sábado, 4 de agosto de 2012

Aférrate a la libertad; La sentencia de los Mugiwara.

"...y bajo la visera de Kaku una cálida lágrima recorrió su mejilla..."


El alba comenzaba a despuntar sobre Enies Lobby, dictaminando que el día del juicio de los Mugiwara finalmente había llegado. El sol del tercer día a penas había asomado sobre los edificios cuando Kaku abrió lentamente los párpados, despertando entre las sábanas blancas y suaves de la pequeña habitación de Hineko. Observó durante un momento las cortinas transparentes agitarse delicadamente con el viento. En un instante el recuerdo de la noche anterior atravesó su cabeza en una ráfaga de imágenes y sensaciones y volvió a cerrar los ojos, esbozando una ligera sonrisa acompañada de un tenue rubor. La memoria aún estaba fresca, e inspiró lentamente notando el aroma ahora familiar de la chica desprenderse de la almohada. Un olor idéntico al de su piel suave, que aun sentía en sus manos, y que hacía que las puntas de sus dedos ardieran deseando volver a acariciarla al pensarlo. Volvió a mirar al percatarse de que la cama, a excepción de él, estaba vacía, y por un momento una desagradable presión se instaló en su pecho, pero desapareció al instante al ver como la puerta del aseo se abría lentamente y de dentro salía ella. Su melena roja se desparramaba sobre sus hombros y su espalda con tacto sedoso, y no vestía mas que una camisa negra que le quedaba varias tallas grande. Alzó la vista para mirar su rostro y su mente le llevó atrás de nuevo, volviendo a vislumbrarla en un recuerdo nebuloso. Recordó sus ojos verdes, brillando con fuerza, posados en él bajo el manto de sus pestañas. Esos preciosos ojos coronando sus mejillas, sonrojadas y cálidas entre jadeos acalorados que aún resonaban en sus oídos. Recordó, a la perfección, el calor de los labios de la chica contra los suyos, su soltura al resbalar por su cuello y su hombro en besos suaves. Recordó, la presión de las yemas de sus dedos en la espalda, y de sus muslos y sus piernas entrelazados alrededor de su cadera. Recordaba los gemidos escaparse de su pecho, entremezclándose con los de ella, al moverse lenta y rítmicamente sobre su cadera. Hineko se sentó al borde de la cama y dio un toque sobre su nariz, sacándole de su ensoñador estupor.
-Hoy es el gran día...- Murmuró la pirata, con una inexplicable sonrisa dibujada en los labios. Kaku estaba a punto de preguntar qué hacía de aquel día algo especial cuando de pronto la realidad cayó sobre él como una pesada losa. Hoy debía llevarla al tribunal para que dictaran su sentencia de muerte. Mientras la observaba en silencio, una tibia palidez en su rostro fue sustituyendo al rubor. Lentamente giró la cabeza boca abajo sobre la cama, hasta enterrar el rostro en la almohada sin decir una palabra. La muchacha mantenía su leve sonrisa, y se inclinó hacia el, pasando los dedos entre su cabello pelirrojo y posando un beso sobre su nuca.
-Vístete, mi querido CP9...- le susurró a medida que se levantaba y se recolocaba de nuevo su ropa original- hoy tienes trabajo que hacer...-
Le dirigió una mirada de soslayo, subiendo la cremallera de su corsé, y centró la vista en los hombros del muchacho, que se estremecían suavemente sacudidos por un llanto silencioso.

                                                                        ***

Las mazmorras estaban aquella mañana extrañamente silenciosas. Noe-moe, sentada en un rincón de su celda, observaba el cielo aclararse entre los barrotes de la ventana. Había permanecido toda la noche despierta, esperando el irremediable comienzo de aquel funesto día, pero no sintió las lágrimas anegar sus ojos hasta que los zapatos de Lucci no resonaron en la lejanía. Éste, paró frente a la puerta de la celda y la abrió ante ella, dando un par de pasos al frente.
-Levántate. Tu sentencia te espera. - Dijo a media voz, observando a la chica bajo el ala de su sombrero. Ella se limitó a mirarle sin mover un músculo, rodeándose a si misma con los brazos para evitar los temblores que la recorrían de arriba a abajo. Lucci se aproximó y ella cerró los ojos de inmediato, pero para su sorpresa, su mano la aferró el antebrazo con extraña tranquilidad y la alzó lentamente.
-Vamos, camina. Yo te ayudaré.-
Noe le observó a través de un manto de lágrimas, y tragó suavemente para comenzar a caminar despacio mientras él la sujetaba a su lado. Atravesaron todas las mazmorras y a mitad de camino entraron en una pequeña habitación, con una puerta de madera algo envejecida. Noe observó el lugar algo confundida hasta descubrir que era un baño. Una estancia con una bañera metálica en el centro, algunas toallas, un armario y un taburete, pobremente adornada. Lucci la soltó del brazo e hizo un cabeceo hacia la bañera, sentándose en el taburete junto a ésta y abriendo el grifo para dejar que el agua cálida la fuera llenando, creando espirales de vapor en el aire frío. La chica se deshizo de su ropa interior, lo único que aún le quedaba de sus prendas originales, y se metió lentamente en el agua, rodeándose las piernas con los brazos. En silencio, Lucci le tendió una esponja y un bote de jabón con los que ella comenzó a asearse todo el cuerpo en seguida. Cuando Noe comenzó a retorcerse tratando de llegar a las manchas que había en su espalda, él se remangó con calma la camisa y le arrebató la esponja con suavidad para frotarle la espalda con gesto concentrado. Una vez el baño hubo finalizado, la envolvió en una toalla y le tendió una pieza de ropa perfectamente doblada y planchada. Era un largo jersey de la marina, probablemente de un soldado mucho mas corpulento que ella pues los bajos de la prenda le pasaban de la cintura. Ya vestida y acicalada Lucci introdujo la mano en la chaqueta y sacó unas esposas de kairouseki que levantó en el dedo índice, mostrándoselas. La muchacha le devolvió la mirada y alzó las manos para que se las colocara, a sabiendas de que oponerse era inútil. Una vez puestas, la guió al corredor de nuevo, con una mano sobre uno de los delicados hombros de la chica. Noe le lanzaba algunas miradas discretas de reojo. Aquel hombre que la llevaba suavemente del hombro la había golpeado, torturado y maltratado durante horas a cambio de una información que ella no se había dignado a revelar y en cambio, de pronto se sentía extrañamente segura a su lado. No quería separarse de él, ni perderle de vista, quizá porque sabía qué destino le esperaba en unos pocos minutos. Dictarían su muerte, y eso la aterraba. Iba a desaparecer, y lo último que quería era pasar sola esos últimos instantes. Él le devolvió la mirada y se percató entonces de que lo estaba mirando fijamente, por lo que bajó la vista al suelo de inmediato. Suspiró y pensó para sí misma.
"Mas vale malo conocido...que bueno por conocer..."

                                                                         ***

La sala estaba inundada por los comentarios de los presentes entre el jurado. El juez Baskerville presidía la estancia parapetado en el estrado, asiendo firmemente su pesado mazo de madera en la mano derecha. Cuando las enormes puertas comenzaron a abrirse lentamente, el juez alzó la voz para pedir silencio pero no hizo verdadera falta. La presencia de Rob Lucci al penetrar por el umbral y dar los primeros pasos atravesando el pasillo entre los asientos, serio y con un fría mirada tiñendo sus ojos, fue suficiente para acallar a la multitud que procuró mantenerse alerta para contemplar en adelante el juicio de la buscada tripulación Mugiwara. Junto a él caminaba Noe, con la cabeza alta al igual que su mirada bajo el flequillo. Los que la hubieran visto habrían dicho que miraba el techo sin más, pero realmente sus ojos estaban puestos mas allá. Miraba al cielo, implorando en silencio clemencia, tratando de pedir con toda la fuerza de su alma un milagro que los sacara a todos de aquella situación. Unos pasos mas atrás, avanzaba Kaku, sin un solo dedo posado sobre Hineko. Viéndolos entrar así, caminando uno junto al otro, daba la impresión de que la estaba acompañando, y no vigilando. La navegante, al contrario de su compañera, mantenía el pecho alzado con orgullo, pero el rostro bajo, lanzando profundas miradas de odio a su paso. Se fueron colocando pareja por pareja en línea frente al estrado de Baskerville. Tras las chicas, entró el resto de la tripulación. Zoro, maltrecho y magullado, se mantenía firme e imponente a pesar de todo, al igual que Franky, justo detrás. Usopp, con los brazos lacios e inútiles colgando a los lados de su cuerpo, avanzaba mordiéndose el labio para contener sus emociones, y junto a él Chopper, atado de manos y pies. Kalifa y Kumadori arrastraban de los brazos a un destrozado Sanji. Sus pies rozaban el suelo tras él, y una de sus piernas parecía inservible y no se movía en absoluto. Por último, Jabra entró escoltando al capitán pirata, Mugiwara no Luffy, junto a Blueno, que portaba entre sus manos el sombrero de copa de brook, ahora lleno de huesos.  El juez golpeó su mazo un par de veces y se aclaró la voz de sus tres cabezas.
-El juicio en contra de la tripulación pirata de los Mugiwara acaba de comenzar. ¿Cuáles son los cargos?...-
-Traspaso ilegal del Oráculo del Destino.- Respondió Lucci con eficiencia, en un tono firme aunque carente de interés. Baskerville comenzó a rebuscar entre un montón de papeles apilados frente a él, con gesto serio y concentrado.
-¿Cómo se declaran los acusados?...- murmuró, alzando una mirada ligeramente despectiva hacia los piratas. Las pupilas de Luffy se contrajeron de rabia al instante y alzó la voz, que resonó por toda la sala.
-¡LIBRES!-
Baskerville parpadeó con asombro, inclinándose sobre su estrado, enorme como un gigante frente al chico que estaba ante él.
-¿Como has dicho muchacho?...- Su tono siseaba incrédulo y amenazador.
-¡NOS DECLARAMOS LIBRES!- rugió de nuevo Luffy. Noe se había girado de golpe, y observaba a su capitán con la vista borrosa a causa de las lágrimas.
-¿Qué clase de insolencia es esa? ¡Estáis bajo arresto de la marina! ¡Contesta la pregunta como es debido! ¿Os declaráis culpables o inocentes?-
Luffy tomo aire, y su pecho se alzó henchido de orgullo dispuesto a gritar de nuevo, pero la mano de Jabra fue mas rápida y tapó bruscamente la boca del chico, que se revolvió tratando de zafarse. El juez paseó entonces la vista por la tripulación restante, esperando una respuesta, pero el silencio se había apoderado de los Mugiwara. Usopp, Noe y Chopper temblaban suavemente en un llanto mirando al juez y a Luffy alternativamente. Zoro permanecía inmóvil, con la mandíbula apretada y visiblemente tenso y Franky observaba la escena junto a él con rabia acumulada ardiendo en sus ojos. Sanji a penas parecía consciente. Hineko, alzó el rostro entonces, dirigiendo su mirada al mazo de madera que descansaba silencioso entre los dedos de Baskerville. De pronto un chasquido a sus espaldas la hizo abrir los ojos sorprendida, y sus muñecas quedaron libres de la presa de las esposas que hasta entonces la habían mantenido cautiva. A su espalda, Kaku guardó discretamente las esposas en la chaqueta, con la vista fija en el suelo y la mitad del rostro bañado de sombras tras la visera de su gorra. "Aférrate a la libertad..." le oyó susurrar en su oído. Poco a poco, Hineko inspiró irguiéndose con decisión y alzó la mano, cerrando el puño, sobre su cabeza. La mirada del juez se posó desconcertada sobre ella, seguida de todas las de cada uno de los miembros del Ciper Phol.
-Me declaro libre.- Sentenció con tono consistente. Los ojos de Lucci se entornaron formando una franja brillante de ira contenida al observar a la navegante, y seguidamente y de inmediato a Kaku, en silencio tras ella. De pronto, la voz de Noe sonó junto a él haciéndole perder la concentración.
-¡Yo también!- La acompañó con voz quebrada, dando un paso adelante. Baskerville no podía creer lo que veían sus ojos. Uno a uno todos los Mugiwara que estaban en condiciones de hablar, fueron uniendo sus voces en reclamo de su libertad. Todo el estrado contribuyó a la algarabía entre murmuros emocionados, perplejos o enfadados. El jurado discutía acaloradamente a media voz. En mitad del desorden, el juez martilleó con tanta fuerza que la sala quedó silenciada y Chopper, con un oído mas fino que los demás presentes, entornó los ojos con molestia.
-¡Ya basta!- alzó la voz Baskerville, montando en cólera- ¡¿Qué desfachatez es esta?! ¡Ya he tenido suficiente de vosotros, malditos piratas!-
Sus dientes rechinaban de rabia, y la madera de su mazo crujía bajo la presión de su mano. Alzó el puño y golpeó la mesa con el martillo una última vez, tan fuerte que éste se quebró y todos los piratas cerraron los ojos al mismo tiempo, oyendo como se rompía algo en su interior también. El tiempo y el espacio se consumió para los Mugiwara. Noe-moe cayó de rodillas entre sollozos desesperados. Los puños de Hineko comenzaron a llamear, y un segundo después Lucci le asestaba un fuerte golpe en el estómago, colocándole sus esposas y dejándola caer junto a su amiga. Luffy se revolvió sin fuerzas mientras se lo llevaban arrastrando de la sala junto al resto de la tripulación. Baskerville señaló con un dedo castigador a las dos muchachas arrodilladas frente a el, su voz anegó la sala y bajo la visera de Kaku una cálida lágrima recorrió su mejilla cuando pronunció; "¡Sentencia...de muerte!".


jueves, 2 de agosto de 2012

El amor es frágil; La maniobra de Hineko y los gritos de Noe.

"Él podía ser su único as en la manga, su única oportunidad de libertad, y su sonrisa se amplió."

La noche había caído sobre Enies Lobby y las estrellas esparcidas por el cielo brillaban con especial fuerza. La flameante melena roja de Hineko flotaba en el aire y la luna le arrancaba destellos rojizos, de vuelta al edificio principal. Kaku frenó sobre el alféizar de la ventana manteniéndose con equilibrio y soltando suavemente a la muchacha dentro de la habitación. Se sentó sobre el borde, dejando colgar las piernas hacia adentro y sonrió ampliamente.
-¿Lo habéis pasado bien?-
-Por favor...- Sonrió Hineko- No te cuesta nada tutearme, ¿cierto?-
El chico soltó una risa algo vergonzosa, asintiendo.
-Por supuesto...podemos repetirlo cuando quieras.-
Mientras él hablaba, la pirata se iba desabrochando lentamente las botas de piel negras.
-Tengo un poco de hambre...¿podrías traerme algo de cenar, por favor?-
Kaku bajó de la ventana de un pequeño salto, para acercarse a abrir la puerta manteniendo su sonrisa. Para cuando volvió a cruzar el humbral, traía su bandeja plateada, con una cazuela humeante. Hineko la observó atentamente mientras la colocaba sobre la mesa. Había un par de cuencos y un par de cucharas, a demás de dos vasos. El chico se llevó la mano a la visera de su gorra e hizo una pequeña reverencia.
-Que aproveche- le deseó con tono animado, haciendo el amago de marcharse. La chica sonrió de medio lado, mirandole con curiosidad.
-¿Te gustaría quizá...quedarte a cenar conmigo?- El muchacho se giró al instante al oir su propuesta, parpadeando con una mezcla de sorpresa y alegría contenida.
-¿De veras no te importa?- Escuchando sus palabras Hineko hizo un suave cabeceo hacia la cena que esperaba sobre la mesa.
-Veo que has traído mas platos de lo normal así que...supuse que querrías acompañarme...- Y dió una pequeña risa cantarina que hizo enrojecer al miembro del CP9, que bajó levemente la cabeza sonriente.
-Bueno...ya me has pillado así que no hay motivo para que me vaya...aceptaré tu oferta con mucho gusto.- Retirando la sencilla silla de madera frente a la mesa, se sentó ante ella y sirvió con cuidado la sopa de miso, procurando rellenar antes el plato de la chica. Hineko inspiró lentamente el vapor que subía de la superficie y hacía espirales  de humo en el aire, percibiendo el delicioso aroma de la sopa. Hundió la cuchara dentro del líquido y se la llevó a los labios, soplando un par de veces antes de beberla, cerrando los ojos con suavidad. Cuando volvió a abrirlos, le dirigió una larga mirada, con una breve sonrisa.
-¿Hace mucho que no cenas con una chica?- Kaku la observó con ojos abiertos ya que lo había pillado de improviso, pero le devolvió poco a poco la sonrisa, seguido de una risa animada.
-Toda la vida-
 -Eres un hombre curioso, Kaku...- murmuró la navegante, apoyando la mejilla sobre el dorso de la mano, y observándole atentamente bajo un velo de largas pestañas, con una mirada tan intensa que obligó al chico a bajar la suya.
-Lamento haberte conocido en semejante situación...-
Una brillante sonrisa se dibujó en los labios de Hineko al escuchar sus palabras.
-¿Y por qué razón lo lamentas?- Él quedó mudo por unos instantes, posando la mirada en sus ojos de nuevo con un largo suspiro, y ella adivinó en el aire que se escapaba suave e inexorablemente de sus pulmones que la razón iba más allá de la natural bondad que Kaku poseía. Y entonces una luz se encendió en su mente y el camino quedó más claro ante ella. Necesitaba escapar de allí, y necesitaba salvar a sus nakama, pero no podría hacerlo sola. Él podía ser su único as en la manga, su única oportunidad de libertad, y su sonrisa se amplió.
-Si no eres capaz de contestar...no te obligaré...has sido muy gentil conmigo hasta ahora.- El tono de voz de la muchacha se volvía suave y aterciopelado por momentos, y provocaba una revuelta de mariposas en el estómago del miembro del CP9. La escuchaba obnubilado, incapaz de apartar la vista de ella, pero sin poder mirarla directamente a la vez.
-No poseo...motivos para ser descortés contigo, Hineko-sama.-
-¿Por qué razón rehuyes mi mirada?- Hineko ladeó la cabeza, suavizando su sonrisa y volviendo su voz un susurro. Kaku tragó saliva, notando los latidos de su corazón redoblar contra su pecho.
-Porque si sostengo la vista a tus ojos no seré capaz de dejar de mirarlos...y nada me gustaría menos que incomodarte...- Su voz iba perdiendo fuerza a medida que hablaba, pero ella volvió a hacer su voz mas notable.
-¿Incomodarme?...-rió suavemente, inclinándose sobre la mesa para susurrarle mas cerca- Quizá tú si estés incómodo...escucho tus latidos desde aquí...-
El muchacho soltó la cuchara, que temblaba levemente entre sus dedos, y tragó antes de levantarse con algo de torpeza y hacer una reverencia.
-Lamento haberte molestado, me marcharé en seguida.- Y se giró para darle la espalda, pero antes de que su mano aferrara el pomo de la puerta tras atravesar la habitación, la mano de Hineko se posó sobre su hombro delicadamente, haciéndole girar despacio y pegando su espalda contra la madera.
-No te marcharás...- Sus labios articulaban cada palabra en un murmuro seductor y envolvente, mientras su mano bajaba hasta colocarse en el lado izquierdo de tu pecho- quédate esta noche...y pondré tu corazón a mil por hora...-
Kaku entornó los ojos en una bruma de intenso rubor, observando el rostro de la chica en mitad de un confuso velo de atracción. Incapaz de articular palabra, ella sonrió tomando su silencio por respuesta, y con la mano que le quedaba libre abrió ligeramente la cremallera de su chaqueta, acercando sus labios sedosos a su cuello, paseándolos sobre su piel para acabar dando un mordisco lento y muy suave. El chico alzó la barbilla, estirando el cuello para dejarle espació, y murmuró un débil "Hineko-sama...". Ella entornó los ojos, y aún sobre la calidez de su piel, sonrió de medio lado para sí misma.

                                                                               ***

Las lágrimas se acumulaban en los ojos castaños de Noe a medida que la cadera de Lucci golpeaba profundo en su garganta. La sujetó del rostro y la alzó con facilidad y una sola mano, y los pies de la chica se elevaron del suelo mientras tosía y jadeaba tratando de recuperar el aire.
-Maldita sea, que inútil...ni siquiera sabes hacer lo que cualquier mujer debería...-la dejó caer al suelo y subió despacio la cremallera de su pantalón. Se agachó frente a ella y le dedicó una mirada ya falta de paciencia y llena de ira. -Te lo repetiré por última vez...¿que fuisteis a hacer allí?- Noe mantuvo como siempre su voto de silencio y Lucci la aferró del cuello, levantándola un poco del suelo.
-Te has negado a contestarme todo este tiempo...-
La chica tragó saliva y le miró con ojos preñados de odio.
-Mi madre decía que no se habla con la boca llena. - Dicho esto reunió las fuerzas para sonreir levemente y escupir sobre su mejilla izquierda. Él la soltó de inmediato y se alzó de nuevo sacando el pañuelo del bolsillo de su chaqueta para limpiarse la mejilla y seguidamente golpear con fuerza a la muchacha en el vientre, con una rápida patada que la hizo rodar varios metros hasta chocar contra la pared de la celda.
-Niñata insolente...vas a pagarlo muy caro...- Una sonrisa malvada con cierto punto sádico se fue dibujando en sus labios a medida que se acercaba con pisadas imponentes hacia ella, que respiraba con dificultad yaciendo en el suelo.- Voy a enseñarte cual es tu lugar...la letra a palos entra. -La levantó de nuevo y la empotró con violencia contra la pared, acercando sus rostros.- Dime niñita...¿Me tienes miedo?...-susurró. Noe se mordía el labio conteniendo las lagrimas y tratando de evitar la mirada fría de sus ojos- Bien...así me gusta...mientras estés en éste lugar, me perteneces a mi. ¿Me has oído?...No puedes ser impertinente...eres mía. ¿Lo has entendido preciosa? Dime...¿De quien eres?-
Noe-moe tomó aire inspirando lentamente. Dejó que la atmósfera fría y húmeda de aquella prisión de piedra anegara sus pulmones, y alzó la maltrecha mirada hacia los ojos de Lucci.
-Roronoa...Zoro...- El aire abandonó sus pulmones con un tono ligeramente irregular, pero seguro y directo. La respuesta no pareció gustarle a él en absoluto, puesto que frunció el ceño y entornó los ojos apretando su cuello contra la pared con mas fuerza.
-¿Como has dicho?- La apremió entre dientes.
-Roronoa Zoro...-
El puño de Lucci se descargó sobre la mejilla de Noe con un golpe brutal que arrancó el aire de sus pulmones e hizo saltar pequeñas gotas de sangre de sus labios, que impregnaron la pared.
-Una vez mas...¿De quien eres?- volvió a preguntar la voz grave del muchacho.
-Ro...Roronoa...Zoro...- Repitió la chica, en un esfuerzo incansable. Esta vez la bofetada llegó en seguida, seguida de varias mas, que arrancaban gritos de dolor de la garganta de la pirata.
Rob Lucci continuó preguntando una y otra vez, para obtener siempre la misma respuesta, entre gritos de dolor que resonaron por todo el lugar, junto a los golpes incesantes que rompían el silencio de la noche.

                                                                             ***

Zoro despertó de golpe en mitad de la noche, cubierto de sudores fríos que recorrían su cuerpo y escalofríos que viajaban por su espalda. Paseó la vista por la celda, alerta y en tensión, respirando aceleradamente. Alzó las manos, esposadas con grilletes frente a el, para pasárselas despacio por la cara.
-Solo fue una pesadilla...- Su mirada se posó sobre el bulto que descansaba tendido en el extremo opuesto de la celda. Se acercó despacio hasta sentarse junto a el y agitó levemente su hombro. Sanji alzó la vista cansada de su único ojo visible y Zoro se la devolvió.
-He tenido un mal sueño...-
-¿Para eso me despiertas?- La voz del cocinero sonaba carente de fuerzas desde los últimos días.
-Imbécil. Trato de sincerarme aquí. A demás no hay nadie más en esta maldita celda.-
-Hagamos un trato...tu me das uno de los cigarros que hay en el bolsillo de mi pantalón, y yo te escucho...no consigo alcanzarlos...¿Hecho?-
El espadachín asintió lentamente y alargó las manos para sacar el paquete de tabaco guardado en su pantalón, y sacar un cigarro que colocó entre los labios de Sanji. Cerró el cartón de nuevo y se apoyó en la pared mirándole sin decir nada. El chico rubio le devolvió la mirada y se hizo el silencio.
-Ya está. Fuma.-
Sanji apretó el cigarro con los dientes.
-¡¿Como mierdas quieres que fume si no me enciendes el cigarro, cabeza hueca?!-
Con el mismo gesto neutral, Zoro rebuscó de nuevo en el bolsillo del cocinero hasta sacar un paquete de cerillas y encender el cigarro con una de ellas. Sanji aspiró el humo lentamente sintiendo como se arremolinaba en su pecho, y dejándolo salir de nuevo entre sus labios, para sentarse algo encorvado junto al samurai y murmurar con tono monótono.
-Te escucho.-
-He soñado que...la voz de Noe resonaba por todas las cañerías del edificio...y se colaba en mis oídos. Pero no era una voz normal...eran gritos de dolor, que me llegaban hasta los huesos y hacían que...-
Mientras Zoro narraba, un grito lejano sonó en la estancia y ambos alzaron la vista a la vez para mirarse.
-Guarda silencio...- Le espetó Sanji, entornando los ojos para escuchar con claridad. Desde la rejilla de ventilación situada en la pared sobre ellos, volvió a oírse de nuevo. Era un grito, claro y escalofriante. Un grito de dolor intenso, no solo dolor físico, un dolor profundo y palpable que hace estremecer al oírlo. Zoro bajó la cabeza de nuevo y su mirada se ensombreció. El escalofrío volvió a recorrer su espalda y apretó la mandíbula. No lo había soñado. Esos gritos llevaban su nombre.