era su cuarto. Ni su cama. Y tampoco había dormido sola. Volvió a cerrarla profiriendo maldiciones en voz baja mientras se golpeaba la frente con una mano y sujetaba la toalla con la otra. Se sentó sobre el váter y meditó durante unos segundos. Quizá necesitaba una buena ducha para despejarse. Se deshizo de la poca ropa que le quedaba y se sumergió bajo la cálida lluvia de agua que vertía la ducha. Se lavó la cara y el cuerpo, y su larga melena roja mientras le daba vueltas a la cabeza. "Quizá no ocurrió nada." Se decía a si misma. "Estaba tan borracha que probablemente solo me quedé dormida, y por no despertarme él me dejó ahí".Suspiró, apoyando la mano sobre los azulejos húmedos de la pared. Quería pensar eso, aunque un ligero dolor en su cadera le decía que no tenía razón. Bajó la vista y observó el agua correr por su piel. Por sus piernas. Sus muslos. La suave y pálida piel del interior de sus muslos se presentaba ahora orgullosamente coronada por algunos moratones. Salió de la ducha secándose el pelo y volvió a enrollarse en la toalla. De pronto, cuando su mente se hubo despejado, recordó de golpe su situación actual. "Para ellos ya no existes.", murmuró una voz en su cabeza. Ya no tenía importancia lo que hiciera o dejara de hacer. De hecho, estaría sola de no ser por...
Dirigió una mirada a la puerta y sonrió levemente. Quizá no era todo tan malo como parecía. Poco a poco su visión de todo aquello fue cambiando hasta hacerla sonreír con un ligero rubor en las mejillas. Salió del baño procurando no hacer ruido y pisando muy suave con pies descalzos. Observó a Crocodile dormir sobre la cama, inusualmente inofensivo, y sonrió levemente. A pocos pasos de la puerta, escuchó un ligero sonido de arena y antes de poder dar un paso mas sintió como le rodeaban la cintura y la alzaban del suelo. Ella rió un poco.
-Tengo que ir a cambiarme.-
-No sin mi permiso.- Sonó a su espalda la voz de Crocodile, que la levantaba sin dificultad con un solo brazo. La colocó sobre la cama con extraña delicadeza y abrió las cortinas de la ventana, bañando la habitación de luz. Hineko cruzó las piernas observándole. -Antes deja que te traigan el desayuno a la cama, como una reina.- Sonrió.
-Oh, no tienes por qué...- dijo ella, él asintió.
-Claro, no pienso hacerlo yo. Tengo criados para algo, que nos lo traigan ellos. -Su risa grave resonó en el cuarto y ella la acompañó, riendo suavemente.- Hoy tenemos mucho trabajo que hacer, pequeña Hineko.-
La chica lo miró abrir el armario para vestirse, ataviado solo con unos pantalones negros. Se sonrió alzando las cejas observando como su pequeña cintura probablemente tenía el mismo tamaño que el bíceps de aquel hombre. Entendía de sobra el dolor en sus caderas, todo en él eran grandes cosas. Riendo se dejó caer sobre la cama, esperando a su desayuno.

                                                                               ***
Sanji se remangó la camisa azul, colocándose frente a Noe en mitad de la cubierta del barco. La muchacha se había quitado la camiseta quedando en bikini y un largo pareo de color violeta. Tragó saliva mirándole y el cocinero sonrió.
-No te preocupes, no voy a ir en serio.-
Dicho esto comenzó a correr hacia ella y la chica hizo lo propio. Desde el cubículo de vigía, Usopp los observaba expectante. Sanji salto haciendo un elegante giro en el aire para propinarle una patada descendente, pero para su sorpresa Noe frenó en seco haciendo una finta y agarrando con fuerza el tobillo de su otra pierna. Tiró con un gesto de esfuerzo y lo lanzó hacia atrás, haciéndolo caer boca abajo contra la cubierta, de forma algo aparatosa.
-¡Eh! ¿Qué ha sido eso, a ver?- Sanji agitó la cabeza, despejándose. Noe sonrió.
-No olvides que entrenaba con Zoro.-
Ambos se observaron y Sanji entornó los ojos poniéndose en pie en seguida.
-Vale se acabó, voy en serio.-
Usopp rió sonoramente desde arriba, lanzando un silbido de ánimo y el cocinero volvió a arremeter contra la muchacha, que esta vez lo tuvo mas difícil para esquivar sus patadas combinadas. No obstante el rubio cocinero debía tener cuidado con las palmas de las manos de la chica, cargadas de chispeante electricidad. En mitad del enfrentamiento algo silbó en el aire e impactó de lleno contra la cabeza de Sanji, que alzó la vista mirando a Usopp.
-¡Tu! ¡Cobarde! Si quieres pelear ven y baja aquí.-El tirador entornó los ojos al escuchar la palabra "cobarde" y se ajustó bien el kabuto al cinto para sujetarse al cabo de la vela mayor y bajar a cubierta deslizándose por éste.
-¡Vamos allá!- En un instante los dos se vieron asolados por una lluvia de proyectiles de índole variada, que Usopp lanzaba con puntería infalible.
-Maldito...- Sanji, cubriéndose el rostro con el antebrazo, rodó por el suelo y lanzó una patada hacia los tobillos del muchacho, que trastabilló y cayó al suelo con un gemido de molestia. Aprovechando el momento Noe corrió hacia él y saltó cargando un puñetazo que despedía chispas brillantes y cegadoras. Usopp reaccionó justo a tiempo y de forma infalible, alzando el kabuto y bloqueando su puñetazo con el. La chica se apartó despacio, jadeando. El tirador se levanto apoyándose en su tirachinas y Sanji se recostó sobre la baranda.
-Vale....un descanso.- murmuró, encendiéndose un cigarro. Usopp asintió, resoplando para adentrarse luego en los camarotes.
-Ha estado bien como toma de contacto.- Rió Noe. Sanji entró en la cocina, preparándose para hacer algo de merendar para todos. Al cabo de un largo rato de descanso sobre el césped de cubierta del Thousand Sunny, Noe-moe entró en los camarotes para darse una ducha. Encontró la puerta del cuarto de Usopp entreabierta al pasar y entró sonriendo.
-Usopp, ¿querrás volver a entrenar con nosotros cuando...?- Dejó la frase a medias al no encontrarle en su camarote. Frunciendo el ceño recorrió las demás habitaciones sin hallarle en ninguna. Rascándose la cabeza salió de nuevo a cubierta y entró en la cocina.
-Sanji, ¿Has visto a Usopp?...-
El cocinero negó, y continuó cocinando las crêpes que inundaban la cocina con su olor. A través de las ventanas de la cocina podía verse perfectamente la ciudad de Arabasta, a tan solo unos pocos cientos de metros.

                                                                               ***

Hineko llevaba toda la tarde sometiéndose a un durísimo entrenamiento con Crocodile. Cuando el cielo comenzó a anaranjarse con la lenta caída del sol, los jadeos de la chica denotaban que ya no daba mas de si. Él la sonrió, acariciando su mejilla mientras la felicitaba por un trabajo bien hecho. Lo cierto es que a pesar de su dureza ella agradecía aquellas pequeñas sesiones de entrenamiento, que la hacían mejorar y la mantenían distraída de la realidad. A demás el jardín trasero donde las llevaban a cabo era un hermoso oasis en mitad del desierto, donde ella gustaba de sentarse a la sombra unos instantes tras haber acabado. Cuando Crocodile se marchó, dejándola descansar, ella se sentó a los pies de una alta palmera, cerrando los ojos y tomando aire profundamente con una sonrisa satisfecha. Se extrañó al sentir una presencia frente a ella y abrió los ojos, esperando encontrarle a él de nuevo. No obstante encontró algo bastante extraño, que la hizo saltar del suelo y pegar la espalda a la planta. Delante de sus ojos, lo que ella creía que era un hombre, la observaba en silencio. Una capa roja ondeaba suavemente a su espalda, y la brillante máscara de un sol dorado relucía cubriendo su rostro. Todo su cuerpo estaba vendado, y no podía adivinar el color de su piel. Frunciendo el ceño preguntó;
-¿Q-Quien se supone que eres? ¿De dónde sales?-
-Supongo que estás confusa, bella dama.- Respondió una voz varonil, algo sobreactuada quizás, tras la máscara.- No temas, vengo en nombre de tus amigos, los Mugiwara.-
Hineko negó con fuerza.
-No se que es todo esto, pero ellos no son mis amigos. Me dejaron aquí abandonada, así que no te creo.- La chica empezaba a inquietarse y él pareció notarlo.
-¿Abandonada? Oh no, por dios, no. Ya vienen de camino a salvarte. Pero has tenido suerte...yo he llegado antes.-
-Y...¿quien eres?...- Susurró, confusa.
-Yo soy...-Tomando aire, alzó la voz.- ¡Sogeking! ¡El rey de los tiradores!- Dicho ésto comenzó a escucharse una divertida melodía, y la chica hubiera jurado que aquel tipo se estaba cantando su propia banda sonora de fondo.
-¿Rey...de los tiradores?- Alzó las cejas.- ¿Eres un héroe?- Aquel tipo asintió, extendiendo una mano para tomar la suya.
-Así es, querida mía, y he venido a por ti.- Recitó con aire grandilocuente- A arrancarte de las garras de esa bestia desalmada que te tiene presa y...-
-Espera...-lo cortó ella.- Eh...gracias por tomarte tantas molestias por mi, Sogeking...pero el caso es que yo no me quiero ir. Todo lo que tengo ahora está aquí.-
Súbitamente pareció quedarse sin palabras. Observándola a través de aquella máscara.
-¿Cómo?...-Murmuró- ¿No quieres venir?...Pero...-
Hineko negó con una sonrisa.
-Lo siento de veras...no puedo irme.- De pronto ocurrió algo a lo que no supo reaccionar. Aquel tipo, aquel supuesto héroe, tiró de su muñeca y la estrechó entre sus brazos con mucha fuerza. Y algo extraño sucedió. Una sensación familiar recorrió a la muchacha de arriba a abajo. No sabía por qué, pero aquél hombre le inspiraba mucha confianza.
-Por favor, tienes que venir...- Dijo él, a media voz, sin soltarla.- ¿Qué les voy a decir si vuelvo sin ti?...¿Qué le diré a Usopp?...Es muy amigo mio...- Hine tragó saliva, separándose con delicadeza.
-Y-yo...-observó la brillante máscara un instante, y sintió como la tomaba de las manos. Y de pronto, no sabía que hacer. Se mordió el labio indecisa y bajó la cabeza, cuando unos pasos a su derecha la sobresaltaron y la hicieron alzarla de nuevo. Crocodile caminaba hacia ellos a grandes zancadas, y con un gesto frío y depredador que ella ya casi no recordaba.
-Tu.- Su voz grave inundó el oasis.- Quien eres, y qué haces en mi tierra.-
La chica palideció al instante separándose de Sogeking, y dándole un suave empujón en el pecho.
-Corre.- Lo apremió.- Corre o no saldrás vivo de ésta. Te va a matar.-
Sogeking giró la cabeza, observándo a aquel hombre inmenso tras su máscara. Sus manos y sus piernas temblaban como flanes, pero no se movió del sitio, de hecho se colocó frente a ella, encarando a su supuesto asesino.
-Lo lamento, pero Hineko se viene conmigo.-Desenfundó un largo tirachinas verde, un kabuto, y lo plantó en el suelo frente a él.- Intenta impedírmelo si eres hombre.-
Las pupilas de Crocodile se encogieron y con tremenda rapidez Sogeking lanzó una ráfaga de proyectiles, que impactaron de lleno sobre el corpulento hombre. Pero nada ocurrió, salvo que éste sonrió, y los proyectiles le atravesaron como si fuera arena. Porque eso mismo era, arena. Sogeking tragó saliva y Crocodile lo alzó del suelo por el cuello de su capa roja.
-Acabas de cometer un error fatal, muchacho.- Alzó el garfio y los últimos rayos de sol despuntaron brillos dorados de él. El chico cerró los ojos bajo la máscara pero Hineko gritó antes.
-¡No!...Espera, por favor no le hagas daño.- Jadeaba alarmada. Crocodile la observó descontento.- Deja que se marche...yo me quedaré contigo.- Él mantuvo la mirada, con gesto serio.- Lo juro. -Afirmó ella con seriedad, alzando la mano hasta colocarla sobre su brazo, instándole a dejarle en el suelo.- Contigo. Para siempre.-
Hine tragó saliva, observando a ambos alternativamente. Finalmente Crocodile lanzó al héroe varios metros de distancia sobre la arena, y señaló al horizonte. Sogeking no tuvo mas remedio que obedecer. Dio la espalda a los dos apretando los dientes, conteniendo un gesto de rabia bajo la máscara. Guardó su kabuto y observó de reojo a la chica pirata.
-Lo siento gata de fuego...pero tendrás que romper tu promesa.- Dicho esto echó a correr hacia el desierto. Hineko lo observó, hasta que su figura, con su capa ondeando tras él, desapareció en el horizonte.

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