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"...y bajo la visera de Kaku una cálida lágrima recorrió su mejilla..." |
El alba comenzaba a despuntar sobre Enies Lobby, dictaminando que el día del juicio de los Mugiwara finalmente había llegado. El sol del tercer día a penas había asomado sobre los edificios cuando Kaku abrió lentamente los párpados, despertando entre las sábanas blancas y suaves de la pequeña habitación de Hineko. Observó durante un momento las cortinas transparentes agitarse delicadamente con el viento. En un instante el recuerdo de la noche anterior atravesó su cabeza en una ráfaga de imágenes y sensaciones y volvió a cerrar los ojos, esbozando una ligera sonrisa acompañada de un tenue rubor. La memoria aún estaba fresca, e inspiró lentamente notando el aroma ahora familiar de la chica desprenderse de la almohada. Un olor idéntico al de su piel suave, que aun sentía en sus manos, y que hacía que las puntas de sus dedos ardieran deseando volver a acariciarla al pensarlo. Volvió a mirar al percatarse de que la cama, a excepción de él, estaba vacía, y por un momento una desagradable presión se instaló en su pecho, pero desapareció al instante al ver como la puerta del aseo se abría lentamente y de dentro salía ella. Su melena roja se desparramaba sobre sus hombros y su espalda con tacto sedoso, y no vestía mas que una camisa negra que le quedaba varias tallas grande. Alzó la vista para mirar su rostro y su mente le llevó atrás de nuevo, volviendo a vislumbrarla en un recuerdo nebuloso. Recordó sus ojos verdes, brillando con fuerza, posados en él bajo el manto de sus pestañas. Esos preciosos ojos coronando sus mejillas, sonrojadas y cálidas entre jadeos acalorados que aún resonaban en sus oídos. Recordó, a la perfección, el calor de los labios de la chica contra los suyos, su soltura al resbalar por su cuello y su hombro en besos suaves. Recordó, la presión de las yemas de sus dedos en la espalda, y de sus muslos y sus piernas entrelazados alrededor de su cadera. Recordaba los gemidos escaparse de su pecho, entremezclándose con los de ella, al moverse lenta y rítmicamente sobre su cadera. Hineko se sentó al borde de la cama y dio un toque sobre su nariz, sacándole de su ensoñador estupor.
-Hoy es el gran día...- Murmuró la pirata, con una inexplicable sonrisa dibujada en los labios. Kaku estaba a punto de preguntar qué hacía de aquel día algo especial cuando de pronto la realidad cayó sobre él como una pesada losa. Hoy debía llevarla al tribunal para que dictaran su sentencia de muerte. Mientras la observaba en silencio, una tibia palidez en su rostro fue sustituyendo al rubor. Lentamente giró la cabeza boca abajo sobre la cama, hasta enterrar el rostro en la almohada sin decir una palabra. La muchacha mantenía su leve sonrisa, y se inclinó hacia el, pasando los dedos entre su cabello pelirrojo y posando un beso sobre su nuca.
-Vístete, mi querido CP9...- le susurró a medida que se levantaba y se recolocaba de nuevo su ropa original- hoy tienes trabajo que hacer...-
Le dirigió una mirada de soslayo, subiendo la cremallera de su corsé, y centró la vista en los hombros del muchacho, que se estremecían suavemente sacudidos por un llanto silencioso.
***
Las mazmorras estaban aquella mañana extrañamente silenciosas. Noe-moe, sentada en un rincón de su celda, observaba el cielo aclararse entre los barrotes de la ventana. Había permanecido toda la noche despierta, esperando el irremediable comienzo de aquel funesto día, pero no sintió las lágrimas anegar sus ojos hasta que los zapatos de Lucci no resonaron en la lejanía. Éste, paró frente a la puerta de la celda y la abrió ante ella, dando un par de pasos al frente.
-Levántate. Tu sentencia te espera. - Dijo a media voz, observando a la chica bajo el ala de su sombrero. Ella se limitó a mirarle sin mover un músculo, rodeándose a si misma con los brazos para evitar los temblores que la recorrían de arriba a abajo. Lucci se aproximó y ella cerró los ojos de inmediato, pero para su sorpresa, su mano la aferró el antebrazo con extraña tranquilidad y la alzó lentamente.
-Vamos, camina. Yo te ayudaré.-
Noe le observó a través de un manto de lágrimas, y tragó suavemente para comenzar a caminar despacio mientras él la sujetaba a su lado. Atravesaron todas las mazmorras y a mitad de camino entraron en una pequeña habitación, con una puerta de madera algo envejecida. Noe observó el lugar algo confundida hasta descubrir que era un baño. Una estancia con una bañera metálica en el centro, algunas toallas, un armario y un taburete, pobremente adornada. Lucci la soltó del brazo e hizo un cabeceo hacia la bañera, sentándose en el taburete junto a ésta y abriendo el grifo para dejar que el agua cálida la fuera llenando, creando espirales de vapor en el aire frío. La chica se deshizo de su ropa interior, lo único que aún le quedaba de sus prendas originales, y se metió lentamente en el agua, rodeándose las piernas con los brazos. En silencio, Lucci le tendió una esponja y un bote de jabón con los que ella comenzó a asearse todo el cuerpo en seguida. Cuando Noe comenzó a retorcerse tratando de llegar a las manchas que había en su espalda, él se remangó con calma la camisa y le arrebató la esponja con suavidad para frotarle la espalda con gesto concentrado. Una vez el baño hubo finalizado, la envolvió en una toalla y le tendió una pieza de ropa perfectamente doblada y planchada. Era un largo jersey de la marina, probablemente de un soldado mucho mas corpulento que ella pues los bajos de la prenda le pasaban de la cintura. Ya vestida y acicalada Lucci introdujo la mano en la chaqueta y sacó unas esposas de kairouseki que levantó en el dedo índice, mostrándoselas. La muchacha le devolvió la mirada y alzó las manos para que se las colocara, a sabiendas de que oponerse era inútil. Una vez puestas, la guió al corredor de nuevo, con una mano sobre uno de los delicados hombros de la chica. Noe le lanzaba algunas miradas discretas de reojo. Aquel hombre que la llevaba suavemente del hombro la había golpeado, torturado y maltratado durante horas a cambio de una información que ella no se había dignado a revelar y en cambio, de pronto se sentía extrañamente segura a su lado. No quería separarse de él, ni perderle de vista, quizá porque sabía qué destino le esperaba en unos pocos minutos. Dictarían su muerte, y eso la aterraba. Iba a desaparecer, y lo último que quería era pasar sola esos últimos instantes. Él le devolvió la mirada y se percató entonces de que lo estaba mirando fijamente, por lo que bajó la vista al suelo de inmediato. Suspiró y pensó para sí misma.
"Mas vale malo conocido...que bueno por conocer..."
***
La sala estaba inundada por los comentarios de los presentes entre el jurado. El juez Baskerville presidía la estancia parapetado en el estrado, asiendo firmemente su pesado mazo de madera en la mano derecha. Cuando las enormes puertas comenzaron a abrirse lentamente, el juez alzó la voz para pedir silencio pero no hizo verdadera falta. La presencia de Rob Lucci al penetrar por el umbral y dar los primeros pasos atravesando el pasillo entre los asientos, serio y con un fría mirada tiñendo sus ojos, fue suficiente para acallar a la multitud que procuró mantenerse alerta para contemplar en adelante el juicio de la buscada tripulación Mugiwara. Junto a él caminaba Noe, con la cabeza alta al igual que su mirada bajo el flequillo. Los que la hubieran visto habrían dicho que miraba el techo sin más, pero realmente sus ojos estaban puestos mas allá. Miraba al cielo, implorando en silencio clemencia, tratando de pedir con toda la fuerza de su alma un milagro que los sacara a todos de aquella situación. Unos pasos mas atrás, avanzaba Kaku, sin un solo dedo posado sobre Hineko. Viéndolos entrar así, caminando uno junto al otro, daba la impresión de que la estaba acompañando, y no vigilando. La navegante, al contrario de su compañera, mantenía el pecho alzado con orgullo, pero el rostro bajo, lanzando profundas miradas de odio a su paso. Se fueron colocando pareja por pareja en línea frente al estrado de Baskerville. Tras las chicas, entró el resto de la tripulación. Zoro, maltrecho y magullado, se mantenía firme e imponente a pesar de todo, al igual que Franky, justo detrás. Usopp, con los brazos lacios e inútiles colgando a los lados de su cuerpo, avanzaba mordiéndose el labio para contener sus emociones, y junto a él Chopper, atado de manos y pies. Kalifa y Kumadori arrastraban de los brazos a un destrozado Sanji. Sus pies rozaban el suelo tras él, y una de sus piernas parecía inservible y no se movía en absoluto. Por último, Jabra entró escoltando al capitán pirata, Mugiwara no Luffy, junto a Blueno, que portaba entre sus manos el sombrero de copa de brook, ahora lleno de huesos. El juez golpeó su mazo un par de veces y se aclaró la voz de sus tres cabezas.
-El juicio en contra de la tripulación pirata de los Mugiwara acaba de comenzar. ¿Cuáles son los cargos?...-
-Traspaso ilegal del Oráculo del Destino.- Respondió Lucci con eficiencia, en un tono firme aunque carente de interés. Baskerville comenzó a rebuscar entre un montón de papeles apilados frente a él, con gesto serio y concentrado.
-¿Cómo se declaran los acusados?...- murmuró, alzando una mirada ligeramente despectiva hacia los piratas. Las pupilas de Luffy se contrajeron de rabia al instante y alzó la voz, que resonó por toda la sala.
-¡LIBRES!-
Baskerville parpadeó con asombro, inclinándose sobre su estrado, enorme como un gigante frente al chico que estaba ante él.
-¿Como has dicho muchacho?...- Su tono siseaba incrédulo y amenazador.
-¡NOS DECLARAMOS LIBRES!- rugió de nuevo Luffy. Noe se había girado de golpe, y observaba a su capitán con la vista borrosa a causa de las lágrimas.
-¿Qué clase de insolencia es esa? ¡Estáis bajo arresto de la marina! ¡Contesta la pregunta como es debido! ¿Os declaráis culpables o inocentes?-
Luffy tomo aire, y su pecho se alzó henchido de orgullo dispuesto a gritar de nuevo, pero la mano de Jabra fue mas rápida y tapó bruscamente la boca del chico, que se revolvió tratando de zafarse. El juez paseó entonces la vista por la tripulación restante, esperando una respuesta, pero el silencio se había apoderado de los Mugiwara. Usopp, Noe y Chopper temblaban suavemente en un llanto mirando al juez y a Luffy alternativamente. Zoro permanecía inmóvil, con la mandíbula apretada y visiblemente tenso y Franky observaba la escena junto a él con rabia acumulada ardiendo en sus ojos. Sanji a penas parecía consciente. Hineko, alzó el rostro entonces, dirigiendo su mirada al mazo de madera que descansaba silencioso entre los dedos de Baskerville. De pronto un chasquido a sus espaldas la hizo abrir los ojos sorprendida, y sus muñecas quedaron libres de la presa de las esposas que hasta entonces la habían mantenido cautiva. A su espalda, Kaku guardó discretamente las esposas en la chaqueta, con la vista fija en el suelo y la mitad del rostro bañado de sombras tras la visera de su gorra. "Aférrate a la libertad..." le oyó susurrar en su oído. Poco a poco, Hineko inspiró irguiéndose con decisión y alzó la mano, cerrando el puño, sobre su cabeza. La mirada del juez se posó desconcertada sobre ella, seguida de todas las de cada uno de los miembros del Ciper Phol.
-Me declaro libre.- Sentenció con tono consistente. Los ojos de Lucci se entornaron formando una franja brillante de ira contenida al observar a la navegante, y seguidamente y de inmediato a Kaku, en silencio tras ella. De pronto, la voz de Noe sonó junto a él haciéndole perder la concentración.
-¡Yo también!- La acompañó con voz quebrada, dando un paso adelante. Baskerville no podía creer lo que veían sus ojos. Uno a uno todos los Mugiwara que estaban en condiciones de hablar, fueron uniendo sus voces en reclamo de su libertad. Todo el estrado contribuyó a la algarabía entre murmuros emocionados, perplejos o enfadados. El jurado discutía acaloradamente a media voz. En mitad del desorden, el juez martilleó con tanta fuerza que la sala quedó silenciada y Chopper, con un oído mas fino que los demás presentes, entornó los ojos con molestia.
-¡Ya basta!- alzó la voz Baskerville, montando en cólera- ¡¿Qué desfachatez es esta?! ¡Ya he tenido suficiente de vosotros, malditos piratas!-
Sus dientes rechinaban de rabia, y la madera de su mazo crujía bajo la presión de su mano. Alzó el puño y golpeó la mesa con el martillo una última vez, tan fuerte que éste se quebró y todos los piratas cerraron los ojos al mismo tiempo, oyendo como se rompía algo en su interior también. El tiempo y el espacio se consumió para los Mugiwara. Noe-moe cayó de rodillas entre sollozos desesperados. Los puños de Hineko comenzaron a llamear, y un segundo después Lucci le asestaba un fuerte golpe en el estómago, colocándole sus esposas y dejándola caer junto a su amiga. Luffy se revolvió sin fuerzas mientras se lo llevaban arrastrando de la sala junto al resto de la tripulación. Baskerville señaló con un dedo castigador a las dos muchachas arrodilladas frente a el, su voz anegó la sala y bajo la visera de Kaku una cálida lágrima recorrió su mejilla cuando pronunció; "¡Sentencia...de muerte!".