jueves, 2 de agosto de 2012

El amor es frágil; La maniobra de Hineko y los gritos de Noe.

"Él podía ser su único as en la manga, su única oportunidad de libertad, y su sonrisa se amplió."

La noche había caído sobre Enies Lobby y las estrellas esparcidas por el cielo brillaban con especial fuerza. La flameante melena roja de Hineko flotaba en el aire y la luna le arrancaba destellos rojizos, de vuelta al edificio principal. Kaku frenó sobre el alféizar de la ventana manteniéndose con equilibrio y soltando suavemente a la muchacha dentro de la habitación. Se sentó sobre el borde, dejando colgar las piernas hacia adentro y sonrió ampliamente.
-¿Lo habéis pasado bien?-
-Por favor...- Sonrió Hineko- No te cuesta nada tutearme, ¿cierto?-
El chico soltó una risa algo vergonzosa, asintiendo.
-Por supuesto...podemos repetirlo cuando quieras.-
Mientras él hablaba, la pirata se iba desabrochando lentamente las botas de piel negras.
-Tengo un poco de hambre...¿podrías traerme algo de cenar, por favor?-
Kaku bajó de la ventana de un pequeño salto, para acercarse a abrir la puerta manteniendo su sonrisa. Para cuando volvió a cruzar el humbral, traía su bandeja plateada, con una cazuela humeante. Hineko la observó atentamente mientras la colocaba sobre la mesa. Había un par de cuencos y un par de cucharas, a demás de dos vasos. El chico se llevó la mano a la visera de su gorra e hizo una pequeña reverencia.
-Que aproveche- le deseó con tono animado, haciendo el amago de marcharse. La chica sonrió de medio lado, mirandole con curiosidad.
-¿Te gustaría quizá...quedarte a cenar conmigo?- El muchacho se giró al instante al oir su propuesta, parpadeando con una mezcla de sorpresa y alegría contenida.
-¿De veras no te importa?- Escuchando sus palabras Hineko hizo un suave cabeceo hacia la cena que esperaba sobre la mesa.
-Veo que has traído mas platos de lo normal así que...supuse que querrías acompañarme...- Y dió una pequeña risa cantarina que hizo enrojecer al miembro del CP9, que bajó levemente la cabeza sonriente.
-Bueno...ya me has pillado así que no hay motivo para que me vaya...aceptaré tu oferta con mucho gusto.- Retirando la sencilla silla de madera frente a la mesa, se sentó ante ella y sirvió con cuidado la sopa de miso, procurando rellenar antes el plato de la chica. Hineko inspiró lentamente el vapor que subía de la superficie y hacía espirales  de humo en el aire, percibiendo el delicioso aroma de la sopa. Hundió la cuchara dentro del líquido y se la llevó a los labios, soplando un par de veces antes de beberla, cerrando los ojos con suavidad. Cuando volvió a abrirlos, le dirigió una larga mirada, con una breve sonrisa.
-¿Hace mucho que no cenas con una chica?- Kaku la observó con ojos abiertos ya que lo había pillado de improviso, pero le devolvió poco a poco la sonrisa, seguido de una risa animada.
-Toda la vida-
 -Eres un hombre curioso, Kaku...- murmuró la navegante, apoyando la mejilla sobre el dorso de la mano, y observándole atentamente bajo un velo de largas pestañas, con una mirada tan intensa que obligó al chico a bajar la suya.
-Lamento haberte conocido en semejante situación...-
Una brillante sonrisa se dibujó en los labios de Hineko al escuchar sus palabras.
-¿Y por qué razón lo lamentas?- Él quedó mudo por unos instantes, posando la mirada en sus ojos de nuevo con un largo suspiro, y ella adivinó en el aire que se escapaba suave e inexorablemente de sus pulmones que la razón iba más allá de la natural bondad que Kaku poseía. Y entonces una luz se encendió en su mente y el camino quedó más claro ante ella. Necesitaba escapar de allí, y necesitaba salvar a sus nakama, pero no podría hacerlo sola. Él podía ser su único as en la manga, su única oportunidad de libertad, y su sonrisa se amplió.
-Si no eres capaz de contestar...no te obligaré...has sido muy gentil conmigo hasta ahora.- El tono de voz de la muchacha se volvía suave y aterciopelado por momentos, y provocaba una revuelta de mariposas en el estómago del miembro del CP9. La escuchaba obnubilado, incapaz de apartar la vista de ella, pero sin poder mirarla directamente a la vez.
-No poseo...motivos para ser descortés contigo, Hineko-sama.-
-¿Por qué razón rehuyes mi mirada?- Hineko ladeó la cabeza, suavizando su sonrisa y volviendo su voz un susurro. Kaku tragó saliva, notando los latidos de su corazón redoblar contra su pecho.
-Porque si sostengo la vista a tus ojos no seré capaz de dejar de mirarlos...y nada me gustaría menos que incomodarte...- Su voz iba perdiendo fuerza a medida que hablaba, pero ella volvió a hacer su voz mas notable.
-¿Incomodarme?...-rió suavemente, inclinándose sobre la mesa para susurrarle mas cerca- Quizá tú si estés incómodo...escucho tus latidos desde aquí...-
El muchacho soltó la cuchara, que temblaba levemente entre sus dedos, y tragó antes de levantarse con algo de torpeza y hacer una reverencia.
-Lamento haberte molestado, me marcharé en seguida.- Y se giró para darle la espalda, pero antes de que su mano aferrara el pomo de la puerta tras atravesar la habitación, la mano de Hineko se posó sobre su hombro delicadamente, haciéndole girar despacio y pegando su espalda contra la madera.
-No te marcharás...- Sus labios articulaban cada palabra en un murmuro seductor y envolvente, mientras su mano bajaba hasta colocarse en el lado izquierdo de tu pecho- quédate esta noche...y pondré tu corazón a mil por hora...-
Kaku entornó los ojos en una bruma de intenso rubor, observando el rostro de la chica en mitad de un confuso velo de atracción. Incapaz de articular palabra, ella sonrió tomando su silencio por respuesta, y con la mano que le quedaba libre abrió ligeramente la cremallera de su chaqueta, acercando sus labios sedosos a su cuello, paseándolos sobre su piel para acabar dando un mordisco lento y muy suave. El chico alzó la barbilla, estirando el cuello para dejarle espació, y murmuró un débil "Hineko-sama...". Ella entornó los ojos, y aún sobre la calidez de su piel, sonrió de medio lado para sí misma.

                                                                               ***

Las lágrimas se acumulaban en los ojos castaños de Noe a medida que la cadera de Lucci golpeaba profundo en su garganta. La sujetó del rostro y la alzó con facilidad y una sola mano, y los pies de la chica se elevaron del suelo mientras tosía y jadeaba tratando de recuperar el aire.
-Maldita sea, que inútil...ni siquiera sabes hacer lo que cualquier mujer debería...-la dejó caer al suelo y subió despacio la cremallera de su pantalón. Se agachó frente a ella y le dedicó una mirada ya falta de paciencia y llena de ira. -Te lo repetiré por última vez...¿que fuisteis a hacer allí?- Noe mantuvo como siempre su voto de silencio y Lucci la aferró del cuello, levantándola un poco del suelo.
-Te has negado a contestarme todo este tiempo...-
La chica tragó saliva y le miró con ojos preñados de odio.
-Mi madre decía que no se habla con la boca llena. - Dicho esto reunió las fuerzas para sonreir levemente y escupir sobre su mejilla izquierda. Él la soltó de inmediato y se alzó de nuevo sacando el pañuelo del bolsillo de su chaqueta para limpiarse la mejilla y seguidamente golpear con fuerza a la muchacha en el vientre, con una rápida patada que la hizo rodar varios metros hasta chocar contra la pared de la celda.
-Niñata insolente...vas a pagarlo muy caro...- Una sonrisa malvada con cierto punto sádico se fue dibujando en sus labios a medida que se acercaba con pisadas imponentes hacia ella, que respiraba con dificultad yaciendo en el suelo.- Voy a enseñarte cual es tu lugar...la letra a palos entra. -La levantó de nuevo y la empotró con violencia contra la pared, acercando sus rostros.- Dime niñita...¿Me tienes miedo?...-susurró. Noe se mordía el labio conteniendo las lagrimas y tratando de evitar la mirada fría de sus ojos- Bien...así me gusta...mientras estés en éste lugar, me perteneces a mi. ¿Me has oído?...No puedes ser impertinente...eres mía. ¿Lo has entendido preciosa? Dime...¿De quien eres?-
Noe-moe tomó aire inspirando lentamente. Dejó que la atmósfera fría y húmeda de aquella prisión de piedra anegara sus pulmones, y alzó la maltrecha mirada hacia los ojos de Lucci.
-Roronoa...Zoro...- El aire abandonó sus pulmones con un tono ligeramente irregular, pero seguro y directo. La respuesta no pareció gustarle a él en absoluto, puesto que frunció el ceño y entornó los ojos apretando su cuello contra la pared con mas fuerza.
-¿Como has dicho?- La apremió entre dientes.
-Roronoa Zoro...-
El puño de Lucci se descargó sobre la mejilla de Noe con un golpe brutal que arrancó el aire de sus pulmones e hizo saltar pequeñas gotas de sangre de sus labios, que impregnaron la pared.
-Una vez mas...¿De quien eres?- volvió a preguntar la voz grave del muchacho.
-Ro...Roronoa...Zoro...- Repitió la chica, en un esfuerzo incansable. Esta vez la bofetada llegó en seguida, seguida de varias mas, que arrancaban gritos de dolor de la garganta de la pirata.
Rob Lucci continuó preguntando una y otra vez, para obtener siempre la misma respuesta, entre gritos de dolor que resonaron por todo el lugar, junto a los golpes incesantes que rompían el silencio de la noche.

                                                                             ***

Zoro despertó de golpe en mitad de la noche, cubierto de sudores fríos que recorrían su cuerpo y escalofríos que viajaban por su espalda. Paseó la vista por la celda, alerta y en tensión, respirando aceleradamente. Alzó las manos, esposadas con grilletes frente a el, para pasárselas despacio por la cara.
-Solo fue una pesadilla...- Su mirada se posó sobre el bulto que descansaba tendido en el extremo opuesto de la celda. Se acercó despacio hasta sentarse junto a el y agitó levemente su hombro. Sanji alzó la vista cansada de su único ojo visible y Zoro se la devolvió.
-He tenido un mal sueño...-
-¿Para eso me despiertas?- La voz del cocinero sonaba carente de fuerzas desde los últimos días.
-Imbécil. Trato de sincerarme aquí. A demás no hay nadie más en esta maldita celda.-
-Hagamos un trato...tu me das uno de los cigarros que hay en el bolsillo de mi pantalón, y yo te escucho...no consigo alcanzarlos...¿Hecho?-
El espadachín asintió lentamente y alargó las manos para sacar el paquete de tabaco guardado en su pantalón, y sacar un cigarro que colocó entre los labios de Sanji. Cerró el cartón de nuevo y se apoyó en la pared mirándole sin decir nada. El chico rubio le devolvió la mirada y se hizo el silencio.
-Ya está. Fuma.-
Sanji apretó el cigarro con los dientes.
-¡¿Como mierdas quieres que fume si no me enciendes el cigarro, cabeza hueca?!-
Con el mismo gesto neutral, Zoro rebuscó de nuevo en el bolsillo del cocinero hasta sacar un paquete de cerillas y encender el cigarro con una de ellas. Sanji aspiró el humo lentamente sintiendo como se arremolinaba en su pecho, y dejándolo salir de nuevo entre sus labios, para sentarse algo encorvado junto al samurai y murmurar con tono monótono.
-Te escucho.-
-He soñado que...la voz de Noe resonaba por todas las cañerías del edificio...y se colaba en mis oídos. Pero no era una voz normal...eran gritos de dolor, que me llegaban hasta los huesos y hacían que...-
Mientras Zoro narraba, un grito lejano sonó en la estancia y ambos alzaron la vista a la vez para mirarse.
-Guarda silencio...- Le espetó Sanji, entornando los ojos para escuchar con claridad. Desde la rejilla de ventilación situada en la pared sobre ellos, volvió a oírse de nuevo. Era un grito, claro y escalofriante. Un grito de dolor intenso, no solo dolor físico, un dolor profundo y palpable que hace estremecer al oírlo. Zoro bajó la cabeza de nuevo y su mirada se ensombreció. El escalofrío volvió a recorrer su espalda y apretó la mandíbula. No lo había soñado. Esos gritos llevaban su nombre.





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