martes, 19 de marzo de 2013

Reyes, corazones y un secreto bajo la cama.

"A partir de aquel día, las cosas iban a cambiar".


                                                   
La noche ya era cerrada sobre Arabasta, y cubría la ciudad con un manto de estrellas para cuando Hineko y Crocodile hubieron salido del teatro. La muchacha calculó que la hora debía pasar ya la media noche, pero no parecía que su acompañante fuera a llevarla de vuelta a casa aún. En vez de eso, la guió por los callejones, bañados con las cálidas luces que se desparramaban sobre la calzada desde las ventanas de las pequeñas casas y  los establecimientos. Ella observaba curiosa los locales que cruzaban a su lado, tamborileando con los dedos sobre la dorada superficie del garfio de Crocodile, sobre el que tenía apoyada la mano. Su marcha se interrumpió frente a un pub de aspecto aparentemente corriente. Alzó la vista confusa, y él le devolvió una ligera sonrisa mientras empujaba la puerta frente a ella. Los ojos verdes de Hineko se iluminaron ante el fulgor que un fuego crepitante, en una gran chimenea, proyectaba sobre todo el local. Paseó la mirada aquí y allá, observando las jarras frías de cerveza que se deslizaban sobre la barra, y que un sonriente tabernero servía con tesón. En una esquina unos cuantos niños reían, jugando con peonzas de madera bañadas en distintos colores vivos. Su vista se paró sobre el circulo de gente formado en el centro del establecimiento. Una música viva y animada imbuía toda la habitación, y las palmas y coreos del círculo de personas seguían su ritmo. Dentro de él, unas cuantas parejas, compuestas tanto por chicos como por chicas, bailaban resueltas al son de la melodía. Crocodile alzó la mano recibiendo de la barra una de las muchas jarras de cerveza que se servían, y se sentó en un amplio sillón de cuero negro que parecía especialmente colocado para él en aquel lugar. Hineko le miró, y él sonrió aún mas. Hizo un cabeceo hacia el animado círculo de jóvenes mientras alzaba su bebida, tomando un trago. La navegante negó un poco con una tímida sonrisa, pero antes de que se diera cuenta una de las muchachas que andaban bailando en el local tiró de su muñeca, y de pronto se vio en el centro de todas las miradas. Algo confusa tragó saliva, demasiado nerviosa para poder seguir siquiera la alborozada canción. Aquella chica, joven y de pelo castaño, que pirueteaba en perfectos bucles sobre sus hombros, la sujetó de las muñecas y la ayudó a seguir sus pasos.
-E-espera...- Alzó la voz Ginger, observándola mientras negaba efusivamente- ¡y-yo no se bailar ésto!-
-¡Todo el mundo sabe bailar en el Desert Pearl!- Le sonrió ampliamente, tenía unas mejillas rosadas y salpicadas de pecas. La pirata rió un poco, observando los pies de la joven, que se movían en perfecto compás con la música. - ¿A caso no lo notas? -
-¿Notar el qué?- Frunció el ceño, acercándose a ella para oírla mejor.
-En tus pies...¡Relájate!-
Entonces supo a qué se refería. Ese cosquilleo en los pies. Aquella música llenaba su corazón de alegría y avivaba su alma de dentro a fuera, produciéndole unas ganas incontenibles de bailar. Una sonrisa involuntaria se dibujó sobre sus labios cuando casi sin quererlo ya se encontraba danzando al igual que los demás. Desde su asiento, poco mas atrás, Crocodile sonrió sobre el borde de la jarra, con la vista fija en la chica pelirroja que daba vueltas y vueltas con perfecta elegancia y soltura. Su cabello antes anudado en un perfecto recogido, se agitaba ahora al son de sus pisadas, y la luz del fuego lo hacía centellear como si ardiera en llamas. La observó desprenderse de sus zapatos de gala y anudarse el vestido en la cintura, dando espacio para que sus piernas, largas y sedosas, de piel clara como el marfil, danzaran libremente provocando la atención de todas las miradas. Las palmas al son de su baile resonaban mucho mas fuertes que antes, y aquí y allá los vasos de distintos licores dulces pasaban de mano en mano. Y cuanto mas bebía, mas feliz y animada parecía. No recordaba haberla visto así jamás, pensó, mientras se acariciaba el mentón con una mano repleta de anillos. Brillaba con luz propia, como un ángel de cabello rojo.
El círculo de personas se abrió y una sonriente y sonrojada Hineko se aproximó a él, tomándole de la mano y tironeando de ésta. Quería que bailara con ella. Crocodile le dedicó una sonrisa y negó despacio. Ella rió, esbozando un gesto de lástima. Antes de que le soltara la mano un muchacho, alto y de pelo rubio, la tomó de la cintura y tiró de ella pareciendo aceptar por él la oferta. Su vista la siguió hasta el centro del corro de gente, donde ahora brincaba y bailaba entre risas, junto a aquel chico, que la hacía dar vueltas al ritmo. Frunció el ceño observando sus dedos firmemente apretados a la cintura de la chica. Se alzó poco a poco cuan alto era de su sillón, y se acercó a Hineko tomándola del antebrazo e interrumpiendo así de golpe la danza.
-Creo que ya es hora de que volvamos...- No necesitaba alzar la voz, su tono grave llegaba perfectamente a los oídos de ella, que le devolvió la mirada un instante y asintió con una obediente sonrisa. Abrió la puerta para que Hineko, con sus zapatos en la mano, saliera primero. Antes de abandonar el local, Crocodile giró la cabeza levemente y dirigió una breve pero fría mirada al muchacho de pelo dorado, que retrocedió por instinto, y se marchó cerrando la puerta tras de sí.
***
Mientras recorrían el pasillo de habitaciones de casa, Hineko aún mantenía una sonrisa dibujada en el rostro.  Cuando Crocodile paró frente a la puerta de su habitación y la muchacha siguió adelante para ir a la suya, éste la sujetó de la muñeca con suavidad y la atrajo hacia sí, haciéndola pasar junto a él.
-Espera, espera...ven aquí.- La instó, avanzando hacia el fondo de la habitación donde descansaba un elegante y pequeño armario de caoba, repleto de botellas con distintos licores.
La muchacha accedió a pasar junto a él y cerró la puerta, para que así la calidez de la habitación no se escapara.
-Tu habitación es mucho mas agradable que la mía...-murmuraba, observándolo todo hasta dejarse caer sentada sobre el borde a los pies de la cama.- En ésta no hace frío.-
-Puedes quedarte aquí si así lo deseas...- Le contestó él, de espaldas a ella, mientras rellenaba un par de copas con un líquido ambarino de aroma dulzón. Al haberse sentado, Hineko sintió de golpe los efectos de todo el alcohol que había estado bebiendo hacía un rato en el pub. Su vista estaba algo borrosa, y se sentía mareada. A pesar de ello, no podía evitar sentirse animada, llena de una felicidad que le recorría todo el cuerpo. Se observó los pies sonriente, balanceando las piernas. Una bonita pulsera dorada tintineaba en su tobillo izquierdo. Alzó la vista al sentir como Crocodile se sentaba junto a ella, ofreciéndole una copa que ella no rechazó por pura cortesía. Sonriéndole desplazó la vista hasta el fuego en la chimenea y sorbió un poco de su bebida.
-Lo he pasado muy bien esta noche...-susurró tras unos minutos- Muchas gracias...-
-No tienes por qué dármelas.- contesto con ademán obvio- Puedo permitirme darte lo que quieras...cualquier cosa. Ya te lo dije.-
-Si...cualquier cosa...-Le mantuvo la mirada y sonrió de medio lado- Pero tener de todo no vale nada si no tienes con quien compartirlo.-
-Yo si tengo con quien compartirlo.-Apuró la copa y la miró ladeando la cabeza con gesto significativo. Hine bajó la vista con una tímida sonrisa.
-No se aprende el valor de tener a alguien a tu lado, hasta que no tienes a alguien que perder...- Susurró, dando vueltas al contenido de su copa. Crocodile se inclinó despacio hacia ella, consiguiendo que la chica volviera a mirarle.
-Tienes mucha razón. Hineko...- Sintió a la muchacha tragar saliva entre insegura y expectante.- Tenerte aquí me ha hecho ver lo poco que vale todo lo material si no lo disfrutas con alguien...-Mientras hablaba torció levemente el gesto, mirándola- Y al principio no me gustaba. Sentir que todo lo que he conseguido tiene tan poco valor...pero soy un hombre adulto. Y he llegado a ver algo mas...al estar tu, lo que poseo vale aún mas. Porque puedo dártelo a ti. No mentía en absoluto al decirte que te colmaría con los caprichos propios de una reina.-
-Creemé...- Murmuró ella con una triste sonrisa- Tras perder de golpe todas las personas que eran importantes para mi, las cosas materiales solo me alegran momentáneamente...pero...-Guardó silencio, mordiéndose el labio inferior.- Todo cambia si pienso que es posible que tenga a alguien a mi lado a quien de veras le importo.-
Crocodile sonrió.
-Hablas muy bien para una persona que ha bebido varias copas de más.- La muchacha rió junto a el, sonrojándose levemente.
Pasó un largo rato, durante el cual tan solo se escuchaba en la habitación el crepitar del fuego. Entonces él se levantó, y colocó un disco en una gramola dorada que inundó la estancia con una música suave y agradable que llegó a los oídos de la muchacha y la hizo sonreír. Crocodile le tendió la mano frente a ella, y le devolvió la sonrisa.
-Ven, ahora sí voy a bailar contigo...-
La chica se levantó con delicadeza de la cama, alzó la vista y le encontró tan alto en comparación con ella que dudaba que las manos le llegaran a sus hombros. Él le rodeó la cintura casi por completo con una sola mano y la alzó un poco, obligándola a colocarse sobre sus pies.
-Te preguntaría si te molesta que te pise, pero lo veo ridículo...-rió ella.
-Te lo pongo muy fácil pequeña.-
De ésta forma, Hineko tan solo tuvo que apoyarse sobre él, y dejarse llevar. Con la mejilla reposada sobre el amplio pecho de Crocodile, el sonido de los latidos de su corazón se mezclaban con la melodía de la música.
-Así que tienes corazón después de todo...- rió muy levemente la muchacha, entornando los ojos con suavidad.
-No, que va.- Ella alzó la vista para mirarle, y los ojos verdes de ambos se cruzaron.- Lo tienes tu. Aunque no se si una reina como tu querría algo tan oscuro y estropeado como mi corazón.-
La chica se colocó de puntillas sobre sus pies y él paró de moverse.
-Una verdadera reina necesita a su rey junto a ella...-
Rodeando la cintura de la joven con el brazo la alzó aún mas hasta que sus pies quedaron suspendidos sobre el suelo, y su rostro a su misma altura. Y esta vez, fue ella quien lentamente colocó las manos sobre sus hombros y se acercó poco a poco a él hasta que sus respiraciones se cruzaron y sus labios, suavemente, se encontraron.

                                                                                ***
Franky llevaba toda la noche trabajando en el Thousand Sunny, y aún cuando hubo amanecido, los sonidos metálicos, golpes y chirridos que profería seguían perturbando el sueño de sus compañeros. Fue por ésto que todos estuvieron ya despiertos bien temprano en la mañana. El aceite chisporroteaba en la sartén mientras Sanji cocinaba un desayuno que filtraba un delicioso aroma a través de las puertas de la cocina. Sentados a la mesa, Zoro y Chopper esperaban somnolientos la hora de la comida. Usopp los acompañaba, trazando planes y escribiendo cosas en un extremo, silencioso y concentrado. En el taller, ayudando a Franky con su trabajo, Ox y Noe conversaban de vez en cuando. El muchacho le preguntaba cosas sobre la navegante de vez en cuando, y ella contestaba, puesto que eso la mantenía distraída, y prevenía que pensara en otras cosas. Bounty, que resultó ser un muy habilidoso mecánico, había creado junto al ciborg la manera de conseguir que el Thousand Sunny navegara sobre la arena, como si del mar se tratase. No obstante, era difícil y costoso, y les estaba conllevando mas trabajo del esperado. Para cuando el navío hubo estado listo, el sol ya se escondía de nuevo en el horizonte. Todos habían devuelto sus objetos personales a sus camarotes, y Noe balanceaba las piernas sentada sobre su cama. "Otro día de retraso." pensó para sí. Se colocó el pijama y salió de camino al baño para lavarse los dientes y estar lista para dormir. Cuando avanzaba por el pasillo, unos ruidos captaron su atención, y advirtió una franja de luz que se escapaba desde la puerta del camarote de Usopp. Frunciendo el ceño se acercó con pasos silenciosos y miró por la rendija abierta de la puerta, observándole arrodillado junto a la cama. Desde ahí no podía ver nada claro, asi que abrió la puerta de pronto esbozando una gran sonrisa.
-Buenas noches Usopp-kun.- Alzó la mano, saludándole. Usopp dio un resbalón al levantarse de golpe y cayó de espaldas contra su escritorio, creando un verdadero desastre y desparramando todas las hojas que había sobre él. Se puso en pie a toda velocidad con una risa que trataba de disimular pobremente sus nervios y empujó rápidamente algo bajo su cama. Noe dirigió una fugaz mirada pero solo pudo ver un extremo de tela roja sobresaliendo bajo ésta.
-¿Q-que haces tu aquí Noe-chan?- continuó riendo el tirador. Noe-moe le devolvió la sonrisa.
-¡Darte las buenas noches!...¿qué estabas haciendo?- ladeó la cabeza y Usopp negó rápidamente, colocando las manos sobre sus hombros y empujándola suavemente fuera de la habitación.
-Nada, nada, solo recogiendo el cuarto, despejando cosas ya sabes...-Hablaba muy rápido, y muy seguido. Noe parpadeó sin comprender.- En fin, gracias por saludar, que duermas bien!-
Seguidamente cerró la puerta frente a ella y la luz del cuarto se apagó. La muchacha frunció el ceño. "Muy extraño, si señor." Se dijo. Entró al baño acariciándose la nuca y reflexionando sobre la extraña escena que había vivido. En él, ya estaba Sanji, vistiendo una camiseta azul de mangas cortas y unos calzoncillos de corazoncitos mientras se cepillaba los dientes con gesto de profundo sueño. Tanto que al verla tan solo alzó la mano en ademán de saludo. Noe le observó de arriba a abajo, se encogió de hombros y añadiendo pasta a su cepillo de dientes, comenzó a lavarse éstos. Poco a poco Sanji la miró de reojo, y ella hizo lo propio. Al verle así, todo despeinado, con esa ceja en forma de espiral, toda la boca llena de espuma y semejante cara de sueño, no pudo evitar comenzar a reír de forma imprevista. El cocinero, al ver a la muchacha escupiendo en el lavabo entre risitas se echó a reír junto a ella.
-¡Has llenado el espejo de espuma!- Balbuceó entre risas y pasta con sabor a menta. Noe, secándose ahora la cara con la toalla le sacó la lengua sonriente.
-Nada es peor que tener esa pinta tuya, ero-cook.- Sanji rió aun mas fuerte, ahora enjuagándose la boca. La muchacha le observó con las manos sobre las caderas y extendió los brazos.
-¿Un abrazo?...-
Sanji esbozo una suave sonrisa, con un toque algo triste en el fondo de sus ojos azules, y le concedió un fuerte abrazo a su amiga.
-La vida no nos trata demasiado bien últimamente, ¿eh?- Murmuró ella, estrechando con fuerza la estrecha cintura del cocinero, que negó dándole la razón.
-Pero se pasará...ya lo verás.- Se separo despacio y revolvió el flequillo de la chica, que tapó sus ojos momentáneamente. Noe sopló hacia arriba colocando su flequillo de nuevo en su sitio adecuado con una pequeña risita.
-Gracias Sanji-kun...- Éste le guiñó un ojo con complicidad.
-No te preocupes...buenas noches Noe-san.-
Cuando Sanji salió del baño, ella se miró un segundo al espejo. Vió su rostro mas pálido de lo normal, las ojeras incipientes de no descansar. Bajó la vista y de pronto le dio la sensación de estar en los huesos. Negó fuertemente, diciéndose a sí misma que debía recomponerse de una vez. A partir de aquel día, las cosas iban a cambiar. Y ella haría que cambiaran para bien.




lunes, 11 de marzo de 2013

Cada corazón tiene un dueño; Besos regalados, besos robados.

"¿Sabes qué es lo mejor de la ópera?...Cuando es aburrida..."


Los días se arrastraron lentos, tanto que Hineko no estaba segura de si había pasado una semana, o un mes. En cualquier caso tampoco le importaba. Se paseaba por la casa erguida pero ausente, dibujando una sonrisa al sentarse frente a Crocodile en cada comida del día. Pero él no era un hombre ingenuo, y nada de lo que ocurriera en el interior de la mente de la muchacha escapaba a su vista. Le bastaba tan solo una mirada profunda a sus ojos apagados para saber como se sentía. Una noche, algo antes de la hora acostumbrada para la cena, se sorprendió a si mismo divagando sobre formas de animar a la joven. Frunció el ceño frente a su reflejo en los cristales fríos de la ventana. Si ella no era feliz, no tendría motivos para quedarse a su lado. Desprendió las cenizas de su puro con un toque suave del dedo índice y se colocó el abrigo sobre los hombros, saliendo de la estancia. Carraspeó levemente y golpeó suavemente con los nudillos la puerta del cuarto de la navegante. No obtuvo respuesta en seguida, pero al cabo de un rato ella le cedió el paso enfundada en una larga bata de seda roja. Crocodile inspiró hondo y trabajó la sonrisa mas animada que era capaz de esbozar.
-Buenas noches princesa. Tengo grandes noticias...- A pesar del entusiasmo conque él trataba de impregnar sus palabras, la chica no perfiló mas que una sonrisa de cortesía, no obstante le escuchaba con la misma atención que siempre. Él le alzó la barbilla con la mano y la miró mas fijamente.- Arréglate, ponte guapa, esta noche tenemos un lugar importante al que ir.- Hineko asintió levemente y se giró para darle la espalda al quitarse la bata que deslizó suavemente por sus hombros y bajó rozando las curvas de su cuerpo con un sonido siseante.
-Desde luego, Crocodile-sama...- Éste alzó poco a poco la ceja derecha observando a la chica esconderse tras la puerta del armario en ropa interior, para comenzar a vestirse.- Y...¿a donde vamos a ir, si puedo preguntar?-
-Es...una sorpresa. Solo espero que mejore ese ánimo taciturno que arrastras desde hace algunos días...- sonrió algo mas y salió del cuarto.- Te esperaré en la entrada.-
Hineko asomó la cabeza por la puerta del armario, observándole marchar y colocándose unos bonitos tacones negros y el abrigo. Mientras salía en su busca, el pensamiento de qué se traería el hombre entre manos cruzó su mente fugaz como un rayo. Acabó de recorrer la alfombra roja que coronaba la entrada y tomó la mano que Crocodile le tendía frente a la puerta abierta. Afuera, la noche ya había caído sobre el desierto y las dunas de arena brillaban silenciosas a la luz de la luna. Los ojos de la chica se inundaron de la hermosa vista, y ésto la hizo sonreir, ésta vez con sinceridad.
-¿Te gusta el desierto?...- Murmuró la voz grave de él, junto a ella.
-Si...es realmente hermoso.- La muchacha alzó la vista para mirarle al contestar, manteniendo la sonrisa.
-Él piensa lo mismo de ti.- Le devolvió la mirada enarcando las cejas y la vio fruncir el ceño, sin comprender del todo, riendo levemente. Extendió el brazo para que se abrazara a él. Hineko ya empezaba a acostumbrarse a la forma que tenía aquel hombre de desplazarse libremente, y cuando la arena la envolvió y sintió sus pies alzarse del suelo, ella simplemente cerró los ojos y se aferró con fuerza.
Volvió a elevar los párpados al notar las puntas de los pies rozar el suelo, depositándose finalmente en éste. Observó el imponente e impoluto edificio que se erguía ante ella, realmente majestuoso.
-¿Un teatro?- Le miró, y Crocodile le tendió el brazo. Ella respondió reposando la mano suavemente sobre éste, y comenzó a caminar tras él. A medida que se internaban en el lugar los ojos de la muchacha captaban maravillados el decorado de la sala. La lámpara que iluminaba el teatro era tan grande que le costaba creer las dimensiones reales de aquella araña dorada repleta de brillantes cristales. Las butacas de terciopelo rojo descansaban cuidadosamente ordenadas frente al escenario, algunas ya ocupadas, otras esperando a que alguien se sentara sobre ellas para disfrutar del espectáculo. Sintió que Crocodile la miraba, y se obligó a despegar la vista.
-Ésto es precioso...- Susurró. Él asintió en respuesta, señalando hacia arriba, donde esperaba el palco, alto y completamente vacío.
-Si, pero nosotros vamos allí.-
Mientras subían las escaleras de camino a sus asientos, comenzó a sentir una ligera emoción, un leve nerviosismo que correteaba por su estómago. No recordaba haber estado jamás en un teatro tan increíble, y mucho menos en un palco.
-¿Eso que noto son nervios?.- Le susurró, ofreciéndole asiento. Hineko tragó saliva sentándose con una sonrisa nerviosa.
-Esque nunca he estado en un lugar así antes...-
-Entonces está funcionando.- Contestó satisfecho. Alzó un par de copas llenas de vino que reposaban sobre una bandeja plateada, en una mesa junto a ellos. Le ofreció una de ellas, que la chica aceptó agradecida.
-Gracias por traerme aquí. Realmente es emocionante.- Le miró de reojo y dio un pequeño sorbo de vino, sintiendo como el dulce líquido rojizo rozaba sus labios.
-No tienes por que dármelas. Es un placer.-
Cuando las luces se desvanecieron y el escenario se iluminó frente a ella, Hineko aferró su copa conteniendo durante un momento la respiración. Todas las artes la habían fascinado siempre, tanto la pintura, como la música, y tantas otras. La ópera era larga, pero ella empezó disfrutándola realmente. Sus ojos no se separaban de los actores, que interpretaban sus papeles de forma impoluta. No obstante, a medida que la obra avanzaba su cerebro comenzaba a distraerse de forma inconsciente, sorprendiéndose a veces al encontrarse mirando el fondo de la copa, con la mente repleta de recuerdos que ahora la atravesaban dolorosamente como dagas. Sintió que Crocodile se movía junto a ella, y escuchó su voz murmurando.
-¿Qué ocurre, te aburres?- Ellá negó tan pronto como pudo, obligándose a sonreir mientras su mirada se hundía en el vino de su copa, que sus dedos sujetaban inquietos.
-No...no...está genial...-
-Te aburres. Pero te diré una cosa...¿Sabes qué es lo mejor de la ópera?- Le preguntó, inclinándose hacia ella con una sonrisa. Hineko negó, y alzó entonces la vista para mirarle, encontrándole de pronto mas cerca de lo que había pensado y quedándose sin palabras que responder.-...Cuando es aburrida. -Sintió las palabras dichas directamente sobre sus labios, y la mano que la acercaba despacio desde la nuca hasta juntarlos con los de él en un beso. Su mente estalló en un vórtice de confusión y nervios para quedar repentinamente en blanco, y la copa se resbaló entre sus dedos, cayendo sobre la moqueta con un sonido sordo y derramando su contenido a los pies de la chica. Sus párpados cayeron solos y sintió el pecho bajar en un suspiro que escapó sin permiso de sus pulmones. Cuando tomó aire de nuevo, el dolor que vivía en su pecho se había transformado en un calor intenso. Como el del desierto. Todos sus sentidos quedaron obnubilados, y lo único que pudo notar entonces fue esa calidez...

                                                                     
                                                                           ***


Tras varios días de arduas deliberaciones y planes desechados, los Mugiwara habían llegado a un acuerdo para ir en busca de su navegante. Bounty acompañaría a Noe-moe, Luffy y Ox hasta el paradero de Crocodile, ellos serían el grupo principal. El grupo de apoyo estaría compuesto por Sanji, quien no permitía que le dejaran atrás en éste cometido, Zoro, que no había accedido a ir en el primer grupo, y Chopper, como médico auxiliar. Vigilando para asegurar una huida perfecta se quedarían atrás Franky, al timón del Thousand Sunny, Brook, y Usopp. Todos parecían estar de acuerdo con el papel que desempeñaban en aquel plan, por tanto aquella noche, tras concluir la reunión, todos cenaron y se marcharon a dormir pronto. Debían acumular fuerzas para la travesía, y en caso de que debieran luchar cuando localizaran a Hineko. Sanji había estado entrenando duro junto a Noe, ambos pensaban que si aquel tipo la había secuestrado no iba a devolvérsela tan fácilmente, y tenía fama de ser verdaderamente poderoso, por ello debían ir prevenidos.

Las agujas del reloj tocaron las 12 de la noche en la mesita junto a la cama de Noe-moe. No había conseguido conciliar el sueño en varios días, y los ronquidos de Luffy la mantenían aún mas despierta. La angustia que se había apoderado de su corazón no la iba a abandonar, y ella lo sabía. Cada noche enterraba el rostro en la almohada y sus lágrimas la impregnaban hasta que ésta quedaba completamente empapada. Aquella noche había sido diferente. Sentada sobre la almohada, con la espalda apoyada en el cabecero de la cama y los brazos rodeando sus piernas, había observado el vacío durante horas. Estaba asustada. Estaba tan asustada, que no podía llorar. La idea de que algo pudiera ocurrir durante la misión la torturaba. Ésto no le había pasado nunca, él siempre le daba fuerzas para enfrentarse a situaciones de vida o muerte. Pero esta vez no era así. Se sentía débil y desprotegida. Si perdía la vida en aquella incursión sintiendo que él aun la odiaba, su alma no descansaría en paz jamás. Apoyó la frente sobre las rodillas y cerró los ojos entre temblores. No quería perderle para siempre. Prefería morir entre sus brazos que vivir sintiendo como le esquivaba la mirada cada día. Haciendo acopio de fuerzas se levantó de la cama y salió al pasillo. Sintió las baldosas frías bajo sus pies y encogió los dedos un poco. Tragó saliva y caminó hasta estar frente a la puerta de madera de la habitación de Zoro. Alzó una mano y apoyó la palma lenta y suavemente sobre la superficie, suspirando.
-¿Vienes a hablar?- La voz que llegaba serena desde el otro lado de la puerta la sobresaltó un poco, y alzó la cabeza de golpe para observar la puerta. Casi podía sentirle en el lado contiguo, con la espalda apoyada donde ahora reposaba su mano.
-S-si... quiero hablar. Creo que te debo una disculpa...y una...explicación.- La muchacha trataba de empujar las palabras fuera de sus labios, pero éstas se atropellaban en su lengua, haciéndola titubear.
-Cómo pudiste entregarle tu corazón a ese monstruo?...- Noe se mordió el labio, negando a medida que la voz de Zoro se filtraba a través de la puerta.- Todos sabemos las cosas que te hizo. El viento llevó tus gritos hasta mi, y a pesar de ello tu...- Golpeó la madera desde el otro lado, y la chica se sobresaltó, conteniendo las lágrimas- No te miraría de forma distinta por aquello, si no supiera que tu, encima, disfrutaste de su "compañía".
Aquella última palabra salio envenenada entre los labios del espadachín, y la muchacha rompió a llorar.
-¡No es cierto! ¡Sufrí terriblemente en aquella celda, y tan solo el sonido de sus pasos me asqueaba, te lo juro!-
-Pero tus ojos derramaron lágrimas al saber que no volverías a verle, ¿no es cierto?...-
Noe cayó al suelo de rodillas, cubriéndose el rostro con las manos mientras sus lágrimas se escapaban entre sus dedos.
-Yo no le amo...- Murmuraba en un llanto entrecortado.- Mi corazón es tuyo....mi corazón es tuyo...-
Su voz se fue apagando a medida que hablaba, y la puerta se abrió lentamente frente a ella.
-No al completo...- Le susurró Zoro, con tono calmado.- Volveré a entregarte el mío cuando demuestres que él no posee al menos un fragmento del tuyo...-La sujetó de las muñecas arrodillándose frente a ella, y separó  sus manos para observar su rostro empapado en lágrimas. Posó un beso leve pero significativo sobre sus labios, y volvió a incorporarse con parsimonia.- Hasta entonces...no seré yo quien te acompañe en la travesía.-
La puerta volvió a cerrarse y sus pasos se perdieron en el interior de la habitación. Noe permaneció sentada sobre el frío suelo, inmóvil durante varios minutos, con los brazos caídos a ambos lados del cuerpo. Cuando sus ojos se hubieron secado, se alzó para volver a su cama, y se paró frente a la ventana. Observó larga y profundamente el cielo estrellado. Ya no sentía angustia, tan solo dolor. Pero sonrió para sí con tristeza. Su dolor tenía remedio ahora que sabía lo que debía hacer para recuperar al verdadero dueño de su corazón...
...
"Te olvidaré." Susurró.

                                                                       
                                                                        ***

Encaramado en lo mas alto del tejado del hotel, Ox observaba la luna llena, dejando que ésta bañara su piel con su luz pálida. Se sentía desvelado e inquieto, y su instinto le decía que se aproximaba un gran peligro. Su cola de demonio se balanceaba a derecha e izquierda a su espalda, nerviosa. Cruzó los brazos y frunció el ceño, deseando que aquel tipo no hubiera lastimado a la muchacha. Algo en el fuego que dormía en la mirada de sus ojos verdes había captado su atención de una forma increíble. Sonrió de medio lado, dejando entrever sus colmillos afilados, y pensó.
"Espero por tu bien que no te hayas atrevido a ponerle un dedo encima...porque te aseguro que allí donde te escondas te encontraré. Y si te encuentro, te arrepentirás. Si la encuentro...la arrancaré de tus manos y me la llevaré conmigo."